Columna Política «La Feria», Sr. López (18-IX-2020).- Tía Macarena se casó con un señor Dilardo al que le decíamos así, por no encontrar apócope posible ni hipocorístico conocido (el apócope, es quitar letras a la palabra: malo, mal; Francisca, Fran; y el hipocorístico es la palabra cariñosa que suplanta un nombre: Alicia, Licha; José, Pepe… como bien sabemos). Bueno, pues tío Dilardo era un conchudo al que todo le importaba un pito y todo posponía.
Ella le decía que no le alcanzaba el gasto, él respondía “luego lo vemos” y lo mismo si hacía falta llevar al dentista a los hijos (dos niñas, lindas, y un varón); y con otro “luego lo vemos”, sacaba el bulto a que debían la renta o a que se acercaba la fecha de los 15 años de la primera de las hijas. Y así, siempre lo mismo, hasta el día en que tía Macarena le cambió cerradura a la puerta de su modesto departamento y al regresar el tío, sin abrir le dijo: -“Ahí nos vemos” –en la mexicana acepción de la frase: hasta nunca. Se tardó.
En medio de la catarata de noticias esperpénticas que supone nuestro gobierno ya nos curtieron la capacidad de asombro e indignación, ayer, en el portal del pasquín Reforma (así lo calificó el Presidente, ‘pasquín’, sin saber, como es normal, que esa palabra designa al escrito ANÓNIMO de carácter político que se fija en sitio público)… bueno, repito, en el portal del Reforma de ayer, se informó:
“Mueren sin quimio 6 niños en 5 días en NL. Seis niños con cáncer que sufrieron la falta de medicamentos para sus quimioterapias en Monterrey, NL, murieron en un lapso de 5 días”.
Y aparentemente, no se movió la hoja del árbol ante semejante atrocidad, abonando a favor de la apuesta presidencial de posponer todo, darle la vuelta, evitarlo -no recibir a la familia LeBaron o a las mujeres-, o mandarlo a “mesas de negociación”, hasta que todo vaya pasando al olvido. Esa es la apuesta del Presidente, que olvidemos, que nos dejemos llevar por la abulia nacional. Se equivoca.
También ayer fue noticia destacada que el gobierno presidido por el gañán Trump, incluyó a México en lista negra de los mayores productores de droga, aderezando eso con estas declaraciones, entre otras: “Estos cárteles representan una clara amenaza para México y la capacidad del Gobierno mexicano de ejercer un control efectivo sobre partes de su país (…)”
No es cosa menor, nuestro vecino, el país más poderoso del mundo, cuestiona la capacidad de nuestro gobierno, de ejercer control efectivo en todo el territorio.
Y a esto, el Presidente López Obrador, respondió: “(…) es un punto de vista que se respeta (…) no vamos nosotros a confrontarnos, tenemos muy buena relación con el gobierno del presidente Donald Trump (…) Amor y paz”. O sea, él cree que su estrategia de emisión masiva de babas, sirve también para vacilarse a la primera potencia militar del planeta, a nuestro principal socio comercial y tradicional NO amigo del país. Sería buenísimo que nuestro Presidente leyera para que se hiciera una idea de lo que son capaces los yanquis cuando de defender sus intereses se trata.
Alguien debería advertir a López Obrador que su estrategia no anula los problemas: los empolla, los encona y entre más tarde se atiendan serán más graves, transformados en agravios que la sociedad no olvida (¡2 de octubre no se olvida!).
Desde asuntos muy obvios hasta otros muy graves, el Presidente demora su atención, le apuesta a que el tiempo los resuelva o si no, los pase al olvido. “Se hace pato”, como decimos a quien hace que la Virgen le habla, a quien se pasa de listo haciéndose tonto.
Muy obvio es que el aeropuerto de Santa Lucía en construcción, llegará al momento en que tengan que aprobarlo los organismos internacionales de aviación, que han dicho varias veces que NO podrá operar simultáneamente con el actual de la CdMx, dejando al país como está: sin el aeropuerto internacional que necesita y estaba en ejecución. Igual mira para otro lado ante la frontal oposición de pobladores y organizaciones ambientalistas, al trenecito Maya y no considera necesario revisar las opiniones de los expertos que le anticipan un gran fracaso en este absurdo proyecto, como hace respecto de la comunicación interoceánica por el Istmo de Tehuantepec y la refinería de Dos Bocas.
La misma estrategia de “voy derecho y no me quito”, “no oigo, soy de palo”, la aplica el “señor todo Palacio”, a asuntos en extremo delicados e importantes: la situación del sur-sureste del país acumula presión, grupos indígenas, sociedad civil, claman por la atención del gobierno federal sobre asuntos que rebasan por mucho las capacidades y facultades de sus gobiernos locales: hay muertos y mucho sufrimiento evitable; lo mismo con las protestas campesinas por los bárbaros recortes presupuestales a su sector o el problema de las aguas en Chihuahua que no se va a evaporar; y la creciente protesta de mujeres hartas de tanto ninguneo y desprecio. Y exactamente lo mismo ante la postura indómita de diez gobernadores: desdén, descalificación, todo, menos resolver sus peticiones, faltaba más: este Presidente no está para resolver problemas sino para aprovecharlos políticamente como siempre ha hecho.
Este señor que en lo primero que pensó fue en darse el gusto de vivir en Palacio Nacional, no pudo cambiar el “modo oposición”, por el “modo gobernar”. No asume que sus palabras son presidenciales ni entiende que sus actos deben dirigirse a todos los mexicanos, hayan o no votado por él, vayan o no a votar por los suyos. Y menos comprende que sus intentos de amedrentar a la prensa y atacarla, solo le garantizan la más cruel respuesta generalizada una vez entregue el poder.
Lo que ya se nota -mucho- es que está enojado, que percibe su declive político y cómo crece el hedor de corrupción de su gobierno. Por eso echó toda la carne al asador, atacando al mismo tiempo a cinco expresidentes. Mal asunto crearse enemigos que no tenía.
Así y todo, gozará por unos muy pocos años más la dicha inicua de oírse y creerse todo poderoso. Luego, por el resto de su vida, a recoger varas.