Columna Política «La Feria», Sr. López (11-II-2021).- Tío Jenaro (así, con jota, el del Registro no entendía razones), era del lado materno toluqueño de este menda y por mucho, el más popular de la tribu. Parentela, amistades y vecinos, disfrutaban su compañía, celebraban sus puntadas y se alegraban de verlo; aparte, la sección femenina entera apreciaba su habilidad para bailar. Con lo dicho, ya se imaginará el estupor que provocó tía Elsa, su esposa, cuando lo dejó, porque tío Jenaro tenía un defecto: jamás cumplía lo que ofrecía y era tan simpático que hasta sus excusas le festejaba la gente, sí, pero una cosa es toparse con alguien así de vez en cuando y otra, vivir con él. En una tertulia familiar en la que le insistían -otra vez- volviera con él, la tía, zanjó el tema: -Ahí está libre, para la que lo quiera, yo primero lavo ajeno que volver con él –ninguna le tomó la palabra.
Los que simpatizan con el Presidente, echan machincuepas de gusto por las encuestas que lo ponen en niveles de popularidad envidia de la flor más bella del ejido. Los que lo detestan -sin respeto al debido proceso de vómito-, sufren porque su índice de aprobación resiste más que colchón de motel y resulta inversamente proporcional a sus disparates: entre menos atina, más se afianza el amor chairo por él (nota marginal.- Disparate: Hecho o dicho erróneo, absurdo, ilógico; de Disparatar: Hablar o actuar sin sentido y sin lógica. Diccionario de la lengua española, Espasa-Calpe, editorial fundada en 1925, libre de sospecha fifí).
Se puede dudar de lo certeras que sean nuestras tenochcas casas encuestadoras, pero como la duda metódica paraliza todo análisis, hagamos de cuenta que elaboran sus estudios igual que el Cónclave al elegir Papa, asistidas por el Espíritu Santo (cántese ‘Veni Creator’… si no se lo sabe, échese la de José Alfredo, ‘El Rey’).
Así, demos por bueno que el Presidente López Obrador cerró su segundo año de gobierno con una aprobación del 62% (según Oraculus) y hagamos abstracción de que inició sexenio con un sideral 86% de fervoroso apoyo popular (‘El Financiero’, 7 de febrero de 2019), para no caer en la tentación de suponer que va en caída libre, no, tener lo que tiene es tener mucho.
Dicho lo anterior, conviene recordar que al término de su segundo año de sexenio, don Chente Fox andaba en el 56% de popularidad y Felipe Calderón, en el 65% (Peña Nieto andaba volando bajo con el 41%). Lo que interesa es recapacitar en la importancia que pueda tener eso de tener la simpatía del respetable… mmm…no, no es importante. Lo que es más: no significa nada.
Los que de oficio defienden al fundador de la fenomenología del despelote, vulgarmente conocida como 4T, sostienen con vigor similar al que perpetúa la especie, que es muy cierto y legítimo ese 62% de popularidad, pues les sirve para sostener lo estupendo que fue elegirlo como Papá Nacional.
Bueno, pues si así piensan, que nos expliquen por qué calificaron a don Fox casi igual que a López Obrador y a Felipe Calderón arriba que a él, porque las encuestas se hacen entre la gente común y esa misma, avaló a otros presidentes antes que al Transformador Patrio. Y por cierto, la misma masa que le arrimó La Silla al actual Presidente, es la que votó por Fox, la que eligió a Calderón, la que regresó al PRI a la presidencia. No hay electores de importación, ni votantes en reserva. Somos los mismos tenochcas cívicos los que votamos cada vez, bueno, casi los mismos: en la elección de Fox, votó el 64% del padrón; en la de Calderón, el 58%; en la de Peña Nieto, el 63%; y en la de AMLO, el 63%, y esa masa visto está, ‘è mobile qual piuma al vento’, esa masa igual quitó al PRI, montó al PAN, regresó al PRI y trepó al de ahora… por si creen que ya tienen escriturado el país. No.
En resumen, las encuestas de popularidad no significan nada, sirven para nada y solo reflejan la simpatía que el gallardo peladaje siente por el que trae la maleta del dinero, por el que tiene la llave del erario. Con la pena pero eso es. O que alguien nos dé razón del declive de simpatía por el que se va, de la crítica impía contra el que se fue… ¡ah! y se sugiere a los intelectuales de ocasión que están alineados con la 4T, buscar alguna vacuna que impida la indiferencia y hasta desprecio público que sufren los expresidentes de este país. Reto 2025: AMLO recorre otra vez los municipios del país… que lleve casco.
No hay cura ni vacuna para el virus 4-T (tema chairo: ‘Como un lunar’: Como se lleva un lunaaar,/ todos podemos una mancha llevaaar… ¡ajúa!), por eso su clientela frecuente seguirá tragándose las ruedas de molino de sus logros inexistentes, defenderá hasta la afonía sus caprichos y la rifa del avión también. Muy bien. No se recomienda alegar ni tratar de exorcizarlos, es inútil. Acá entre nosotros, para evitar acidez estomacal o insomnio, recordemos que mientras López Obrador empezó en 86% y ya va en 62%, otro, de nombre Carlos Salinas de Gortari, empezó su sexenio -en 1989-, con el 60% de aprobación (según Mitofsky), y fue sube y sube y sube y sube, hasta llegar en el quinto año de su administración al 81% de aprobación. Y ya ve cómo está ahora, como la muñeca fea: se creyó dueño de lo que es prestado, le mataron a su sucesor designado y a él y los suyos, les pulverizaron el prestigio, erradicando el salinismo. El verdadero poder no lo detentan quienes ocupan formalmente los estamentos de la administración pública. Ahí le explican a ya saben quién.
Podría ser Salinas de Gortari el espejo en que debiera ver su futuro nuestro Presidente actual, pero hay una enorme diferencia: el innombrable, como Presidente cumplía, cumplió y es de asombro lo que hizo en seis años, sin negar las trapacerías cometidas en su periodo. Y… este, diga lo que diga, lo que toca descompone y no cumple nada, por eso insiste hasta hartar en lo bien que va, negándose a ver lo evidente, su gobierno y su movimiento, que no partido, no cuajaron por su narcisismo: todos bajo su sombra y a su sombra nada florece. Sexenio de extravío y penurias.