28 de mayo del 2020.- Los efectos del confinamiento en el medio ambiente han demostrado que sí es posible vivir en un mundo con aire más limpio, así como trabajar y transportarnos de manera más saludable. Además, el COVID-19 ha demostrado la necesidad de estar sanos para evitar correr mayores riesgos. La agencia de salud de la ONU, con el apoyo de millones de trabajadores sanitarios ha publicado un manifiesto con los pasos a seguir para una recuperación verde y saludable de la pandemia.
El costo humano del coronavirus ha sido devastador, y las llamadas medidas de bloqueo han dado un vuelco a la vida “normal”, pero la crisis puede ser una oportunidad para un futuro mejor, aseguró este miércoles el director de la Organización Mundial de la Salud.
“La pandemia nos ha dado una idea de cómo podría ser nuestro mundo si tomáramos los audaces pasos necesarios para frenar el cambio climático y la contaminación del aire. Nuestro aire y agua pueden ser más limpios, nuestras calles pueden ser más tranquilas y seguras, y podemos encontrar nuevas formas de trabajar mientras pasamos más tiempo con nuestras familias”, expresó Tedros Adhanom Gebreyesus.
El martes, unos 40 millones de profesionales de la salud enviaron una carta a los líderes de cada una de las naciones del G20, pidiendo una recuperación saludable y verde del COVID-19.
Con el apoyo de estos trabajadores esenciales, la Organización ha publicado un manifiesto con seis simples recomendaciones:
Una playa limpia en Long Island, Nueva York.
1. Proteger y preservar la fuente de la salud humana: la naturaleza
Las economías son producto de sociedades humanas saludables, que a su vez dependen del medio ambiente natural, la fuente original de todo el aire, agua y alimentos limpios.
Las presiones humanas, desde la deforestación, hasta las prácticas agrícolas intensivas y contaminantes y el manejo inseguro y el consumo de vida silvestre, socavan estos servicios. También aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas emergentes en humanos, más del 60% de las cuales se originan en animales, principalmente en la vida silvestre.
Los planes generales para la recuperación posterior a COVID-19, y específicamente los destinados a reducir el riesgo de futuras epidemias, deben ir más allá de la detección temprana y el control de los brotes de enfermedades, también necesitan disminuir nuestro impacto en el medio ambiente.
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Niños en Jordania se lavan las manos en su escuela apoyada por UNICEF.
2. Invertir en servicios esenciales, desde agua y saneamiento hasta energía limpia en instalaciones sanitarias
En todo el mundo, miles de millones de personas carecen de acceso a los servicios más básicos que se requieren para proteger su salud, ya sea de COVID-19 o de cualquier otro riesgo.
Las instalaciones de lavado de manos son esenciales para la prevención de la transmisión de enfermedades infecciosas, pero un 40% de los hogares no las tienen.
Los patógenos resistentes a los antimicrobianos están muy extendidos en el agua y los desechos, y se necesita un manejo adecuado para evitar la propagación a los humanos. En particular, es esencial que las instalaciones de atención médica estén equipadas con servicios de agua y saneamiento, incluido el jabón y el agua que constituye la intervención más básica para reducir la transmisión del SARS-CoV-2 y otras infecciones, el acceso a la energía necesaria para llevar a cabo la mayoría de los procedimientos médicos y los equipos de protección para los trabajadores de la salud.
En general, los riesgos ambientales y laborales evitables causan aproximadamente una cuarta parte de todas las muertes en el mundo. La inversión en entornos más saludables para la protección de la salud, la regulación ambiental y la garantía de que los sistemas de salud sean resistentes al clima, es una barrera esencial contra futuros desastres y ofrece algunos de los mejores beneficios para la sociedad.
Por ejemplo, cada dólar que se invirtió en el fortalecimiento de la Ley de Aire Limpio de los Estados Unidos ha devuelto 30 dólares en beneficio a los ciudadanos estadounidenses, a través de una mejor calidad del aire y una mejor salud.
Una estación de extracción de petróleo en altamar.
3. Asegurar una transición energética rápida y saludable.
Actualmente, más de siete millones de personas al año mueren por exposición a la contaminación del aire, 1 de cada 8 las muertes en el mundo. Más del 90% de las personas respiran aire exterior con niveles de contaminación que exceden los valores de referencia de calidad de aire. Dos tercios de esta exposición a la contaminación exterior son el resultado de la quema de los mismos combustibles fósiles que impulsan el cambio climático.
Al mismo tiempo, las fuentes de energía renovable y su almacenamiento continúan bajando de precio, aumentando la confiabilidad y proporcionando trabajos más numerosos, más seguros y mejor pagados. Las decisiones de infraestructura energética tomadas se mantendrán durante las próximas décadas.
