Columna Política «La Feria», Sr. López (23-XI-2020).- El viernes pasado, en el Monumento a la Revolución, en ceremonia presidida por el Presidente de la república, se conmemoró el 110 aniversario del inicio simbólico de la Revolución Mexicana. El discurso corrió a cargo del General Secretario de la Defensa Nacional, quien pronunció el habitual rosario de institucionales lugares comunes, aparte de ratificar su lealtad al Presidente y con todas sus letras, a la transformación en curso (se solicita información).
Hubo minidesfile alrededor del Monumento y sin miedo al ridículo, escenificaciones de episodios de lo que llamamos revolución siendo que fue una guerra civil, rebatiña de generalotes pues, en rigor, la revolución terminó el 25 de mayo de 1911, cuando don Porfirio dijo “ahí está el arpa, ya no toco”, botó su renuncia y se fue a Europa. Ya es lo de menos.
Ojalá alguien le contara al Presidente qué fue la Revolución, sus menciones a esa mítica gesta, son como de revista de tienda de conveniencia (del Oxxo, pues), de esas en las que se explica la Guerra de los Cien Años en cinco fotos, un mapa y tres párrafos (cortos).
Sería interesante saber si fuera posible, qué pensaría el Presidente si supiera de la relación de ese baño de sangre con los crujidos de la globalización capitalista ya existente entonces, encabezada a esas alturas por el inmenso imperio británico, que derivó en guerras y apreturas económicas en Europa que como efecto colateral, debilitaron a los regímenes como el ‘porfiriato’: la ruina propicia cambios y reacomodos (dicen que a veces así pasa en otras cosas: la cartera vacía agota apasionados amores).
Más interesante sería saber qué pensaría nuestro Presidente sobre la permanente influencia de los EUA en nuestros episodios nacionales: en el siglo XIX vía sectas masónicas yorkinas, propiciaron y apoyaron la independencia de todas las colonias europeas en Latinoamérica; en el XX cuando en México estábamos muy entretenidos matándonos unos a otros, el tío Sam observaba a qué bando le convenía más apoyar, no solo para que nos pusiéramos sosiegos, sino en especial para asegurar a nuestro país como área bajo su influencia o cuando menos, sin injerencia de Europa.
Les salió bien y solo en el sector petrolero se mantuvieron aquí empresas de Europa, cosa resuelta mediante la expropiación cardenista cuyo defensor tras bambalinas (y no tanto) fue el mismísimo embajador de los EUA en México, Josephus Daniels, el bárbaro supremacista blanco, importantísimo partidario del Ku Klux Klan, brutal segregacionista, ferviente impulsor de la ‘enmienda del sufragio’ que en la práctica consistió en negar el voto a los negros. Ese don Daniels no era amigo de México, por más que así lo pensara y haya escrito Lázaro Cárdenas cuando supo de su muerte en 1948, olvidando que el ya fiambre, en 1914, siendo secretario de Marina de los EUA, ordenó el bombardeo y desembarco yanqui en Veracruz.
Bueno, como sea, todo eso es cuento viejo. Lo de hoy es la alegría colectiva porque el Secretario de la Defensa en su sencillo pero sentido discurso, aclaró “no anhelamos ningún poder porque nuestra razón de ser está alejada de pretensiones políticas”… ¡sen-sa-cio-nal!… Ya sería el colmo que anhelaran más poder en este militarizado sexenio.
Lo que llama la atención es que haya pasado casi del todo desapercibido otro discurso, del día anterior, a cargo del jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, quien en la inauguración en la XLVIII Convención Nacional del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), dijo:
“Como mensaje toral es invitar al país y al gobierno, al que yo pertenezco, a que tengamos una cultura de que tenemos prisa y que no podemos manejar un país que está decreciendo cercano al 9 por ciento, y lo estamos manejando como si estuviéramos creciendo al 9 (…)”.
O sea, fíjese bien: el mero Jefe de la Oficina de la Presidencia, le dice al gobierno al que presta sus desinteresados servicios, que no puede manejar el país como si no estuviéramos hundidos en la crisis económica que estamos; relea el párrafo anterior si hace falta: dijo “al país y al gobierno”, pero eso del ‘país’ es música de viento, el país no maneja al país, al país lo maneja el gobierno; su invitación a trabajar con prisa y sabiendo que estamos decreciendo, es al gobierno y ‘gobierno’ en este sexenio es una sola persona: Andrés Manuel López Obrador quien, ahora sabemos por boca de don Romo, está chambeando como si la economía nacional fuera para arriba en cuete. Lo dijo él, no se aceptan reclamaciones.
En su interesante disertación ante los ejecutivos de finanzas, don Romo recordó que la inversión privada en este nuestro risueño país, representa el 87% de la inversión total, por lo que hasta el más menso de los economistas y el nini más aburrido, pueden concluir sin sobarse la sesera, que la inversión privada es esencial, indispensable, para la economía nacional… y se queda uno tristón, recordando que nuestro Presidente los considera una “minoría rapaz, ladrones que no se cansan de robar”, que a la menor provocación les recuerda que apoyaron a los renegridos gobiernos neoliberales, que los considera saqueadores de la riqueza nacional y por eso, precisamente por eso, directamente responsables de la inseguridad pública traducida en decenas de miles de asesinatos. Bueno, a esos corsarios, pandilleros del capital, sicarios de las inversiones, a esos hay que cortejar y darles confianza para que vuelvan a invertir su cochino dinero en nuestro idílico país.
Porque don Romo insistió en eso, en dar confianza a los inversionistas: “La inversión privada necesita planificar a mediano y largo plazo y para ello necesita certidumbre (…) Esto dependerá de que nuestras decisiones, que nosotros como gobierno infundamos certidumbre”. Fácil.
Por algo al Romo nadie le hace caso en Palacio. Lástima. El dinero duro, los capitalistas fuertes, no sufren ni se acongojan: hay más planeta donde invertir, México no es su única oportunidad y además, por cierto: cuatro años son nada