Columna Política «La Feria», Sr. López (09-XI-2020).- La versión del tío Carmen era que tía Maruca, su esposa, sin piedad, sin ninguna consideración, sin tomar en cuenta los 20 años que estuvo a su lado, lo había dejado por una sola mentira que le había dicho en toda su vida. Era cierto, tía Maruca lo abandonó el mismo día que descubrió que antes de casarse con él, estaba casado y seguía casado con otra. Qué intolerante.
Se ignora el origen y autoría de la ‘Ética Boba’ al uso. Que se sepa, ningún filósofo en sus cabales ni bajo los efectos de un litro de destilado de agave, ha escrito el tratado correspondiente, en sustitución de la Nicomáquea de Aristóteles, el imperativo categórico de Kant, o la doméstica de la abuela de este menda.
La ‘Ética Boba’, bien sabemos, sostiene como principio supremo que nadie es poseedor de la verdad, pues cada quien tiene ‘su verdad’, al ser todo relativo (sí, todo es relativo, excepto que todo es relativo, eso es verdad… mmm).
También, gracias a la ‘Ética Boba’, ahora sabemos que todo se vale y nada está mal, pues tampoco existe el ‘bien objetivo’ (esto sí tiene autor, el australiano John Leslie Mackie, lástima por su esposa), con dos finas distinciones: es correcto todo lo que no afecte a otro y en ese caso, se vuelve bueno si lo acepta la comunidad, lo que aconseja no visitar lugares en que se practique el canibalismo o la esclavitud esté bien vista.
Así, por merced de la ‘Ética Boba’, se defiende el derecho de los niños a cambiar de sexo sin que sus padres puedan ni opinar, pues son muy dueños de su cuerpo; y al mismo tiempo se propone prohibirles comprar un Gansito, porque evidentemente, no tienen criterio suficiente.
Eso de que nadie es dueño de la verdad hace tan sorprendente el enérgico rechazo general a las mentiras de los políticos. Pareciera que la sociedad desempolva la ética del más antiguo Ripalda cuando de funcionarios se trata.
El viernes pasado fue noticia muy destacada en la prensa de México y el mundo, que las principales cadenas de televisión de los EUA (ABC, CNN, MSNBC, PBS y Univision), interrumpieron la transmisión en vivo de unas declaraciones del Trump desde la sala de prensa de la Casa Blanca, explicando de inmediato a los televidentes que el Presidente, su Presidente, estaba mintiendo y afirmando cosas sin sustento. En uno de los noticieros, el periodista a cargo dijo con cara de vergüenza: “Qué noche más triste para los Estados Unidos de América, ver al Presidente acusar falsamente que la gente intenta robar las elecciones, tratar de atacar así la democracia con mentira tras mentira, tras mentira (…) es patético”.
Nada de que cada quien tiene su verdad, nada de post verdad, nada de verdad emocional, nada de verdad alternativa; nada de filósofos de tres al cuarto que con palabras floridas y razonamientos conceptistas, expresan razonadas sinrazones; nada de ‘Ética Boba’
Parece que cuando se trata de asuntos serios, regresa por sus fueros el viejo concepto de verdad, la coincidencia de lo que se dice con la realidad y los hechos, conocido por cualquiera que tenga la cabeza en su lugar, sin necesidad de títulos académicos. El vulgar sentido común de Sancho Panza al rescate de la sensatez. Las cosas son lo que son, no pueden ser y no ser, al mismo tiempo y bajo las mismas circunstancias. No se necesita de la sabiduría de Aristóteles o Tomás de Aquino, se puede prescindir de los desvaríos de David Hume, John Stuart Mill, Jürgen Habermas y de todo otro convencedor de bobos. La verdad sí existe. Punto.
Sabido es que este López difícilmente se deja impresionar por el imperio yanqui, al que critica sus grandes defectos, pero tampoco es tan ciego como para no negar las no tan pocas cosas de presumir que tiene, entre las que no está su ‘democracia’ pero sí los años luz de ventaja que nos llevan en libertad de prensa, que en ese país no raramente cae en libertinaje de prensa, pero prefieren eso a cualquier variante de control oficial ni censura, al grado que en 1931, la Suprema Corte de allá anuló una ley estatal contra periodistas y editores de periódicos escandalosos o maliciosos, por violar la Primera Enmienda de la Constitución de ellos (caso Near vs. Minnesota, por si le interesa). Y en 1964, en el caso New York Times Co. vs. Sullivan, su Suprema dejó clara la responsabilidad de los editores cuando saben de la “inexactitud de una información o actúan con imprudente desprecio a la verdad”. Por esto último es que cortaron la trasmisión de las mentiras del Trump. Allá la ley no se anda con chiquitas. Allá un diario tumbó al presidente Richard Nixon… por mentiroso.
Da morriña comparar con las prácticas informativas de nuestro México lindo y querido. No es momento de hablar del deporte en boga de asesinar periodistas, pero sí de lo inimaginable que es ver interrumpida la transmisión por radio o televisión de una declaración presidencial, explicando al público que el caballerito estaba mintiendo. Sufrirían las plagas de Egipto si se atrevieran.
Si eso solo se hiciera acá, cambiaría mucho el panorama político nacional. La prestigiada empresa SPIN-Taller de Comunicación Política, hace seguimiento a detalle de las conferencias mañaneras del Presidente; el pasado 11 de octubre informó que en promedio, en cada mañanera, el Presidente dice 51 cosas sin comprobación y cuatro mentiras. Por su lado, el diario estadounidense The Wall Street Journal, afirmó el 17 de agosto de 2019, que nuestro Presidente promedia seis mentiras por mañanera. Póngale cinco en promedio, si quiere tres o dos, da lo mismo: nunca se transmitirían en ningún noticiero sus conferencias, vivirían cortando la transmisión. Casi se siente más puro el aire, más clara la Luna brilla y se respira mejor.
Solo con eso, con un criterio editorial respetuoso del público y la verdad, respaldado por la ley, el Presidente se vería obligado a no mentir o resignarse a nunca estar en la televisión ni la radio, no censurado por nadie, sino atrapado por su hábito de engañar, preso en la enredada maraña de su lengua serpentina.