19 Agosto 2020 Mujer
La crisis provocada por la pandemia de COVID-19 ha incrementado la necesidad de trabajos de cuidado no remunerado en las familias. En América Latina y el Caribe son las mujeres quienes llevan sobre los hombros esa carga de forma desproporcionada. Dos agencias de la ONU instan a transformar este rubro de trabajo, reconociéndolo, reforzando las infraestructuras y políticas de género y los servicios de protección social.
Las mujeres latinoamericanas y caribeñas, sobre todo las más pobres, sufren desproporcionadamente el impacto de la crisis derivada de la pandemia del coronavirus. Son ellas las más afectadas por el desempleo y la pobreza y a ello se suma la pesada carga del trabajo de cuidados no remunerados, una labor invisible y no remunerada.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la oficina regional de ONU Mujeres presentaron este miércoles un documento que urge a transformar ese rubro de trabajo, primero reconociéndolo y, segundo, reforzando las políticas y servicios de protección social con una perspectiva de género.
En este sentido, los organismos de la ONU afirmaron que una economía del cuidado es clave para la recuperación económica sostenible que debe seguir a la actual crisis.
Según las proyecciones de la CEPAL, la tasa de pobreza entre las mujeres aumentará este año 37,4%, un 22% más que en 2019, es decir, 118 millones de mujeres caerán en situación de pobreza en la región en 2020.
Además, el empleo subirá un 6%, llegando a 15,2%, un número superior al desempleo general estimado de 12,3% en Latinoamérica.
Relevancia de los cuidados
El documento presentado afirma que la pandemia ha dejado ver la importancia del trabajo de cuidados y ha puesto en evidencia la insostenibilidad de su distribución actual.
La secretaria ejecutiva de la CEPAL identificó cuatro puntos de desigualdad de género que limitan la autonomía de las mujeres: la división sexual del trabajo, los patrones culturales patriarcales, la concentración de poder y la inequidad económica.
Alicia Bárcena indicó que estos puntos se reflejan y explican claramente en la sobrecarga que padecen las mujeres de los trabajos de cuidados, e instó a transformar el modelo económico que permite esa desigualdad.
“Los sistemas integrales de cuidados pueden convertirse en un verdadero motor de la recuperación socioeconómica de la región que no deje a nadie atrás”, aseveró.
Bárcena llamó a convertir la crisis del COVID-19 en una oportunidad para fortalecer las políticas de cuidados de la región con un enfoque “sistémico e integral”.
“Esto significa incorporar a todas las poblaciones que requieren cuidados y generar sinergias con las políticas económicas, de empleo, salud, educación y protección social, sobre la base de la promoción de la corresponsabilidad social y de género”, abundó.
Según la responsable de la CEPAL, esa es la única manera de superar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia y lograr una reconstrucción más igualitaria que beneficie a todos.
Una mujer refugiada en Brasil confecciona mascarillas de tela.
Distribución desigual
El documento explica que desde antes de la pandemia, las mujeres en América Latina y el Caribe ya dedicaban el triple de tiempo que los hombres al trabajo de cuidados no remunerado y agrega que esta situación se ha agravado por la creciente demanda de cuidados y la reducción de la oferta de esos servicios causada por las medidas de confinamiento y distanciamiento social.
La CEPAL y ONU Mujeres señalaron que los impactos de la emergencia sanitaria en la vida de las personas generan nuevos desafíos de reorganización del trabajo productivo y reproductivo en el corto, mediano y largo plazo, además de que demandan nuevos ritmos y exigencias sobre los sistemas nacionales de educación pública, salud y protección social más allá́ de la crisis.
Romper el círculo vicioso
La directora regional de ONU Mujeres, María Noel Vaeza, dijo que es necesario romper el círculo vicioso que existe entre cuidados, pobreza, desigualdad, precariedad y exclusión.
“Esta crisis es excepcional y requiere de cambios profundos y la ampliación de la protección social, lo que implica nuevos contratos sociales. Es hora de tomar en serio la inversión pública en salud y creación de empleo con un enfoque de género y derechos”, puntualizó.
Vaeza agregó que la inversión en políticas de cuidados genera un triple dividendo ya que, además de contribuir al bienestar de las personas, permite la creación directa e indirecta de empleo de calidad y facilita la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo lo que supone un retorno de ingresos para el Estado vía impuestos y cotizaciones y una mayor renta para las personas.
“Si los gobiernos no se toman en serio la necesidad de fortalecer sistemas de cuidados con corresponsabilidad, esta crisis puede dejar a muchas mujeres fuera de la economía y sin poder ejercer sus derechos económicos y sociales”, concluyó.