Columna Política «La Feria» Sr. López (25-IV-19).- El primo Esteban se esfumó. Así nomás, de repente, ya nadie lo volvimos a ver. Sus papás (lado materno-toluqueño), lacónicos, nomás decían que estaba en un “internado”. Esteban reapareció en la Ciudad de México ya con carrera terminada y muy buena chamba, pero jamás volvió a ver a sus papás, jamás en serio, jamás de nunca, de ninguna manera. Las principales operadoras del SIF, Sistema Informativo Familiar (tía Lucha y tía Márgara, apasionadas chismosas profesionales, con medalla y diploma de honor), fracasaron en sus muchos intentos por saber qué rayos había pasado entre Esteban y sus papás. Ni cuando fueron pasando a fiambres su papá y su mamá, se presentó Esteban. Y eso ya es ir muy lejos. Ya cuarentón este menda supo por el propio Esteban que el asunto fue que su mamá lo sorprendió a los trece años, atendiendo a solas un asunto relacionado con el alborotamiento hormonal de ciertas edades del macho de la especie (sin detalles de mal gusto, usted entiende). Su ultra católica y santa madre, reaccionó igual que si hubiera visto a Satanás y su papá se puso más enojado que los papás de Hitler (con Hitler, digo, imagínese tener un hijo así). La solución fue mandarlo a una academia militar yanqui, muy “recomendado”, en la que lo trataron como a una bestia peligrosa y previa autorización firmada por sus papis, le daban una cueriza semanal, baño con agua fría todo el año (incluidos inviernos con temperaturas bajo cero), y así, diez años, hasta terminar carrera de ingeniero militar (lo que sea que sea eso, él trabajaba de Jefe de Mantenimiento de una empresa yanqui)… lo destrozaron y por obra y gracia de un buen psicólogo, ya grande, logró reincorporarse a la sociedad humana (más o menos, no se crea que tanto). Y todo porque sus santos papás querían salvar su alma, que la intención era buena, nomás calcule si no vale eso el boleto de ida (no hay viaje redondo), al Reino de los Cielos. Eso y más… sí, lástima.
No se necesita ser imbécil para meter la pata. Robespierre no era ningún tonto, Mao Tse-Tung (Mao Zedong, si le gusta la elegancia), era un genio y ambos eran patriotas químicamente puros.
Uno, Maximiliano Robespierre, con sus cuates (en particular Jorgito Danton), en plan de reconstruir Francia ya habiendo logrado el triunfo de la Revolución, en 1793 (la noche del 5 al 6 de abril, por si es usted de los precisos), crearon el Comité de Salud Pública (mal traducido, realmente se llamaba Comité de Salvación Pública), con los nobilísimos objetivos de resistir la coalición de países europeos que estaban pensando ir a repartir mandobles y cañonazos, para restaurar la Corona, aparte de crear una nueva patria, la “República de la Virtud”, desechando todas las malas costumbres del pasado, fundando todo en el amor, la razón, el laicismo, el humanitarismo, erradicar la corrupción, castigar el acaparamiento de alimentos (¡ah! y aparte, instaurar la educación básica universal, servicios sociales, derechos ciudadanos -humanos, como les decimos ahora-, y el sistema métrico decimal, el mismo que usa todo el planeta actualmente, que esos próceres estaban en todo). ¿Algún inconveniente?…. claro que no: ¡Hossana! ¡Aleluya!
Lo malo fue que la cosa se les fue de las manos y en poco más de un año, acabaron desapareciendo la Asamblea Nacional (el Congreso, pues), prohibieron la defensa y los testigos a favor del acusado en los juicios y guillotinaron a unos 40 mil compatriotas. Se le conoce como el “Reinado del Terror”. Fue horrible, fue horrible (diría don Derbez), y todo empezó instalando el Comité de Salud Pública y predicando el amor a la ciudadanía y a la patria. No eran corruptos, ni idiotas ni perversos. No se ajustaron a la ley… detallito.
Mao, por su lado, fue un genio de talla casi increíble. Ganar esa Revolución casi a pedradas, gobernar tamaño territorio, instaurar el comunismo y erradicar las costumbres de miles de años de la primera cultura del planeta Tierra, se dice fácil. Eso hizo Mao y más, mucho más, hasta que se le ocurrió la puntada de realizar la Revolución Cultural (oficialmente, la “Gran Revolución Cultural Proletaria”; ‘tá bueno), a cuyos nobilísimos fines se instalaron las Guardias Rojas, para erradicar la corrupción, limpiar el gobierno de conservadores, revisionistas y burgueses, y conseguir la restauración del mejor comunismo que haya parido madre. Muy bien. El chistecito paralizó la vida política de China, costó dos millones (dos) de muertes, aparte de los 45 millones de fiambres que causó el maravilloso programa del “Salto Adelante”, que causó una hambruna que no imagina uno posible.
Mao, no era imbécil, ni corrupto ni traidor ni nada. Era autoritario y en la China de hoy, la gente común no habla de él, bueno, sí, pero poquito.
Cosas así han pasado en países con muy sólida cultura y larga historia. Lástima.
Por cierto, antier en Sinaloa, los diputados de Morena, propusieron prohibir el “reggaetón” que para sorpresa de este López, es un género musical bailable (eso dice San Google), bueno, algo debe tener para que estén pensando prohibirlo y ayer, en el Congreso de la Ciudad de México, la diputada Lourdes Paz, del partido Morena, propuso legislar para que se restrinja la venta de cerveza fría (el Heraldo de México, abril 24, 2019; a uno no le crea nada).
Sin la menor idea sobre lo del “reggaetón” y sin discutir lo noble que es disminuir el consumo de nada que tenga alcohol (aunque lo de que no se venda cerveza fría puede tener un sesgo de salud pública diferente, ya ve que las gripes se hacen epidémicas), sin ninguna crítica fifí ni frufrú, se le sugiere con la mejor intención a las y los integrantes de Morena (nótese el cuidadito de la igualdad de género), que sean tan amables de no seguir diciendo ni haciendo estupideces. El proyecto de nuestro Presidente de la república es serio y va por otros rumbos. Se les puede ir de las manos y acabar esto en tragedia. No sería la primera vez. Ya en serio: se propone quede prohibido regar el tepache.