Columna Política «La Feria», Sr. López (11-VI-2021).- La prima Silvia se quedó soltera y a los 38 vivía con sus papás; un día les informó que iba a tener un hijo y que no iba a casarse. Su padre, tío Jesús, era un macho templado de allá de Autlán, que de inmediato brincó: -¡Exijo el nombre del que te mancilló! –y Silvia, sin impresionarse le dijo: -¡Ay, papá, a mi edad!… yo lo mancillé, ni te apures –y tan tan.
Terminados los comicios, ambos bandos se proclaman triunfadores en duelo de medias verdades. Los resultados arrojan unos cuantos datos duros:
1.- Morena y sus aliados, retrocedieron a un rango de captación de votos similar al que obtuvieron en 2006 y 2012. Insuficiente para hacerse de nueva cuenta con el Poder Ejecutivo.
2.- La oposición coaligada, PAN, PRI y PRD, tampoco obtuvo una votación que apunte a un posible triunfo en 2024. Ni sumándole las boletas de Movimiento Ciudadano. Si llegan al fin del sexenio como están, vuelven a perder.
3.- Las carretadas de dinero que el gobierno de la 4T destina a programas sociales, no le aseguraron fidelidad electoral (28.5 millones de beneficiarios y menos de 17.5 millones de votos a su favor)
4.- Hasta el momento, ni de un lado ni del otro, se ven líderes que pudieran ser competitivos como candidatos a la presidencia de la república. Hasta el momento. Pero hay tiempo sobrado para construir una candidatura viable.
Así las cosas, en estos momentos es casi imposible vaticinar qué alianza de partidos se alzará con el triunfo en 2024.
Sin embargo, el barco con el viento en contra es el del Presidente, la carga de gobernar el país es suya y ahora más, con 16 ó 17 estados de su lado. En sus primeros dos años y seis meses de gobierno, la suma del desgaste natural de ser gobierno, más sus pifias, hicieron que perdiera poco más del 40% de sus votantes y dada la terquedad que lo caracteriza, lo previsible es que siga gobernando sin oír a nadie, imponiendo caprichos, despreciando a medio país. Eso no significa que llegará al 2024 sin votantes incondicionales, sino que no crecerá su voto duro.
Pero, en el otro lado de la mesa, PAN, PRI y PRD, coaligados, pueden haber llegado a un pico de votación que podría no crecer si sus dirigencias se apoltronan en el disfrute de las posiciones obtenidas, si siguen con sus divisiones internas, traicionándose entre ellos, como el PAN en Nuevo León, como el PRI en Oaxaca. EL PAN debería reflexionar en el enorme precio que pagan por despreciar a sus liderazgos regionales, los han perdido como perdieron a Fox y Calderón, prueba incontestable de su miopía política; en tanto, el PRI no asume que está en proceso de desaparición y permite complaciente, la rapiña política de algunos de sus más conspicuos cuadros, se derrotan a ellos mismos; y del PRD, mejor es no comentar nada, por caridad, por respeto a sus despojos (la perpetua tragedia de la ‘izquierda’ mexicana, su tribal canibalismo, se la viven comiéndose entre ellos, le quisieron regatear a López Obrador en nombre de ‘méritos históricos’, se les fue y los deshizo).
Así las cosas, advierten los que saben que no es imposible ni tan difícil, que López Obrador consiga imponer a su sucesor. Dicen, con verdad, que si desde afuera logró esa su contundente victoria de 2018, ahora, estando adentro y con todos los recursos del poder presidencial, a ver quién lo para. Muy correctito el argumento, con cuatro detalles:
Primero: en 2024 el presidente López Obrador NO será candidato y su magnetismo electoral no es hereditario ni transmisible; él caminó el país entero dos veces; él batalló doce años: que le apure quien quiera sucederlo. Segundo: él no permite que nadie crezca bajo su sombra y no siembra lealtades, a la hora buena va a ser un pleito a navaja la selección del candidato a la presidencia de Morena. Tercero: apenas va a entrar en el turbulento segundo trienio, tiempo de traiciones, tiempo de pagar facturas políticas. Cuarto: la delincuencia organizada.
Si le sorprende el cuarto detalle, vaya tomándolo en cuenta. La estrategia del gobierno federal quedó oficialmente plasmada en la conferencia de prensa mañanera del 30 de enero de 2019: “No se han detenido a capos -sic, así habla- porque no es esa nuestra función principal (…) Ya no tendremos la estrategia de los operativos para detener a capos (…) oficialmente ya no hay guerra”.
Y van dos botones de muestra de que el Presidente cumple su palabra al menos en algunas cosas: la liberación de Ovidio, hijo del Chapo Guzmán, el 17 de octubre de 2019, muy presente tengo yo; y la declaración presidencial del 7 de junio pasado, aprobando la conducta de la delincuencia organizada en los comicios: “Los que pertenecen a la delincuencia organizada, en general bien”. ¡Dioses!
Van 86 mil 311 homicidios del inicio del sexenio a este 8 de junio, según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, la federal, la del Presidente; en el mismo lapso, con Peña Nieto iban 42 mil 489 y con Calderón, 30 mil 572. ¡Urgen más abrazos!
Tampoco se puede minimizar la más que posible la influencia en los pasados comicios de los capos del narco para imponer alcaldes en amplias regiones. Esto NO es indicio de que el Presidente tenga ningún arreglo con esa ralea, como afirman sin fundamento, algunos columnistas. En México, el poder grandote aún está muy lejos del alcance de la delincuencia organizada. Todavía.
También importa tomar en cuenta sobre este enojoso asunto de la delincuencia organizada, que el gobierno de los EUA sabe muy bien cuál es la estrategia del Presidente, está un poquitito molesto por las trabas que ha puesto a sus agencias investigadoras en México (que no son injerencismo, sino resultado de acuerdos firmados con ellos), sabe que es un error inmenso de nuestro Presidente aspirar a una “pax narca” y ya han declarado oficialmente que lo consideran una amenaza para la seguridad interna de su país.
El Presidente no se da cuenta que esa su declaración de paz unilateral al narco de enero de 2019, ante la historia es una mancha de esas que ni con lejía se limpia.