Columna Política «La Feria», Sr. López (18-VI-19).- Se supone que estamos viviendo en México los tiempos de la 4T (la Cuarta Transformación), considerando que la primera fue la Independencia, la segunda la Guerra de Reforma y la tercera, la Revolución. Se nos dice que esta transformación número cuatro a diferencia de las anteriores, será pacífica: todo con la ley, por el derecho y la razón. A todo dar.
¿Queremos los tenochcas simplex una cuarta transformación?… averígüelo Vargas. Lo que seguro queremos, es que la inseguridad mitigue a límites tolerables, que el delito sea excepción, no norma; queremos que la corrupción regrese a la “mordida” banquetera, y deje de ser parte de la estructura funcional de los grandes proyectos nacionales, que ya no sea la columna vertebral de los mandos superiores del Estado: queremos, pero-por-supuesto, que los maestros den clases todos los días hábiles, que los alumnos vuelvan a sudar frío antes de los exámenes y celebren pasar de curso (no como ahora que es casi obligatorio no reprobarlos); y otras cosas: buenos servicios de salud, impartición de justicia a lo derecho… parece que en la mayoría de las cosas nomás queremos estar cómo estábamos antes, como estuvimos largos años. En fin. Eso queremos. Si eso se llama 4T, es lo de menos.
Si es o no cierto que nuestro Presidente ha escrito 17 libros, si es o no cierto que (bajo su batuta y directrices de él, claro), se los escribieron Jaime Avilés, Ariel Rosales y José María Pérez Gay, aunque sí hay una declaración del señor Rosales quien dijo: “No es que trabaje los libros con un equipo, pero siempre tiene interlocutores, como lo fueron José María Pérez Gay y Jaime Avilés, en el desarrollo del texto. Y ya luego él hablaba con nosotros cuando el texto estaba prácticamente listo” (News Mundo; David Brooks; 3 de mayo de 2018). Ya está de pensarse eso de que “(…) él hablaba con nosotros cuando el texto estaba prácticamente listo”.
Como sea, dejando plena la autoría de sus libros a nuestro Presidente, lo que sí hace que se rasque uno el occipucio es que de los 17, se desprendan solamente cuatro ideas: 1. Austeridad republicana (hoy, “pobreza franciscana”; entendida como gastar solo el 39% del gasto programado, con algunas consecuencias que a la vista están: mayor número de ciudadanos con la panza pegada al espinazo); 2. Desarrollo del Sureste (traducido en construir una refinería -Dos Bocas en Tabasco-, comunicación Golfo-Pacífico; plantar harto árbol… y dar empleo a migrantes, eso sí, claro); 3.- Arrasar con el neoliberalismo (cosa más rara, pues en los criterios económicos del Presupuesto de Egresos y la Ley de Ingresos, se mantienen intactos y petacones los renegridos y fétidos principios neoliberales; aunque tal vez el combate al neoliberalismo lo estamos entendiendo mal y consiste en el recorte al presupuesto de Guarderías, Salud -desabasto de medicamentos y material de curación-; fortalecimiento de las Fuerzas Armadas; despido al por mayor de funcionarios públicos y burocracia de mostrador); cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), en Texcoco e impulso al de Santa Lucía -que sigue careciendo de permisos y licencias-, y la refinería ya dicha arriba, entre otras cosas.
Por cierto: ¿alguien nos podría informar dónde está el billón cien mil millones de pesos que no han gastado… digo, porque una cosa es la pobreza franciscana y otra ser codo… han ejercido 700 mil millones, en lugar de 2 billones 800 mil millones… y al que se le muere un hijito por falta de medicinas, poco le consuela saber que el gobierno federal está haciendo una “polla”, falso ahorro.
La 4T se imaginó uno, soñador que es, sería un nuevo régimen político, pero si se mantienen la política económica y los requiebros entre el gran capital nacional y el Gobierno Federal; si se conserva el presidencialismo a la mexicana que nos caracteriza (con su influencia determinante en el Poder Legislativo; un Poder Judicial que apenas guarda las formas, tratando no se noten mucho los aromas de tiempos de Echeverría; y el visto esfuerzo de crear una nueva clase sindical, vía Napoleón Gómez Urrutia), parece que estamos ante un esfuerzo mal disimulado de repetir el callismo del más viejo cuño, cosa que le funcionó a don Plutarco Elías Calles (cuando hasta necesario era, digo, el país estaba hecho trizas), quien no solo organizó a su partido por sectores, sino que organizó toda la vida política nacional entorno a un solo partido hegemónico, el corporativismo y las dádivas como método de contención social… y a las Fuerzas Armadas (que ese tufo tiene la desaparición de las Guardias Presidenciales y la creación de la “Guardia Nacional”).
Sin embargo, “o tempora, o mores” (¡Oh tiempos, oh costumbres!), como dijo Cicerón, usted bien lo recuerda, en su primera Catilinaria y también contra Verres (claro), lamentando la perversidad y la corrupción de su tiempo: estos tiempos no son los de 1929 y nuestro país está interrelacionado con el resto del paneta mediante 32 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones (APPRIs) y 9 acuerdos de comercio (Acuerdos de Complementación Económica y Acuerdos de Alcance Parcial) en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) y 12 Tratados de Libre Comercio con 46 países, entre los que destaca (con foquitos de colores alrededor como de marquesina de cine de los de antes), el que tenemos firmado (y vigente), con los EUA, país determinante de manera absoluta en nuestra economía y paz social interior.
No es tan fácil hablar de una Cuarta Transformación a realizar en seis años (ya quedan solo cinco años y cuatro meses)… o tal vez todo es un gigantesco malentendido y la T no es de Transformación sino de Trump, porque ahora resulta que la amenaza de los aranceles era una bromita del señor del copete de quesillo oaxaqueño y que su Congreso no se lo iba a autorizar, porque esa facultad se aplica solo a países enemigos. Chin. Y don Marcelotzin fue a dar el palmito. No entendió: sí va la 4T pero T de Trump.