Columna Política «La Feria», Sr. López (05-IX-19).- La boda de la prima Alicia se canceló. El problema para sus papás fue qué decirle a la familia (a mediados del siglo pasado, tal trance era escándalo seguro bajo el supuesto de que el novio había descubierto de alguna manera, la ausencia de algo que no le voy a detallar, en la anatomía de la novia). Como la verdad era increíble tuvieron que inventar otra cosa. ¿Cuál era esa verdad sospechosa?: los novios no se pusieron de acuerdo en el tamaño del colchón… eso fue todo. Resulta que antes de tener departamento o casa, a insistencia del novio, se dieron a la tarea de comprar los muebles de lo que sería su nidito de amor; en esas, les ofrecieron una novedad (entonces): la cama para colchón ‘king size’; a ella le pareció excesivo; a él, le encantó. No se ponían de acuerdo, dejaron pendiente la cosa. Compraron comedor, sala y lo demás… regresaron a lo del colchón. Alicia decía que hasta tener la casa sabrían si cabía; él decía que al revés: que rentarían una en la que cupiera. El doncel adquirió la recámara que quería; Alicia, se quedó pensativa, muda (actitud de alto riesgo: si la observa en alguna mujer de su entorno, tome sus precauciones). Se acercaba la fecha, Alicia seguía pensativa (¡ojo!); empezaron a llegar regalos. Alicia dijo a sus padres que no se casaba, porque si su novio y ya casi esposo así pensaba, pensaba al revés: primero es la casa, los muebles después (y no es una tontería, bueno, al menos para Giovanni Sartori, ver ‘Nexos’, 1 mayo de 2002). Dijeron que el novio tenía tres hijos de otra… total.
Renunció don Porfirio, renunció tarde, el daño estaba hecho (tiró el arpa el 25 de mayo de 1911); y nos reventó esa guerra civil -rebatiña por el poder-, que luego llamamos Revolución, con nuestra característica indiferencia por la verdad.
El otro don Porfirio también renunció y también tarde: ya tiznó su prestigio. Nombre es destino (no es cierto pero suena bien).
Porfirio Muñoz Ledo, al renunciar a prolongar su presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, apagó el intento ilegal de hacer una reforma a modo de la ley que rige a nuestro sacro Congreso (no se ría).
¿Gesto congruente?, bueno, puede interpretarse a la mala (por tanto brinco de partido político), o la buena (con calzador). No debió prestarse a esa intentona de fraude. Sabe, sabe mucho… lo que es más, nomás no se altere ni piense cosas feas: Porfirio Muñoz Ledo debió ser presidente de la república, en lugar de López Portillo. México hoy, sería otro, quien sabe si mejor, pero no tendríamos este carnaval de trepadores, advenedizos, cínicos, ineficaces, intelectuales de pacotilla y ladrones, que carcomen la estructura del gobierno nacional en todos sus niveles, sin negar que también hay (y no pocos), servidores públicos de cinco estrellas, medalla y diploma, en serio.
México patea su suerte. Si al sexenio del tlatoani Echeverría no hubiera seguido el Quetzalcóatl de Caparroso, no hubieran llegado a la presidencia, De la Madrid, Salinas y ni de relajo el bolero de Ciudad Juárez (el tal Zedillo). Pensándolo bien: México sería mejor.
Muñoz Ledo, bueno para todo, inteligente de dar coraje, desde fines del siglo pasado tenía identificado el asunto central para la conducción del país por caminos andaderos. Escribió para ‘Nexos’ un magnífico artículo (‘Una nueva república’), el 1 de abril de 1999; cito:
“(Las) prioridades (del Estado) son a mi entender, primero, la reconstrucción de las instituciones públicas (…) es evidente que un proceso de transición democrática como el que de modo tan lento y accidentado estamos viviendo, debe culminar en una reordenación institucional que genéricamente se llama reforma del Estado y que tiene como fundamento la elaboración de una nueva Constitución.
(…) todo cambio de un régimen autoritario a un sistema plural representativo de gobierno, implica una nueva constitución. Sólo se oponen a ella, quienes no creen que México requiere un cambio de tal profundidad y coinciden con la vía gubernamental, en que lo único que el país necesita es el perfeccionamiento de su democracia.
(…) revisar a profundidad el funcionamiento del sistema presidencial. Propondríamos un sistema distinto de equilibrio de poderes más cercano a las repúblicas parlamentarias que a los presidencialismos clásicos. Esto es, con una jefatura del Estado garante de la unidad del sistema federal y de la imparcialidad de las instituciones incluyendo al ejército y a la diplomacia y una jefatura de gobierno responsable políticamente frente al Congreso.
Exigiría una profunda reforma de la justicia y del andamiaje legislativo del país; sería una constitución eminentemente federalista; reconocería a su vez la soberanía original de los municipios y los derechos autónomos de las comunidades étnicas y culturales”. Fin de la cita.
No podía ser. El PRI no se diseñó a perpetuidad (¡si Calles y Cárdenas resucitaran!), y al perpetuarse, el ‘sistema’ parió cachorros cada vez menos sanos, cada uno con menos ‘raza’, resultado del continuo incesto político mexicano que inició Díaz Ordaz cuando montó a Echeverría. El barco hacía agua, nadie lo quiso ver.
Por eso duele el final de Muñoz Ledo como cómico decadente que del gran teatro, acabó en carpa de tres tandas por un boleto.
En la fonda ‘La política’ (comidas corridas y antojitos), la especialidad son las quesadillas de sesos. No se tiene información sobre todo el mundo, pero en México se desperdicia y se ningunea el talento. Así somos.
Si le parece aventurada esa afirmación dígase a sí mismo (nadie se va a enterar), si podíamos darnos el lujo de desperdiciar a Muñoz Ledo en su tiempo y en este, nomás dejar en la cuneta a José Antonio Meade y su gente.
Ahora estamos en una transformación que puede ser magnífica si transformar es cambiar algo en otra cosa, ¿qué proponen?… nomás que, advertidos: así como van no será posible, porque haciendo lo mismo no sale distinto y estamos haciendo lo mismo. Para transformar al Estado hay que refundarlo… a ver quién es el macho.