Varios de los países que fueron los primeros y más afectados por COVID-19, como Italia y España, y los que tuvieron más éxito en el control de la enfermedad, como Corea del Sur y Nueva Zelanda, han puesto el desarrollo verde junto con la salud en el corazón de sus estrategias de recuperación de COVID-19. Una rápida transición global hacia la energía limpia no solo cumpliría con el objetivo del acuerdo climático de París de mantener el calentamiento por debajo de los 2 ° C, sino que también mejoraría la calidad del aire hasta el punto de que las ganancias de salud resultantes compensarían el costo de la inversión hasta dos veces.
El mercado Lo Valledor, principal mayorista de Chile, durante la pandemia de COVID-19
4. Promover sistemas alimentarios saludables y sostenibles.
Las enfermedades causadas por la falta de acceso a los alimentos o por el consumo de dietas poco saludables y altas en calorías son ahora la principal causa de problemas de salud a nivel mundial. También aumentan la vulnerabilidad a otros riesgos: afecciones como la obesidad y la diabetes se encuentran entre los principales factores de riesgo de enfermedad y muerte por COVID-19.
La agricultura, particularmente la destrucción de tierras para criar ganado contribuye aproximadamente un cuarto de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, y el cambio en el uso de la tierra es el principal impulsor ambiental de los nuevos brotes de enfermedades.
Existe la necesidad de una transición rápida hacia dietas saludables, nutritivas y sostenibles. “Si el mundo pudiera cumplir con las pautas dietéticas marcadas por la Organización Mundial de la Salud, esto salvaría millones de vidas, reduciría el riesgo de enfermedades y reduciría en gran medida las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero”, asegura la Organización.
Un barrendero limpia las calles del Palacion Maya en la ciudad de San Marcos en Guatemala.
5. Construir ciudades saludables y habitables.
Más de la mitad de la población mundial ahora vive en ciudades que son responsables de más del 60% de la actividad económica y las emisiones de gases de efecto invernadero. Como las urbes tienen densidades de población relativamente altas y están saturadas de tráfico, muchos viajes se pueden realizar de manera más eficiente en transporte público, a pie y en bicicleta, que en automóviles privados. Esto también trae importantes beneficios para la salud al reducir la contaminación del aire, las lesiones causadas por el tránsito y las más de tres millones de muertes anuales por inactividad física.
Muchas de las ciudades más grandes y dinámicas del mundo, como Milán, París y Londres, han reaccionado a la crisis de COVID-19 al peatonalizar las calles y expandir las ciclovías de forma masiva, lo que permite el transporte con distancia física durante la crisis y ha mejorado actividad económica y calidad de vida.
6. Dejar de usar el dinero público para financiar la contaminación
El daño económico del COVID-19, debidoa las medidas necesaria para su control, es muy real y ejercerá una gran presión sobre las finanzas del gobierno. La reforma financiera será inevitable para recuperarse de COVID-19, y un buen lugar para comenzar es con los subsidios a los combustibles fósiles.
A nivel mundial, se gastan aproximadamente 400.000 millones de dólares cada año del dinero de los contribuyentes para subsidiar directamente los combustibles fósiles que están impulsando el cambio climático y causando contaminación del aire. Además, los costos privados y sociales generados por la salud y otros impactos de dicha contaminación generalmente no están incluidos en el precio de los combustibles y la energía. Incluyendo el daño a la salud y al medio ambiente que causan, el valor real del subsidio supera el medio billón de dólares por año, más de lo que todos los gobiernos de todo el mundo gastan en atención médica, y alrededor de 2000 veces el presupuesto de la Organización Mundial de la Salud.
Poner un precio a los combustibles contaminantes en línea con el daño que causan reduciría aproximadamente a la mitad las muertes por contaminación del aire exterior, disminuiría las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un cuarto y aumentaría aproximadamente el 4% del PIB mundial en ingresos. Deberíamos dejar de pagar la factura de la contaminación, tanto a través de nuestros bolsillos como de nuestros pulmones.
Un amanecer visto desde la torre de observación de Paalijärvi en Finlandia.
Un movimiento global por la salud y el medio ambiente
“A medida que algunos países comienzan a reabrir sus sociedades y economías, la pregunta que debemos responder es si volveremos a ser como eran las cosas o si aprenderemos las lecciones que la pandemia nos está enseñando sobre nuestra relación con nuestro planeta. Reconstruir mejor significa reconstruir de manera más ecológica”, concluye el director de la Organización Mundial de la Salud.
La crisis de COVID-19 ha demostrado que las personas apoyarán incluso políticas difíciles si la toma de decisiones es transparente, basada en evidencia e inclusiva, y tiene el objetivo claro de proteger su salud, sus familias y sus medios de vida, en lugar de servir a intereses especiales. Esto debe reflejarse en la forma en que se elaboran las políticas.