Columna Política «La Feria», Sr. López (09-XII-2020).- Organizando la boda de la prima Dina (Enedina la pobre), entre los muchos y farragosos asuntos propios de semejante trance, estaba el encontrar alojamiento en Guadalajara para la familia del novio que era de Tamaulipas. Al efecto una tarde, confeccionando con sus papás y hermanos una lista de posibles hoteles alguien sugirió uno cercano al salón donde sería la fiesta y Dina dijo de bote pronto: -Ahí no, son muy chiquitos los cuartos -… enmudeció el palenque y ella se puso como tomate. Pero se casó de blanco.
Como es bien sabido, ‘calipigia’ es el acto mediante el cual una dama se alza las faldas y muestra su trasero desnudo, ‘calipigia’, acción enaltecida por los poetas griegos muy conocidos en sus respectivos domicilios, Arquelao de Quersoneso, Cercidas de Megalópolis (en su obra Deipnosofistas, capítulo XXII, por si no recuerda), y Alcifrón en su cándido escrito ‘Cartas de cortesanas’. Puede verificarlo.
Esos caballeros ensalzaron en el siglo IV a.C. la belleza de las posaderas de Trialides y Mirrina, unas hermanas originarias de Siracusa, que algo han de haber tenido para que 24 siglos después se siga hablando de sus nalgas… vaya modo de pasar a la historia.
En nuestro risueño país la cosa es distinta y decimos que alguien “exhibió las…”, “se le vieron las…”, “enseñó las…”, cuando inadvertidamente se desenmascara a sí mismo, muestra sin querer sus intenciones o se le descubre en flagrante metida de pata.
Pensará usted que su texto servidor desvaría, pero esta remembranza anatómica viene a cuento por la calipigia mutua que ha desatado la alianza de partidos que anunciaron PAN, PRD y PRI (en riguroso orden alfabético).
Calipigia mutua pues por un lado, dicha alianza revela las intenciones de los antes tan importantes institutos políticos, en busca del paraíso perdido; y por el otro, por decisión propia, el Presidente de la república tiró su antifaz de demócrata respetuoso de la ley, al criticar con su conocido ingenio, tal pacto partidario dirigido a intentar arrancarle en 2021, el control de la Cámara de Diputados y si el tiempo lo permite, ganar a Morena cuantos congresos locales y gobiernos estatales les sea posible.
A reserva de comentar en otra ocasión las bondades y males que suelen resultar de alianzas políticas discordantes, dejemos claro que ‘en democracia’ (¡ese que se chifló se me sale!), las coaliciones son válidas por efímeras que resulten.
Es muy llamativa la descalificación que apenas anunciada esta alianza, hizo el Presidente desde su casa (Palacio Nacional), violando la porción del artículo 134 de la Constitución que prohíbe a los funcionarios de todos los niveles, “influir en la equidad de la competencia entre los partidos políticos”, como le advirtió el INE, pero ¡pelillos a la mar!, a nadie sorprende que prefiera la ley al papel sanitario.
Para no variar, en concordancia con su incontinencia verbal, se sirvió con la cuchara grande: “Ya quedó al descubierto que son lo mismo, defienden la misma política antipopular, entreguista, se unieron para imponer el modelo neoliberal, para saquear, imponer un modelo antidemocrático, corrupto”. La Patria, la señora de toga blanca de la portada de los libros de texto gratuitos, solloza acongojada: ¡quién verá por ella!
A los partidos opositores la invectiva del Ejecutivo importa poco, queda en rabieta: “Le dolió, vamos bien”, han de haber pensado sus dirigentes sonriendo.
No debe llamar a nadie la atención la incoherencia del reclamo presidencial, su divino verbo no está sujeto a las normas del pudor. El amo de las coaliciones es él, Andrés Manuel López Obrador, quien llegó a Jefe de Gobierno del entonces D.F. por una alianza conformada por el PRD, el PT, el partido Convergencia (hoy MC), el Partido de la Sociedad Nacionalista (PSN) y el Partido Alianza Social (PAS); luego para ser candidato a la presidencia de la república en 2006, sumó PRD, PT y Convergencia; para las elecciones de 2012 la jugó con la alianza PRD, PT y MC; y en 2018 coaligó a Morena, con el PT y el PES.
No estorba recordar que el PT antes, fue socio electoral del PRI y del PRD, aparte de la influencia en su creación, de los hermanos Salinas de Gortari, de la que su fundador visible, Alberto Anaya declaró: “En lo que se refiere a nuestra relación con los Salinas no tengo nada de qué avergonzarme”; pues no.
Del PES algo hay que decir: es un partido político de extrema derecha relacionado con una secta protestante neopentecostal, fundado por Hugo Eric Flores Cervantes, quien declaró en 2015: “(…) estamos a favor de la vida, de la familia, contra del aborto, y hemos apoyado al PAN en algunos estados (…)” Por si le interesa busque el libro ‘Entre Dios y el césar: líderes evangélicos y política en México (1992 -2002)’, de Mariano Ávila Arteaga, que contiene esta perla dicha por don Flores: “Queremos el poder para crear un modelo de gobierno de justicia y de misericordia para que este pueblo voltee a ver a Dios (…) con gobernantes íntegros cristianos (…)”. Bonito, lástima que viole el Código electoral, la Ley de asociaciones religiosas y culto público y el artículo 130 constitucional.
Si el Presidente puede hacer alianzas políticas de chile, dulce y manteca, no se entiende por qué le dio comezón en mal lugar la coalición de los tres partidos que contra todo pronóstico no han muerto.
Sesudos analistas afirman que es muy corto el objetivo de quitar al Presidente el control de la Cámara de Diputados, que eso aporta poco al país. Ha de ser, uno quién es para contradecir a los exquisitos de la ‘comentocracia’, pero a la vista del trompicado curso de este gobierno, más nos vale que no tenga el control de todo.
Como sea, en la circunstancia política actual, los partidos opositores sin miedo a arriesgar el trasero, se unen para intentar que el poderoso todo-terreno de Morena, modelo 4T, tenga freno, cosa muy recomendable en cualquier vehículo; y el Presidente, alarmado, sin pudor se les va encima exhibiendo su concepto de la democracia sin calzones.