Columna Política «La Feria», Sr. López (20-III-2020).- Tío Mario (lado materno-toluqueño), era buena gente pero no muy activo: trabajaba en el gobierno del entonces DF, de siete de la madrugada a una de la tarde: atrás de un mostrador leía el periódico, si le llevaban un papel, lo sellaba de recibido, leyendo el periódico, y lo echaba a un cesto al lado de su silla, leyendo el periódico (alguien vaciaba el canasto, él no, era sindicalizado, no debía exceder funciones). Terminadas sus labores, iba en camión al departamentito en que vivía con su esposa y dos hijos, comía, dormía siesta, oía radio (no tenían televisión), cenaba y ¡hasta mañana! Si su sueldito alcanzaba o no para el gasto de la casa, eso no le quitaba el sueño. Su esposa, tía Lita (Carmela, Carmelita, Lita; una veracruzana de fuego), harta de hacer milagros con el dinero, de repente salió con que había conseguido un trabajo de nueve a dos y de cuatro a siete; a veces llegaba tarde.
Tío Mario, contra las costumbres del México de la primera mitad del siglo pasado, estuvo de acuerdo (claro), quiso saber dónde era el trabajo, qué iba a hacer y cuánto iba a ganar, información toda, que ella se reservó.
El dinero se nota: antes de un año tía Lita compró un Fiat viejito con el que aprendió a manejar; luego una casita (‘monísima’) en la colonia Condesa con una hipoteca que ella pagaba; luego, cambió a sus hijos a un colegio particular; después cambió el coche por un Chevrolet Bel Air 54, nuevecito; luego cambió todos los muebles de la casa y al fin, cambió de marido. Tío Mario siguió en su trabajo de siempre, se jubiló y si salía el tema, nomás decía: -El dinero no es todo –sí, nadie ha dicho eso.
Ni modo, hablemos de epidemias. Digamos sin precisión, que epidemia es el aumento de un mal que ataca a un número superior a lo esperado (no es eso, pero digámoslo así).
Bueno, en México, durante la conquista y época colonial, hubo varias grandes epidemias (viruela, sarampión y ‘cocoliztli’, una fiebre hemorrágica de la que todavía no se sabe bien a bien qué fue, parece que salmonela), el caso es que en 1519, 1576, 1600 y 1736, la población original de México quedó en solo dos millones; se calcula que murió el 80% de los indígenas.
Luego, en 1813 fue la epidemia de tifo en Cuautitlán, con 3,114 fiambres en siete meses. En 1833 el cólera mató a 324 mil. En 1883 en Mazatlán, la fiebre amarilla se escabechó al 16% de la población (por ahí de 2,500).
Entre 1902 y 1903, otra vez en Mazatlán, la peste negra le costó la vida al 71% de los infectados (dicen que 582… ha de ser). En 1918 la influenza española mató a 500 mil en todo México. De 1940 a fines del siglo XX sufrimos 24 mil muertes al año por paludismo. De 1948 a 1955, la terrible poliomielitis afectó a 1,100 personas.
En el siglo XXI, en 2009 la influenza A/H1N1 enfermó a 70 mil y quitó la vida a mil (16 mil difuntos en todo el mundo).
Otro tipo de ‘epidemias’ (ojo con las comillas, no está loco el del teclado), nos cuestan muchos muertos: los asesinatos relacionados con la delincuencia organizada, cerca de 90 al día; mujeres asesinadas, entre 10 y 11 por jornada; cada día, no se distraiga, cada día en esta nuestra risueña patria, mueren por aborto más de 2,700, más de un millón al año (de esos, legales, 57 diarios en la capital del país).
Al día de ayer, por el Covid 19, se tienen registrados 164 enfermos (tres graves) y un fallecido. ¿Entonces no hay que preocuparse?… no, al revés: hay que hacer lo que todos sabemos: obedecer las indicaciones de nuestras autoridades sanitarias y a nuestro sentido común, para que no vayamos a tener un despelote mayúsculo… y por cierto: ¿cuándo cotiza como epidemia el sarampión, porque en la CdMx, es casi igual el número de enfermos de eso que del Covid 19… ¿y la varicela?: en la capital del país se tenían 127 casos en diciembre pasado… ¿por qué no se vacunó?… ¿quién da la cara?
Nuestros médicos saben qué hacer, la Secretaría de Salud, también. Podemos confiar en su capacidad profesional, sin duda. Otra cosa es que haya o no los recursos materiales para esto.
Otra cosa también y que no es momento de discutir, ya habrá tiempo, será que nos explique alguien por qué se redujo este año el 10% el presupuesto para vigilancia epidemiológica.
También llegará el momento de evaluar el desempeño de nuestro Secretario de Salud (instalado en modo florero), y la notoria la ausencia y mudez de los titulares del IMSS y el ISSSTE.
Ya tendremos un rato para averiguar si las no pocas protestas de personal del IMSS por falta de abasto de medicamentos y material de curación eran ciertas; y también se aclarará la denuncia pública de instrucciones ‘raras’ en el ISSSTE. Ya habrá tiempo.
Ahorita, a lo que importa: contener las infecciones y que se atienda bien a los enfermos… el Covid 19 dejará, lamentablemente, una estela de muerte y sufrimiento, sí, pero, curioso virus este, también de estropicios económicos y súbita interrupción de vida política de especialistas en doblar el lomo, decir ‘sí señor’ y trepar y trepar… bueno, ya llegará el momento… en 2021, por ejemplo… y en 2022.
Y después de todo, también deberemos todos reflexionar sobre nuestra conducta diaria. Pensar que sí tenemos derecho a exigir servicios médicos públicos de calidad, pero, muy dentro de nuestra conciencia, revisar si somos ciudadanos de calidad. No se enoje, es a la buena.
¡Ah! y por supuesto habrá tiempo para evaluar con serenidad, seriedad y prudencia, el comportamiento de nuestro Presidente de la república. Sin apasionamientos, sin fobias. Para explicar esto: imagine a Churchill diciendo a los británicos ante la inminente invasión nazi, que tenía su ‘¡detente!’, y exhibir una estampita de un santo.
No lo olvide, nuestro Presidente prefiere 10% de experiencia y 90% de honestidad y nadie en su sano juicio escoge médico con ese criterio… pero, ya habrá tiempo y momento adecuado. Lo de la pobreza franciscana suena bien, el dinero no es la vida, no todo es de dinero, pero falta saber si fue cierto y si fue correcto.
Con la pena, se acabó el cuento.