Columna Política «La Feria», Sr. López (15-IV-2020).- Tía Elenita se divorció de su marido, porque cambió de coche. Tal cual. Quien fue su esposo, tío Tino (Constantino), era un señor un poquito egoísta y estando en la funeraria, en el velorio de tía Elena Grande (su suegra), avisó que iba a salir un rato. Se fue a comprar el auto. Al ir al estacionamiento para acompañar el cortejo rumbo al cementerio, tía Elenita, al verlo abrir la portezuela de un coche que no conocía, le preguntó de quién era y el respondió: -Mío, fui por él hace ratito, ya lo tenía apalabrado –y del cementerio tía Elenita se fue a casa de su difunta mamá. Nunca volvió con él ni le perdonó que tuviera cabeza para eso en pleno velorio. La gota que derramó el vaso.
Ayer el Presidente propuso que la Consulta de Revocación de Mandato cambie para el próximo año 2021, coincidente con las elecciones generales que habrá. No. No, señor:
No son tiempos de tener cabeza para esas cosas cuando México está entre dos fuegos: la pandemia del Covid 19, disimulando que el sistema nacional de salud está si no desmantelado, sí muy endeble (¿y el Insabi, ‘apá?), y una crisis económica de pronóstico reservado, agravada enormemente por la dogmática política de abandono de la planta productiva nacional (aplican restricciones: está exento Ricardo Salinas Pliego, el de Banco Azteca, Elektra y TV Azteca). Y menos si la propuesta tiene tufo a aprovechar el apoyo en dinero contante y sonante para los casi 22 millones de beneficiarios que le seleccionaron los ‘Servidores de la Nación’, que es hora no sabemos quién les paga ni quién los coordina, lo que en este nuestro risueño país, todos sabemos qué significa. En México no hay truco electoral desconocido y de algunos no pocos deberíamos cobrar derechos de autor.
Y ante las críticas que merecida e inmerecidamente recibe el Presidente, surgen con nuevos bríos los chairos enredados (los de las redes), insultando y descalificando a diestra y siniestra a cualquier insensato que se atreva a no estar plenamente de acuerdo (plenamente, si no, no vale), con lo que sea que diga y como lo diga nuestro sacro Ejecutivo federal. Y esos que no están plenamente de acuerdo en todo y siempre con el Presidente, no tienen excusa y es de su responsabilidad haber olvidado lo que nos explicó el virrey Pancho de Croix en 1767, que hemos “nacido para obedecer y callar, no para opinar sobre los elevados asuntos del gobierno”… sí, cómo no.
Esos que con tanta vehemencia defienden a nuestro Presidente tienen una última carta que echan sobre la mesa cuando ya quieren ahorrarse el trabajo de convencer a nadie y dicen que hay la zafia intentona (compló’, diría el clásico), de ‘regresar al pasado’.
‘Regresar al pasado’, su peor amenaza y lo preguntan en tono retador a los que muestran su desacuerdo con la 4T y su adalid, el Presidente: ¿qué quieren, regresar al pasado? (¡oooh! de terror del respetable).
Bueno… si no estamos hablando en serio, porque ‘regresar al pasado’ es un imposible ontológico, tomándonos la cosa por el lado retórico, como el simple acto de ventilar la garganta y emitir ruido con babas, habría que advertir a los sentenciosos chairos, que lo que alguna gente teme es que se esté intentando el regreso no al pasado, sino al antepasado, a la presidencia imperial que tanto trabajo costó arrumbar.
Cualquier tenochca simplex que lleve a cuestas poco más de seis décadas disfrutando las trepidantes emociones de vivir en esta nuestra risueña patria, no puede evitar sentir que esto es un “déjà vu”, que estamos viviendo en el presente algo ya antes vivido, concretamente el ‘echeverriato’, con sus retoques de ‘lópezportillismo’, como últimos exponentes máximos del régimen de un solo hombre, dueño de vidas y Hacienda (de vidas, hoy, Covid 19 mediante; de Hacienda porque Urzúa aventó el arpa y don Herrera al requinto, sigue al de la voz, al Presidente, cante lo que cante).
Si de veras preguntan formalmente si queremos regresar al pasado, podemos responderles primero, lo que no queremos: volver al régimen de partido único, de gobierno completo arrodillado ante el Tlatoani que puede pedir y pide sacrificios, como portavoz único de un Huitzilopochtli de horrible memoria.
Y segundo: si la amenaza es que regresaremos al pasado, habrá que aclarar que al menos en el discurso, estamos antes que en el pasado y que regresar al pasado inmediato sería avance. Y que no chiflen de lado, no se ofendan ni lo nieguen: es el propio Presidente el que nos propone-impone, polémicas y disputas del siglo XIX (conservadores contra liberales… ¡a estas alturas!), y del XX, Madero y Cárdenas (cosas que hacen hervir el espíritu patrio: sí, hay que tirar a Porfirio Díaz; sí, que ‘expropie’ el petróleo, cosa que por cierto, no hizo don Lázaro porque era nuestro, siempre fue de la nación, como bien definió la corona española en su momento, con fundamento en el derecho romano); y él mismo, el Presidente, se encarga de conservar fresco el recuerdo de Calderón, quien dejó la presidencia en ¡2012!, saltando con gracia sobre los seis años de Peña Nieto, que de a poquitos se borra y disfruta con sospechosa placidez de su retiro en España.
Además: si pensar en cómo resolver los estragos de la pandemia, si exigir información veraz (sin ‘neumonías atípicas’), si avisar que nos llevan a la ruina como país las disposiciones unipersonales que sobre el manejo de las consecuencias económicas de esto, es un ‘salto atrás’, pues que lo llamen así: se trata de evitar cuanta muerte evitable sea posible y un desempleo masivo que va a crear una nueva masa de pobres. Sin analogías guangas, sea para atrás, para un lado o el otro, si quiere con media vuelta, pero poner remedios no agravar la crisis, es obligación de las autoridades.
Asuntos de la comida de millones y la salud de todos, no se resuelven neceando ni con dogmas. Y si de lo que se trata es de poner las cosas lo más mal posible para hacer irremediable una autocracia de facto, les tenemos noticias: eso no es volver al pasado, es brincar al vacío.