Columna Política «La Feria», Sr. López (14-VI-19).- Hace muchos años, iba este menda en un ascensor del entonces D.F., hoy CdMx (¡uf, qué maravilloso cambio!… felicidades), rodeado de personas, todas muy atentas a los foquitos que señalaban que del 2 sigue el tres, del tres el cuatro… y así, en silencio, todos, resistiendo el incómodo apretujamiento con cuerpos extraños, hasta que la máquina se detuviera y abriera las puertas en el piso a quien cada quien se dirigía; en esas, de repente, ya confirmado que del 9 seguía siguiendo el 10, un viejo dijo al entonces jovencillo López: -“¿Tú qué eres de Víctor Manuel López?” –en apego a la verdad y aceptando el derecho de los mayores a tutear a los menores, respondió su texto servidor: -Hijo y nieto –y lo era, pues ambos portaban el mismo nombre; agregó entonces el viejo: -“Soy tu tío Constantino, primo hermano de Manolo, tu abuelo” (eso ya era tomarse confiancitas… “Manolo”); nada dijo el entonces doncel López (mula nació), y siguió vigilando que del 12 siguiera el 13. En el 15, desembarcó y el viejo aquél lo siguió: -“Eres idéntico a Manolo” –expresó con una inexplicable sonrisa: -“¡Dame un abrazo!” –celebrada la inapropiada ceremonia de palmearse los lomos con un desconocido, siguió la no solicitada explicación del parentesco (y la revisión de la nuca del tecladista para verificar la “mancha de nacimiento de los López de a de veas” (?), para a continuación exhibir la propia… sí, sin duda era pariente: tenía el sello de garantía de todos los López de allá de Autlán); luego de dar cuenta y razón del estado físico y anímico de los dos “Manolos” y de intercambiar números telefónicos, este López hizo el mandado que iba a hacer.
La noche del mismo día, relató a su progenitor la escena del ascensor y preguntó sobre el tío Constantino; la respuesta fue típica de López padre: -Qué te importa… –bueno, habría que averiguar con el abuelo, que era un pan comparado con su vástago. Días después, lo intentó con él, quien respondió: -No lo conozco –pero su consorte, la abuela Elena, escuchó y con su habitual franqueza, explicó: -Claro que lo conocemos, pero no lo tratamos, ni tú lo vas a tratar, es un ‘basurita’ (y cuando la abuela decía eso, el asunto era serio). Luego, años después, ella sola sacó el tema: al señor ése, toda la familia lo repudiaba por saberse que largos años permitió, facilitó y fomentó, que su esposa fuera querida de ‘un militar’ que llegó a Gobernador, aprovechando el intercambio de fluidos entre su señora y el militar-político, para hacerse rico: -Los cuernos se pueden perdonar pero no tolerar, aunque se te parta el alma, la botas y buscas una decente, eso no se acepta… y menos por interés, ¡digno, aunque ladres de hambre! -… bueno, sí, claro… era raro que fuera tan tajante la abuela.
No podemos pelearnos con los EUA, es cosa sabida. Nuestra economía y estabilidad interior dependen del humor del tío Sam, no hay duda.
Lo que sí podemos es no doblarnos, no agacharnos: perder dignamente. No se gana nada, pensará usted, pero recuerde al tío Constantino: cuernos, a cualquiera le ponen, pero no los acepta y mucho menos los aprovecha.
El gran capital mexicano por supuesto está rezando rosarios a rodilla para que la sangre no llegue al río: su intereses son sagrados; y nuestro Presidente a cualquier precio, no va a permitir que se descarrile su proyecto político personal para la nación: a cualquier precio (incluido éste).
El patinazo es mayúsculo. Ya los historiadores (… mmm), dentro de algunos años clasificarán los hechos que vivimos en estos días, como parte del capítulo donde se consignan los Tratados Guadalupe-Hidalgo (1848, pérdida de más de la mitad del territorio), el McLane-Ocampo (1859, poniendo los liberales al país como protectorado de facto de los EUA… Benito Juárez en cocción allá en los infiernos… todo por no perder el poder; ni modo); el Mon-Almonte (mismo año, firmado por los conservadores con España, para recuperar el poder… ¡carambas!); los de Bucareli (1923, oootra vez con los EUA, aceptando el pago de indemnizaciones a los ciudadanos yanquis afectados por nuestra Revolución y dando marcha atrás a la soberanía sobre nuestro petróleo, firmado por Álvaro Obregón para mantenerse en La Silla)… luego, a palos e irremediablemente, nos “aliamos” con los EUA desde 1942 (Segunda Guerra Mundial) y durante la “Guerra Fría” de 1945 a 1991 (alineados con los EUA contra la Unión Soviética, ni modo que no). Y la “Iniciativa Mérida” en 2008, poniendo la seguridad interna del país, oficialmente, bajo la supervisión, dirección y disposiciones del gobierno yanqui…
Los “acuerdos” a que llegó Marcelotzin Ebrard en Washington este pasado viernes 7 de junio, cotizan en esa bolsa de desvergüenzas nacionales. Sí, ya sabemos: no nos podemos pelear con los EUA… pero hay maneras de perder y quien perdiendo, gana.
Nuestro Presidente sostiene su discurso humanitario y respetuoso de los derechos de los migrantes, al tiempo que destaca a efectivos de la Guardia Nacional para contener con la fuerza pública un problema muy complejo que no tiene solución a corto plazo: lo empolló el gobierno federal durante décadas, ahora no se va a resolver por arte de magia.
El presidente de la Cámara de Diputados federal, Porfirio Muñoz Ledo, se opone a los acuerdos y los tacha, con acierto, de “traición a nuestra historia”; Porfirio Muñoz Ledo recordó tarde y viejo, quién es Porfirio Muñoz Ledo; quien pudo ser Presidente de la república y nuestra historia de hoy sería muy diferente, alzó esa voz que largos años no respondió a los intereses nacionales… ya ni modo.
Hagamos algo de política de fantasía: ¿y si le hubieran plantado cara al Trump, qué?… nada, a pobres no nos van a enseñar, es nuestra especialidad. Tal vez incluso, hubiera rescatado su gobierno el presidente Andrés Manuel López Obrador, rediseñarlo todo, mandando al archivo muerto tanto proyecto y tanto promesa tan difíciles de cumplir… lo que fuera, pero no asumir compromisos imposibles e indignos. Otra pinta al tigre.