Columna Política «La Feria», Sr. López (05-VI-2020).- Ya sabe usted que el primo Danielito (lado materno-toluqueño), tenía un cociente de inteligencia cercano, sin igualarlo, al del caracol de jardín normal. La boleta mensual de calificaciones de Danielito era para alarmar al más burro del sistema educativo nacional (excepto ‘Conducta’, siempre 10, porque era decentísimo); para que le calcule: Primaria se la echó en trece años; Secundaria en siete y entró a la Preparatoria de 27 de edad y como siempre, su promedio era de 3.5 (le ayudaba ‘Conducta’). Un día el más impresentable primo que tenerse pueda, Pepe, inteligentísimo y gandaya ‘summa cum laude’, llegó a visitarlos y se encontró con que los papás de Danielito (tío Daniel y tía Elenita, que jamás lo regañaron y le tenían la paciencia de un cultivador japonés a su ‘bonsái’), estaban hablando con él muy seriamente sobre sus estudios, preguntándole en cuánto tiempo calculaba llegar a 6 de promedio. Pepe, callado, oyó a Danielito responder muy serio: -Este mes –ahí brincó Pepe: -¡Ay, Daniel!… diles que el año que entra… ¿para qué los ilusionas? –y Pepe, que con la familia se portaba gente, tomó como personal el asunto de Danielito y le arregló las calificaciones de toda la ‘prepa’ (no le cuento cómo porque no es cosa de escandalizar a nadie); luego le consiguió título de Ingeniero Civil (jamás ejerció, no se asuste).
La 4T (lea bien: ‘Cuatro T’, no ‘Cuatrote’), porfía en su proyecto (sí, tienen proyecto, ya nos dirán cuál cuando estemos con los nervios templados, no es cosa de provocar, ahorita menos que nunca, una epidemia de diarrea nacional), e insiste en desperdiciar oportunidades de oro para salvar la facha. Mire usted: la pandemia del coronavirus que asola a la patria era la puerta de escape, era suya y la dejaron ir (‘asola’, si quiere ponga ‘asuela’, también vale… no es cosa de andar de fijados con los problemas que tenemos).
Se lo digo en serio: nadie iba a poner mala cara si el Presidente hubiera salido en cadena nacional (horario AAA), serio, sin sonreír (que ya le digan que NO sonría, estamos en un velorio continuo, con la panza pegada al espinazo y ojeras moradas de angustia: cae gordo ver al mandón de turno tan sonriente), serio, repito, diciendo:
-La pandemia, el derrumbe de la economía mundial, la caída del precio del petróleo, nos obligan a reflexionar sobre qué curso seguir. Convoco a la sociedad, a los partidos políticos, universidades, colegios profesionales y organizaciones civiles, a aportar propuestas para establecer, coordinados por los congresos locales y el de la Unión, el ‘Programa Nacional de Salvación’. Los compromisos de campaña y de gobierno, quedan suspendidos: la naturaleza y fenómenos económicos ajenos a nuestra voluntad (en plural mayestático, para que sienta bonito), imponen un drástico cambio de rumbo con el esfuerzo y la mejor buena fe de todos, sin partidismo ni sesgo político, ¡entre todos hemos de salvar a la Patria! (aquí puede quebrar la voz, siempre pega, el respetable es muy noble)… ¡qué viva México! (si anda de humor lo puede decir tres veces) –bien editado por los de TV Azteca o Epigmenio Ibarra (que para eso son los amigos), hubiera sido un trancazo… y hubiera quedado libre de su montaña de promesas imposibles de cumplir, sin un reclamo de nadie… la naturaleza, lo sucedido en el extranjero… hasta el crimen organizado le hubiera entrado a apoyar, seguro, necesitan clientela y la creciente pobreza y cierre de negocios, les afecta el bolsillo (¡vivos!)
Pero, no. Él, como Manolete, no se mueve para atrás un milímetro aunque sea obvio que el toro va al cuerpo y que lo va a… embestir (luego usted toma las cosas con doble sentido), y por eso antier, desde Mérida, declaró:
“Veo con optimismo el futuro (…) de julio hacia adelante vamos a recuperarnos”. También dijo que se perderán solo 455 mil empleos (no los doce millones que reportó su propio gobierno, que el Inegi es parte de eso que así llamamos sin ironía), y remató de pecho, asegurando que los 93 mil contagiados de Covid-19 y los más de 10 mil muertos, son cifras que usan sus opositores con fines políticos, lo mismo que con la cuestión económica: “Quisieran que se desplomara por completo la economía nacional, pero no les está resultando; sus pronósticos no tienen que ver con la realidad”. ¡Torero, torero!
El optimismo (del latín ‘optimum’, ‘lo mejor’), es muy bueno cuando lleva uno serenata a la doncella que requiebra, para ir a pedir aumento de sueldo, fiado o rellenar el Melate… pero a veces, recién atropellado, entrando a la cárcel o viendo que no le alcanza para pagar la cuenta del restaurante, el optimismo se acerca a la tontería. Ante la adversidad se puede ser valeroso, enérgico, firme y afrontarla con serenidad, pero no optimista que es sinónimo de iluso, confiado, crédulo y otros 20 adjetivos que sin ofender, equivalen a estupidez: ¿optimista?… le acaban de decir al salir de la anestesia que quedó parapléjico, con brazos y piernas inmóviles para siempre, usted no le dice al médico que sea optimista, no, recibe el trancazo de noticia y la toma con fortaleza, eso sí, pero no se pone optimista.
Y asumir públicamente que a partir de julio ‘vamos a recuperarnos’ tiene un intenso tufo a mentira, porque si no es embuste, si lo dice porque así lo piensa, tenemos un problema muy serio, usted escoja: al señor lo informan mal (y es muy ingenuo, ignorante o inepto), o si le informan la verdad, entonces el señor no la capta, la rechaza (aun sin mala intención), por algún síndrome que toca a los psicólogos definir (se sugiere neurosis narcisista, pero ¡quién es uno para opinar!).
Por último, de este rosario de sinsentidos, suponer que alguien quiere que la economía nacional se hunda es ir muy lejos: nadie quiere a medio Atlántico, que se hunda el barco en que va porque le cae mal el Capitán: la dicha inicua de tener la razón tiene límites, todo tiene límites. Ojalá alguien de sus cercanos se arme de valor y le recuerde que hay ausencias que triunfan… y que él es el andariego.