Columna Política «La Feria», Sr. López (21-VIII-19).- Tía Chela tenía siete hijos, tres varones y cuatro nenas, elaborados todos con su esposo, tío Raúl, campeonísimo en todas las especialidades que distinguen al perfecto mal marido. El mayor de los hijos tenía ya 24 de edad, los demás, en escalerita descendente, de a uno por año. Un día, ya cercana la Navidad, el esperpéntico tío Raúl curándose una cruda, dijo que había comprado un billete entero de la Lotería y preguntó a cada hijo qué querría si se sacaba el Gordo (25 millones de entonces); no le preguntó nada a la tía, pero su hijo mayor sí y respondió: -¡Uy!… es muy difícil atinarle al premio mayor… es mejor no soñar -los hijos dijeron que igual dijera lo que más quisiera, total, era plática, y bajo la ceñuda mirada de su ogro esposo, soltó: -¡Ay, hijitos!… ya pensándolo bien… lo que más quiero, lo que realmente quiero, es gratis… y ahorita mismo me lo concedo –y en ese instante se fue de esa casa, jamás volvió y desde entonces fue muy feliz, gratis. Rigurosamente cierto.
Por incitación de inteligente, culta, distinguida, fina, elegante y estupenda dama, cuyo nombre se reserva el del teclado para evitar aglomeraciones, trata esta Feria de lo que trata.
En estos días y por lo que es del dominio público, está que arde en los medios de comunicación, el tema de lo peligroso que es ser mujer en este país. Por buenas razones. Sin embargo, pensando en eso queda un regusto raro entre las neuronas.
La primera impresión es que el respeto real a los derechos de la mujer (para evadir lo de ‘igualdad de género’, por su carga de intenciones no todas confesables), es uno de los grandes temas pendientes de resolver en México. Y sí que lo es. Según el censo de 2015, hay en esta nuestra patria, 61 millones de mujeres y 58 millones de hombres. Lo que afecta a 61 millones de personas es importante.
Sin atenuar un ápice la gravedad e importancia de la situación que viven la inmensa mayoría de las mujeres en México, sí es válido reflexionar en que, con o sin intención, con ese asunto acaparando la cobertura noticiosa nacional, se embozan otros no pocos temas que afectan a toda la población, mujeres y hombres, y a grupos eternamente desdeñados.
En serio: ¿cuáles son nuestros principales problemas? (aparte del trato justo a la mujer en todos los órdenes). Haga usted su lista, este su texto servidor propone a volapié la siguiente:
Empecemos por aquello que nos afecta a todos: 1. Malos gobernantes (no todos, pero sí muchos más de lo aceptable); 2. Inseguridad (de posible mejora diferida unilateralmente por el actual gobierno para dentro de tres años… si cumplen); 3. Contaminación (que no distingue pulmón de rico que de pobre, parejito afecta a todos); 4. Corrupción (que no es solo robar del erario, sino también, engañar a la gente con compromisos imposibles y populacheros); 5. Inexistencia del imperio de la ley (en México, quien confía a ciegas en la justicia o acaba de llegar de Noruega o es tonto de capirote; acá, dígase lo que se diga, cualquiera puede acabar enredado en un lío de órdago y más le vale tener buen abogado, dinero y suerte, o acaba embargado o preso, conviviendo con asesinos seriales… y cuídese de las nuevas leyes fiscales: seremos culpables, con prisión de oficio y sus bienes confiscados, hasta que no probemos lo contrario, regalito de la 4T).
Ahora veamos algunas cosas que no afectan a toda la población pero sí a amplios sectores (sigue el del teclado con la numeración que viene del párrafo de arriba, no se me distraiga): 6. Carencia de estado de derecho (que básicamente es que realmente seamos todos iguales ante la ley, todos: jueces, legisladores, funcionarios, millonarios, indígenas, menesterosos y pobretones: todos idénticos ante la ley… ¡sí cómo no!); 7. Discriminación de minorías (indígenas, discapacitados, ancianos, homosexuales… y sorpréndase: los feos también, dice la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación); 8. Carencia de servicio universal de salud (sin comentarios); 9. Mala calidad de educación (lo mismo); 10. Pobreza (cerca del 60% de la población, pobreza sin adjetivos); 11. Explotación infantil (la real, no el trabajo agrícola familiar, eso es una canallada de encuestadores sin criterio); 12. Subempleo y empleo informal; 13. Derechos de los trabajadores (cuya inmensa mayoría están enredados en una tupida red de complicidades sindicales-patronales); 13. Insuficiencia salarial (ni le digo).
Entre todos esos problemas, por supuesto está también la violencia doméstica y el mal trato a la mujer. Usted asígnele prioridad, si quiere, póngalo a la cabeza de todo, está bien. Y ojalá las aguerridas damas que tienen el valor de salir a la calle a defender lo que les corresponde y a protestar por lo que deben protestar, ya de regreso a sus santos hogares, reflexionen en que el macho es producido en el seno de la bonita familia mexicana. No vienen de Marte, salen de la familia del tenochca estándar. Que piensen si no le lavan los calzones a sus hijos de 30 años, si no aceptan levantarse a media telenovela a calentarle la cena al baquetón del esposo; si no educan con esos malos ejemplos a sus hijas… y los papás… ¡ah!, los papás, esos merecen trato aparte, caldero a fuego lento.
Pero, por favor, que nuestros gobernantes no le hagan el favor a las mujeres de prestarles atención, que no sean tan generosos que dispongan de una hora de su valioso tiempo, cada que les hacen una buena escandalera; que no les pidan disculpas ni les vuelvan a hacer una fiesta el 10 de mayo. No, nada más que hagan lo que sí pueden hacer: que en el gobierno, por algo se empieza, no haya una sola mujer que gane menos que un hombre por el mismo trabajo.
Y que nuestro Presidente, desde el Olimpo de Palacio Nacional, emita una de sus tonantes órdenes para implantar la igualdad salarial y que se prohíba poner nombre de pila y sexo en las solicitudes de empleo y exámenes de capacidad, de modo que la vacante sea de quien la merece. Quiero ver. Caminar se demuestra andando. Ya no más babas.