Columna Política «La Feria», Sr. López (03-I-2020).- Tía Rita -lado paterno, de las de Autlán, Jalisco-, sabía todo de dos cosas: de cocina y de hombres (más de lo segundo, nunca tuvo marido y sí siete hijos: una nena y seis varones). Con su amplia experiencia, a los hijos hombres los trajo a raya, y a su hija le enseñó todos sus secretos (los culinarios). Un gallardo doncel oriundo de Guadalajara pretendía a la nena que se pasaba de guapa y ya estaba en edad de contribuir al crecimiento de la especie, pero algo no le gustaba a la tía del apuesto mancebo, no sabía qué, pero no le latía. La cosa fue rápido porque el galante aspirante a marido, hablando era mejor que Churchill en su discurso, ‘No nos rendiremos jamás’ (4 de junio de 1940, ante la inminente invasión alemana, sabiendo que la tenía perdida). Hubo boda. Pasaban los meses, su hija andaba como tristona, la tía le preguntaba cómo iba todo y la joven decía ‘bien’, con tono de ‘mal’. Pasó el año y la tía, a la ranchera, sin sutilezas, supo que su niña seguía en el estado previo a la boda. Resolvió el asunto el mismo día: -Tú de esta casa no sales –le ordenó a ella, a uno de los hijos lo mandó por el párroco y cargando las seis balas de su Colt 45, agregó-: a tu remedo de marido lo traigo yo, él solito aclara esto con el cura-, y ¡vaya que lo aclaró!: no ha habido una anulación matrimonial más rápida en la historia de la santa madre iglesia. Puro pico era el galán tapatío, puro pico.
Pasado un año, un mes y tres días de iniciado el presente gobierno federal, no es comer ansias ni andar con prisas, solicitar como manda la ley (artículo 8 constitucional: por escrito, de manera pacífica y respetuosa, en nuestra calidad de tenochcas 100%), que nos hagan favor de decirnos qué es esto:
¿Es un gobierno de izquierda?… no lo parece: la política económica y las finanzas públicas se manejan en apego a la más pura y dura ortodoxia neoliberal (digo, ya el FMI recomienda que no exageremos y gastemos en inversión productiva aunque nos crezca algo el déficit fiscal).
¿Es una revolución pacífica? (como varias veces ha dicho nuestro Presidente)… bueno, pues pudiera ser, porque sí hay de esas y sin necesidad de elaborar una nueva Constitución, pero para ello, para ser una revolución sin fiambres, debe establecerse un nuevo modelo, arquetipo, paradigma que cambie radicalmente la estructura, funcionamiento y objetivos del gobierno. En la realidad nada de eso ha sucedido (en el papel, algo, pero el papel aguanta todo).
La realidad objetiva mexicana es la misma hoy que la del 1 de enero de 1994 (fecha de entrada en vigor del TLC), y sin estirar de más los hechos, estamos mucho más dentro del antiguo régimen que entonces, con intensos aromas al más antiguo y fiel echeverriato (1970-1976), último Presidente que sí concentró absolutamente todo el poder en sus manos; y la reminiscencia alcanza hasta en la verborrea al uso. Nadie puede hacer frases históricas diario. Nuestro actual Presidente en lo que lleva al frente del Ejecutivo, ha hablado más que Jesucristo (con respeto).
Y tan nada ha cambiado (aparte de los nombres de algunas instituciones y programas), que al cierre de noviembre pasado, CompraNet (el sistema electrónico de información pública del gobierno, de nuestro gobierno, del gobierno que preside Andrés Manuel López Obrador), reportó que la actual administración adjudicó de manera directa el 77% de sus contratos, porcentaje ligeramente mayor al del sexenio anterior; rara manera de combatir la corrupción. Nomás para que le tome la temperatura el enfermito:
El 28 de junio de 2017 los entonces diputados por Morena Rocío Nahle García, hoy Secretaria de Energía, y Vidal Llerenas, actual alcalde de Azcapotzalco, presentaron un punto de acuerdo al Pleno, solicitando la intervención de la Auditoría Superior de la Federación, denunciando que la “relación de negocios con la esfera del poder político en México es la que produce los grandes hechos de corrupción que algunos especialistas han caracterizado como estructural y cuya persistencia pone en riesgo a nuestra incipiente democracia. Urge desmontarla a través de la acción decidida de las instituciones”. El punto de acuerdo era contra las empresas IUSA y Controles y Medidores Especializados (Conimed), a las que la CFE compraba la mayoría de los medidores de consumo de energía eléctrica mediante contratos multimillonarios.
El punto fuerte de la denuncia ante el Pleno de la Honorable Cámara de Diputados (así se dice, no es que le conste a uno), la principal razón de Morena para solicitar una auditoría a esas empresas, era que el director General Adjunto de IUSA era (y es), Raúl Salinas de Gortari (¿sí le suena, verdad?), de quien dijeron cosas muy feas que a uno no constan (ni a ellos), pero, hágase de cuenta que le fueron a avisar al Papa que el Demonio era su monaguillo.
Así las cosas y para lucir que luchan a brazo partido contra la corrupción, el 27 de junio de 2019, la prensa nacional informó que la CFE, bajo la atinada dirección del recién lavado y planchado Manuel Bartlett, otorgó a IUSA y Conimed, el 87% de los contratos para suministrar los medidores de ‘luz’ (sic). Por cierto IUSA y Conimed, son investigadas por la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) por la presunta simulación de competencia entre ellas. ¡Qué feo ser mal pensados y encontrarle pegas a todo!
Bajarle a la corrupción no es puntada de nuestro Presidente ni un acto heroico personal, sino parte de compromisos internacionales vigentes adquiridos por el país, en convenciones internacionales: la Convención Interamericana Contra la Corrupción (CICC); la Convención para Combatir el Cohecho de Servidores Públicos en Transacciones Comerciales Internacionales (Convención Anti cohecho); y la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (UNCAC o Convención de Mérida).
El libre comercio en que estamos remachados, soldados y pegados con Kola Loka, no acepta competir contra corruptos. No es cosa de decencia, son negocios.
Por eso, en serio: ¿qué es esto?