Columna Política «La Feria», Sr. López (13-XI-19).- Usted no lo sabe si sus abuelos no nacieron en el siglo XIX, pero a este menda le tocaron pastillas de ‘Superina’ para casi todo mal. La abuela Virgen (la de los siete embarazos), la consideraba infalible por ser de patente alemana (era una aspirina); aparte, a todo lo que sangrara, se le aplicaba ‘mercurocromo’, y para que fuéramos fuertes, como obligación religiosa, todos los días un señor plato de avena y luego, ya desayunados, una cucharada de la infame emulsión de Scott (aceite de hígado de bacalao, que sabía a caca… perdón, a desecho sólido); como este menda era un carrizo de flaco le tocaban dos cucharadas soperas, diario. La verdad llegamos a viejos en condiciones aceptables porque heredamos buena salud, nada más. Sin mérito.
En nuestra risueña patria por razones largas de explicar, se nos metió en la cabeza que todos los problemas nacionales se arreglarían con dosis masivas de democracia, sin entender muy a las claras qué es eso y confundiéndolo con mandar al PRI al noveno círculo de los infiernos a hacerle compañía a Nemrod, Efialtes y Anteo (como todos sabemos gracias a la pausada lectura de ‘La ‘Divina Comedia’, que en estos tiempos se hubiera titulado, ‘La Divina Vacilada’).
Bueno, echamos al PRI, con Fox llegó la ‘democracia’… y más o menos todo siguió igual; mejorando, claro (el pesimismo victimista da flojera, de veras, tome ‘Superina’), pero en apego a nuestras tradiciones tuvimos los habituales tropiezos y petardazos públicos (¿los nenes de doña Martita se fueron limpios, verdad?). Como con el PAN en el poder no se observaron prodigios arriba en los cielos ni señales abajo en la Tierra (Hechos de los Apóstoles, 2:19)… entonces, tan campantes, impúdicamente, regresamos al PRI a Los Pinos (en aquellos tiempos, residencia presidencial). ¡Y tan frescos!
Todos sabemos lo que siguió (fue horrible), pero nosotros, gallardos tenochcas simplex, no tan fácil damos nuestro voto a torcer y contamos con reservas casi inagotables de fe… en la democracia, sea lo que sea que entendamos por eso, porque parece que somos una población en busca de un Mesías, de un Kalimán, como si La Silla les diera poderes mágicos y todo dependiera de que el Presidente quiera… quieren, pero no es tan fácil y además, el poder tiene sus tentaciones, la carne es débil… otro día le cuento.
De esta manera y sin rubor, la misma masa ciudadana que sacó a puntapiés al PRI y metió al PAN, echó al PAN y regresó al PRI (nota del editor: es la misma masa, no hay reservas de votantes tras bambalinas), al no conseguir el clímax democrático, como natural reacción contra la angustia, el estrés, la depresión y los abusos que sufrió La Patria siendo niña, la mayoría decidió aplicar un drástico remedio a ese estado de anorgasmia electoral: montamos a AMLO. ¡Uy!
Sí, damas y caballeros, nos guste o no, legalito, es nuestro Presidente. Sí, señoras y señores, legalmente tiene el poder… otra cosa es que lo ejerza legítimamente, fina distinción que parece urgente capten quienes hoy por hoy llevan las riendas del gobierno federal y buena parte de los integrantes de Morena.
Como sea, nuestro gobierno tiene legalmente a su disposición el variado y sólido herramental federal… pero es para usarlo ilegítimamente.
En política se puede meter la pata y se mete. No pasa nada. Es así la pasta humana. No pocos de los gigantes de la historia cargan en su biografía con inmensos errores, feos, penosos, y siguen en las vitrinas de presumir del Museo de Personalidades, porque a fin de cuentas dieron buenos resultados a su país y los obtuvieron respetando la ley y haciéndola respetar, eso sí porque ¿sabe qué?: sin eso todo se enreda y acaba mal (caso de estudio: Evo Morales en Bolivia). No es tan difícil (una acotación: no se vale el autoengaño de hacer leyes que acomoden, a modo, al gusto del mandamás del momento, maña muy mexicana, tanto, que nuestro Congreso federal le hace cambios a la Constitución con más facilidad que besuquear una ebria: nuestro H. Congreso hizo las reformas de Peña Nieto y también las canceló).
Los gobiernos autoritarios no se contienen a sí mismos, nunca, pero la realidad no es lineal ni se agota en los papelotes legales: ahí están los organismos internacionales que tienen fuerza real (y asestan bloqueos comerciales o destrozan economías); otros países con los que hay acuerdos o les afectan las babosadas de sus vecinos; y las organizaciones civiles nacionales y multinacionales.
Un primer síntoma de que algo anda mal suele aparecer en la prensa, nacional y foránea… y hoy en ese maldito medio incontrolable: las redes. No son complots, son espejos y a veces lentes de aumento. Cuidado.
Luego entran en acción otros que por cuidar sus intereses, zancadillean a los gobiernos arbitrarios. Y todo se va al carajo (caso de estudio: Evo Morales en Bolivia).
Conjurar esos demonios no es complicado: los compromisos se cumplen; las leyes no se manosean.
No es aconsejable el maniobreo que estamos presenciando de leyes y de órganos autónomos como la CNDH o el INE. Un país como México tiene contrapesos legítimos y de los otros y de estos hay que cuidarse más. México no está en Marte.
Nada de eso debería suceder pues la mejor garantía de la democracia son los partidos políticos y las elecciones regulares y legales. Se escoge mal, sale vana la nuez, resulta un inútil por el que se votó, no cunde el pánico, se espera la siguiente elección se escoge a otro y ¡listo!
En el caso de México no es así por razones que no parece necesario detallar. La esperanza no muere por los dos nuevos partidos que ya están cuajando, el de maestros y el de Margarita Zavala; ya el Creador dispondrá lo que quiera (el Buen Dios ni se mete en semejantes tonteras nuestras)… pero antes de estallar en júbilo a lo menso, recuerde: nuestros procesos electorales todavía no son 100% confiables no porque se hagan trampas (que se hacen), sino porque el electorado nacional es móvil, cual pluma al viento. Los héroes de un día, al siguiente son papel de baño.