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Nuestro petróleo (Columna Política «La Feria», Sr. López)

Columna Política «La Feria», Sr. López (22-I-2020).- Usted ni se imagina lo que era a mediados del siglo pasado, encargar un bebé sin los previos trámites legales y religiosos: una tragedia. Y habitualmente la solución era una boda al vapor con cualquier excusa rara, calculando que el enlace coincidiera más o menos con dos meses de gestación para poder afirmar que el nene era sietemesino, aunque naciera de cinco kilos. Era tan grave la cosa que a veces, a veces, para que a alguna chamaca se le hiciera el capricho de casarse con el de su preferencia, había mamás que aconsejaban a sus hijitas (muy a las calladas), que se embarazaran (¡oh, sí!, hubieron casos). Y eso sucedió con Valente, hijo mayor de tía Valentina, señora de pelo en pecho con más experiencia de la vida que Plutarco Elías Calles y más calzones que Pancho Villa (sí, de las de Autlán), a la que fueron a ver los papás de una jovencita, chula ella, pasada de vivaracha, que a la tía no le gustaba para su hijo -doncel alto, gallardo, garrudo, ojo azul, guapo de película en CinemaScope de la 20th Century Fox-; avisándole que la doncella ya no lo era y estaba en buena esperanza por obra y gracia de Valente, quien tenía que ‘responder’ (así se decía al exigir boda). Pero la tía de tonta no tenía un pelo. Pidió un momento a solas con su hijo. Le preguntó si él ‘había cabalgado los cielos y ella tronchaba lirios con sus manos’ (como diría don Federico refiriéndose al intercambio lúdico de secreciones corporales; claro, la tía nunca leyó a García Lorca y se lo preguntó con una frase poco elegante:-¿Te la…?); él dijo que sí y tía Valentina, sin pudor, preguntó si mucho o si poco. Enterada de que se trataba de un solo evento (para él y que la doncella era experta amazona en esas lides), regresó con los papás de la niña y les hizo saber que ella se quedaba en su casa, a buen resguardo y que habría boda en cuanto se le notara la panza. No se quedó la niña. No hubo panza. No hubo boda. Hay mentiras con fecha de caducidad. Y Valente repuso la tranca de la puerta que le rompió su mami en los lomos.

Ayer, 21 de enero, muy presente tenga usted, nuestro Presidente nos dio una muy buena noticia respecto del petróleo: “Por primera vez en 14 años no se cayó la producción el año pasado y ya empezamos a levantar, porque estamos trabajando”. ¡Alabado sea el Señor!

Ya nos estaba haciendo falta una buena, no todo han de ser rifas, cadáveres o improductivo interno bruto. Dijo más (señalando diciembre de 2018 en una gráfica que alguien de su gobierno preparó): “Aquí agarramos nosotros el Gobierno. Un millón 720 barriles. Nada más aquí se cayeron 200 mil en un año. Se suponía que con la reforma energética íbamos a estar en este año con tres millones de barriles. Así engañaron a la gente”. Lo bueno es que ya llegaron ellos. ¡Dios aprieta pero no afloja -no… perdón-, pero no ahorca!

Y repitió: “Por primera vez no se cae la producción el año pasado -sic- y ya empezamos a levantar, y vamos para arriba porque estamos trabajando en 20 campos petroleros” (y no sabe uno dónde tienen la cabeza los de su equipo: al entrar los reporteros a la mañanera en Palacio Nacional, deberían darles bolsitas de confeti… no, cuetes no).

Ahogados de felicidad todos nosotros los del peladaje, ayer mismo, una dependencia del Poder Ejecutivo Federal, la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), reportó que en 2019, la producción de petróleo crudo lejos de no caer (como proclamó nuestro Presidente), y sin empezar a levantar (como festejó nuestro titular del Ejecutivo), cayó el 7%. El gozo al pozo (petrolero, claro). Y en mejor ocasión (no sea imprudente), preguntaremos dónde está todo el crudo que ya no nos roban los huachicoleros, digo, si la producción bajó… pero, no es fino hablar de la soga en casa del ahorcado.

Durante 2019, la producción de crudo en el país, fue de un millón 679 mil barriles diarios, en 2018 fue de un millón 810 mil barriles por día: en el primer año de la 4T  el promedio de producción fue el más bajo de los últimos 15 años.

Lo anterior a pesar de la estrategia de nuestro Presidente quien nombró Director General de Pemex al ganadero Octavio Romero Oropeza, especializado en agricultura tropical, egresado del Colegio Superior de Agricultura Tropical, en Cárdenas, Tabasco (cédula profesional 11298821, expedida en 2018… fíjese bien).

A don Romero parece que la política no se le da: en dos ocasiones perdió la elección a la Alcaldía Centro de Tabasco, en 1997 con las siglas del PRD y en 2016 ya con Morena, pero sí fue diputado federal (plurinominal, sin un voto), por el PRD de 1994 a 1997. Luego cuando nuestro Presidente fue Jefe de Gobierno del entonces D.F. lo hizo su Oficial Mayor de 2000 a 2005 (es de sus confianzas: cuando nuestro Presidente fue Presidente Legítimo de la República, de 2006 a 2012, don Romero fue nombrado titular de la Secretaría de la Honestidad y Austeridad Republicana… agüita pa’l calor).

A don Romero parece que la administración pública tampoco se le da: siendo Oficial Mayor del entonces D.F., fue acusado de haber metido a la nómina de la Oficialía a 37 parientes directos e indirectos, asunto que aclaró la Contraloría del propio gobierno del D.F.: fueron errores de ‘llenado’ en los documentos de contratación. ¡Mal pensados!

Pero la mala suerte persigue a don Romero: en 2017 el presidente de la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Asamblea Legislativa de la capital del país, Iván Texta Solís, declaró tener ‘pruebas’ del enriquecimiento ilícito de don R. La calumnia murió de inanición… parece.

Por cierto: el Colegio donde estudió don Romero desapareció el 23 de julio de 1985 por Acuerdo Presidencial (número 291074), 33 años antes de expedirle su cédula de ingeniero. Puede ser pero se ve fatal. 

Bueno, a lo nuestro: no le jueguen chueco a nuestro Presidente, con qué derecho lo hacen exhibirse. Que la CNH de nuestro gobierno, se ponga de acuerdo con Pemex, de nuestro gobierno, para que el Presidente de nuestro gobierno, nos diga que pasa con nuestro petróleo.

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