Columna Política «La Feria», Sr. López (22-X-2020).- Había una vez un rey chiquito que todos los días, desde el balcón de su palacio, hablaba, hablaba y hablaba; y el pueblo, lo oía, lo oía y lo oía. Al comienzo de su reinado, la plaza frente a su balcón se llenaba de gente que le aplaudía, le aplaudía y le aplaudía. Muy contento, el rey chiquito no hacía nada, hablaba. Pasó el tiempo y la plaza seguía llenándose pero ya con gente que le aplaudía y gente que le gritaba reclamos. Pasó más tiempo y a la plaza ya solo iba gente que lo insultaba; el rey chiquito dejó e salir al balcón pero dentro de su palacio, se hablaba, se hablaba y se hablaba; y se aplaudía, se aplaudía y se aplaudía.
Fidel Castro, el dictador cubano, pronunció por ahí de 600 discursos de 1959 a 2008. Afamado por hablantín, calculan los entendidos que en 49 años de gobierno, habló en público casi 1,950 horas, póngale dos mil, total, igual es mucho (por ahí de 41 horas al año hablando a su auditorio cautivo, más bien, rehén). Como dato anecdótico: en la ONU se aventó el rollo más largo de la historia de ese organismo, más de cinco horas.
Para tener un parámetro, podemos decir que por sentido común, si usted se topa con un político que en dos años ha hablado más que Jesucristo, tiene derecho a recelar. Algo anda mal. No se puede hablar tanto sin acabar enredado en la propia lengua, braceando desesperado para no ahogarse en babas.
México, tenemos un problema:
Nuestro Presidente, lleva aproximadamente 473 madrugadoras conferencias de prensa (mañaneras, pues), con un promedio de 101 minutos de duración; esto es: en menos de dos años de gobierno, suma 796 horas de ejercicio público de ventilación de garganta (sin contar discursos en mítines, informes en plaza pública ni entrevistas de prensa); para cuentas fáciles, pongamos que son 800 horas, 400 por año, diez veces más que don Castro (y eso es decir mucho, pero mucho). Nadie en nuestra historia ha hablado tanto de tan poco para nada.
Con temor a dar indicios sobre su edad, este menda recuerda aquellos viejos tiempos cuando se anunciaba que el Presidente iba a hablar y la gente pegaba el oído al radio (no, no todo tenochca tenía televisor), porque si hablaba el Presidente era porque algo importante iba a anunciar o algo grave pasaba.
Habrá quien piense que esos presidentes de antes no estaban cerca del ‘pueblo’ (se solicita definición), o que el ‘pueblo’ les importaba poco. Puede ser. Pero lo seguro era que metían menos la pata. Y otra cosa importante es que no improvisaban, es enorme el peso específico del cargo de Titular del Poder Ejecutivo y las consecuencias de un patinazo o una declaración desafortunada, pueden tener y tienen consecuencias de pronóstico reservado. Otra anécdota: Churchill, con fama imperecedera de ser un orador tocado por la mano de Dios, nunca improvisó un discurso en su vida: los dictaba, los corregía, los memorizaba y los llevaba escritos por si algo se le atoraba a la hora de estar hablando.
Así las cosas, hay un saboteador de nuestro actual Presidente que se permite declaraciones como estas:
“Es perverso utilizar al ejército para enfrentar el problema de la inseguridad (…) sólo un gobierno inhumano puede despedir a miles trabajadores; es una infamia (…) el Presidente en vez de aceptar su responsabilidad en la crisis petrolera y cambiar su fatal política energética, fue a Tabasco a ofrecer paliativos (…) nuestro país no debe ser el hazmerreír de nadie (…) varios partidos políticos están como un burdel (…) existe el rumor de que el Presidente está enfermo, es una buena salida para su renuncia por su evidente incapacidad (…) la culpa de la violencia en el país es del Presidente, debe renunciar antes del primero de diciembre y convocar a elecciones anticipadas como lo establece la constitución (…) es mejor la opinión de muchos que la decisión de un solo hombre (…) no queremos el pensamiento único porque eso tiene que ver con la dictadura (…)”.
No, estas tajantes declaraciones no fueron pronunciadas por ningún exaltado fifí-conservador-amigo de la mafia del poder. Todas son declaraciones de Andrés Manuel López Obrador (no le anoto la cita de cada una porque se me acaba la dotación de caracteres de la columna, ahí usted busque cada una en San Google).
No hace falta construir un discurso que contradiga el del Presidente. Con tantita paciencia se le puede enfrentar a sus propias palabras. El mejor contra veneno es ese, nada más que hay que confrontarlo llevando listo el video o la grabación para que cuando lo niegue, se le plante en las narices la evidencia (acuérdese cuando en Tercer Grado, el 20 de noviembre de 2018, negó haber dicho que regresaría a los militares a los cuarteles, cuando todo México lo oyó vociferarlo).
Son tantas y tan desafortunadas las declaraciones de Andrés Manuel López Obrador, de candidato y ahora de Presidente, que ahora cualquiera se permite decir la primera barbaridad que se le ocurre, como pedir su renuncia, sin pensar en que el país entraría a la vorágine de la inestabilidad política, como la han sufrido no pocos países de Latinoamérica (y hasta la ya legal Consulta de Revocación de Mandato, es un recurso envenenado que no le conviene al país, pues va a resultar que 18 millones y pico de electores podrían echar al Presidente a la calle, cuando lo pusieron en el cargo 30 millones 113 mil 483 de votantes… ¿qué les piensan decir?… fíjense que nos cayó gordo… nos guste o no, el señor es el Presidente y si no nos gusta, a aguantarse y salir a votar en la siguiente vuelta).
Pero, por más razones que quiera uno dar a los aulladores de moda, se queda uno mudo cuando le recuerdan la siguiente declaración de quien ahora es Presidente: “Si cuando menos no renuncia el gabinete de seguridad, va quedar la idea de que hubo complicidad al más alto nivel en la fuga del Chapo”; tuitazo suyo del 15 de julio de 2015. Sí, si eso dijo por una fuga, qué no se puede decir por haber dejado libre al ‘Chapito’, cuando ya estaba detenido.
Había un rey chiquito… colorín colorado.