Columna Política «La Feria», Sr. López (11-XII-2020).- Tío Tomás era inventor. Lo mantenía su santa esposa, tía Sara. Fue autor de invenciones que siendo niño este menda, le parecían fantásticas: la casa de hule, antisísmica; el papel sanitario con tiras cómicas impresas, para aumentar su consumo (se lo propuso a la Kimberly Clark, en serio); la tortilla de maíz cuadrada, sin desperdicio de masa; la llanta de automóvil maciza, no se ponchaba ni necesitaba aire. Nunca pudo patentar ninguno y el colmo fue que una vez escribió un manual y la editorial a la que lo propuso, lo denunció ante la autoridad… era un curso de natación por correspondencia. Casi acaba en la cárcel.
La gesta contra la corrupción es la insignia del sexenio, su producto más vendido, su pregón favorito.
Para calibrar qué implica esa lucha, recuerde usted de la mitología griega a la Hidra, monstruo al que nacían dos cabezas por cada una que le cortaban, hasta que Hércules se encargó de echársela (ayudado por su sobrino Yolao, al que nadie da crédito).
El Presidente, para bregar contra la Hidra tenochca de la corrupción, eligió como Hércules del sexenio, a doña Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, tal vez confiando más en su honestidad que en sus credenciales: licenciada en Economía y en Sociología; dos maestrías, una en Estudios Latinoamericanos y otra en Ciencia Política (por la Universidad de California, EUA), doctorado en lo mismo, Ciencia Política y aparte, escribió el libro: “Corrupción y Transparencia: Debatiendo las Fronteras entre Estado, Mercado y Sociedad (2010).
Antes de que el Presidente la pusiera de Secretaria de la Función Pública, doña Sandoval era investigadora de tiempo completo del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) desde 2004, nivel tres, el más alto.
Pasar del gabinete de estudio académico a la trinchera de combate a la corrupción es un poco difícil, es como poner de centro delantero de la selección nacional de futbol a alguien que ha estudiado mucho sobre la geometría de la esfera, sin haber pateado nunca un balón.
Doña Sandoval tal vez por eso se aferra a los dogmas de la verdadera fe en la 4T, debe creer que así puede exorcizar a la patria de ese demonio de la corrupción. Y tan piensa así que en su participación en la sesión ordinaria 2020 del ‘Consejo Nacional Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible’, ante diversos integrantes del gabinete federal y la secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el pasado 10 de noviembre, afirmó que “(…) la corrupción es un fenómeno estructural generado por el neoliberalismo (…)”.
Y como que dos y dos son lo que diga el señor-Presidente, la conclusión es que ya con ellos en el poder y expulsado el neoliberalismo, no hay corrupción, como tanto nos repite el titular del Ejecutivo.
Lástima que la realidad sea otra. La organización ‘World Justice Project’ publicó en agosto pasado su estudio anual sobre el estado de derecho en el mundo, señalando que la corrupción en México, en los últimos dos años (2019 y 2020, no se distraiga), ha aumentado y nos colocaron en el lugar 121 -de 128 países-, cuatro lugares abajo que en 2018, último año neoliberal según el Presidente. Ha de advertirse que esa organización para evaluar la corrupción estudia solo las acciones de gobierno y de sus integrantes, respecto de ‘sobornos, influencias indebidas por intereses públicos o privados, así como la apropiación indebida de fondos públicos u otros recursos’.
Inciden en ese reporte los escándalos públicos del actual gobierno, entre los que mencionan los del exsecretario de Comunicaciones, Javier Jiménez Espriú, por su participación en actos de Oderbretch; al exjefe de la Oficina de la Presidencia de la República, Alfonso Romo; a su secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero, por omitir en su declaración de bienes un departamento en el extranjero; al director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, quien posee 800 millones de pesos en propiedades… y a la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, por omitir en su declaración de bienes, seis propiedades en zonas de alto costo. Dicen, vaya usted a saber. Seguro ni es cierto.
Ya veremos en qué lugar ponen a este gobierno el año que entra, con los asuntos de un hermano del Presidente, una prima hermana del Presidente, una cuñada del Presidente y el más fresquecito chisme, el de la empresa suiza Vitol, contratista de Pemex que según el gobierno de EUA ha sobornado funcionarios de la paraestatal. O lo traen de encargo o algo suena en ese río revuelto.
Un ‘por cierto’, eso de que la corrupción es un fenómeno generado por el neoliberalismo, es una afirmación reñida con la historia del género humano (digo, los 10 Mandamientos son de hace 3,500 años y el Código de Hammurabi tiene 3,770 años de viejo), y muy aventurada, pues en países de férreo régimen comunista hubo y hay corrupción como en todas partes. Y si les parece que no valen referencias lejanas en el tiempo, que recuerden al muy izquierdista Lula da Silva y el escandalazo que fue en Brasil que desde su partido (el Partido de los Trabajadores), pagaban mensualidades a los legisladores para que votaran como a Lula viniera en gana, para ni mencionar lo de Odebrecht que también lo salpicó. Así que no tienen los neoliberales la patente universal y exclusiva de la corrupción.
Ya de despedida, sin ninguna pretensión, recuerda este tecladista a doña Sandoval, que su líder y gurú, él, nuestro Presidente generosamente le regaló la regla de oro contra la corrupción cuando dijo que todos los jugosos negocios ilegítimos que se hacen en el gobierno tienen el visto bueno… del Presidente. Él lo dijo echándole pedradas a sus antecesores, por eso agregó: -“(…) nada de que no sabía (…)” –y se terminó de cerrar la puerta al agregar que es falso que los colaboradores engañen al presidente… bueno, ahora él es el Presidente, señora Secretaria. Ya sabe a dónde apuntar: arriba y adelante.