Columna Política «La Feria», Sr. López (06-XI-2020).- Tío Daniel era un profesional de la preocupación. Todo alimentaba su permanente desasosiego, de que estallara una guerra nuclear a que pudiera haber cucarachas en su casa; de la posibilidad de que un asteroide gigante chocara con el planeta a que fuera a nevar en la Toluca; de que el control natal despoblara al mundo a que se fueran a apagar los pilotos de la estufa de su casa en la noche; si viajaba en camión rezaba para que el chofer no se quedara dormido, si iba en su coche, para que no estuviera descompuesto el medidor de la gasolina. No era vida. Y mientras, con él angustiado por tanta cosa, su hija mayor le obsequió dos nietos con papá (o papás) por determinar, sus dos hijos varones abandonaron la universidad sin avisarle y su esposa, una estupenda sinaloense, encargó otro bebé por obra del Espíritu Santo, porque de él no era, que él estaba preocupado porque de veras no fuera contagioso el cáncer. ‘Hay gente pa’too’, decía el gitano.
Es muy reconfortante, si acaba uno de entrar en uso de razón, oír a nuestro Presidente: nada lo preocupa, si acaso, algún asunto lo ocupa, que es distinto.
Vamos bien, requetebien, no solo en economía (declaración del 14 de noviembre de 2019), sino también requetebien en la pandemia del Covid-19 porque no se saturan los hospitales (9 de abril pasado), aunque, siempre alerta, para el 12 de agosto, dijo nada más que “vamos bien” y así ha de ser, como deja suponer su confirmación ese día, de que está descartado “rediseñar la estrategia”; y como está en todo y sabe que nunca falta un nerviosito, el 20 de octubre aclaró que “no hay problemas, aquí se está aclarando que no hay rebrote, que vamos enfrentando la pandemia bien”.
De veras, Dios bendito que nos puso en manos de este adalid de la fe que mueve montañas. Nos faltará vida para agradecer al Creador que insufla su sabiduría al Presidente para enfrentar como se deben cosas como esto del Covid-19: “(…) El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege, el no permitir la corrupción (…) detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”. ¡Aleluya!, ¡aleluya!
No nos permitamos dudar, la fe debe ser ciega (ya nos dijo, ¡caray!). No oiga a esos pesimistas que se entusiasman por lo mal que se van a poner las cosas. No importa que la economía nacional baje este año el 9% (adicional a lo que cayó el año pasado, sin pandemia, por cierto), pues se va a recuperar en ‘V’, como cuete; ni muchísimo menos nos dejemos distraer por los adictos a la ‘Aritmética para perversos’, que se ponen a hacer cuentas por afición morbosa a la realidad; no les preste oídos, repita conmigo: ‘no oigo soy de palo’, cuando le digan que en México mueren por ese contumaz virus, más de 16 personas por hora, sí señor, por deshonestos, por permitir la corrupción, por no traer escapulario en la cartera (primer fallecimiento el 18 de marzo; al 4 de noviembre, 231 días; total de fiambres oficiales a ese día, 93,228; lo que arroja 403.58 defunciones por día; 16.81 muertos por hora); eso es, como bien se ve, ‘Aritmética para perversos’… y se recomienda hacer abstracción sobre la información oficial de que seguramente son más difuntos, un 56% más, que es su mejor mentira. Qué desgracia, qué torpeza, ¡qué manera de perder!
Así como nada perturba la serenidad (y sonrisa) presidencial, en cambio hay cosas que lo molestan: los empresarios (nacionales y extranjeros); la prensa (nacional y extranjera); los fifís, los conservadores, los papás de los niños con cáncer; las escandalosas mujeres que exigen justicia y seguridad, de veras, no tienen llenadera; los de FRENAA, los de Sí por México, las ONG’s; los órganos autónomos de gobierno, los que estudian en el extranjero, los expresidentes; la alta burocracia, la mitad de Morena y los que ganan más que él. Pero, suertudos que somos, él respeta, él tolera y no tiene igual (entienda bien cuando dice “no somos iguales”: él es un Presidente sin igual).
Quedamos entonces: la nave va. No altera el pulso de nuestro líder, guía y gurú, ni la crisis sanitaria, ni la crisis económica, ni la inseguridad pública, ni si Biden gana la Casa Blanca, para todos tiene. ¡Qué felicidad!
Ahora toca a nosotros, esperanzados tenochcas de sólida fe, que en los EUA se vayan tomando en serio el optimismo presidencial. Allá no tejen con alambre de púas, les gusta hilo menos grueso; mire usted, el 27 de enero de 2009, un tal almirante Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, comentó en rueda de prensa en Washington, el informe elaborado por el general James N. Mattis, jefe del Comando de las Fuerzas Conjuntas, diciendo que estaba “(…) extremadamente preocupado por lo que ocurre en la frontera y por la guerra que han lanzado los cárteles de la droga (en México)”, y el ex presidente la Cámara de Representantes, Newt Gingritch, ese mismo mes pronosticó que se podría enfrentar “una crisis sorpresiva” en México. Por cierto, el tal general Mattis, advirtió en su informe del posible “colapso de México” ante el embate de los cárteles de la droga. ¡Zambomba!, por no escribir una vulgaridad.
Esas declaraciones tan alarmistas fueron a causa de la extrema violencia de tiempos del presidente Calderón y su inmensa cauda de asesinatos… que era 181% menos que en el mismo periodo que lleva nuestro actual Ejecutivo.
La situación de México la empolló el Trump por cálculo político respecto de su intención de reelegirse. Eso, gane o no, ya pasó. Que alguien le recuerde al Presidente López Obrador: es la seguridad pública, señor, lo acaba de declarar el embajador Landau: sin seguridad, nada funciona… y esperan resultados verificables.
Si el actual gobierno federal no fuera de un solo hombre, tal vez hubiera la posibilidad de que alguien le avisara esto al Presidente para que fuera sonriendo menos en sus conferencias mañaneras… y tal vez le explicaría que eso de que ‘al que madruga Dios le ayuda’, no es cierto, Dios ayuda a todas horas, pero trabajando. Hablar menos hacer más. Babear o no babear, he ahí el dilema.