Columna Política «La Feria» Sr. López (15-III-19).- Uno está acá, ocupado en el profundo análisis de las declaraciones trascendentales de la mera cabeza de Morena (de sabandijas y sanguijuelas, cosas de fondo), o tratando de entender la razón por la que nuestro Presidente quiere que en las elecciones intermedias los integrantes del peladaje nacional, ratifiquemos que lo queremos con cariño verdá’, como aquella vieja santa que está ciega de llorar, que lo llevamos en el alma, que lo nuestro es cariño, no capricho (se saluda a Juan Legido, allá en el Cielo… ni quien se acuerde), sin sospechar con malicia de la peor que se trata de poner su nombre en las boletas y que se repita el bonito espectáculo de julio pasado (que en términos penales podría tipificarse como “violación tumultuaria de oposición anémica”).
En fin, uno celebrando que ya detectó doña Olguita, secretaria de Gobernación, de todos nuestros respetos, que el Instituto Nacional de Migración, es donde anidan las arañas más feas, dicho por ella: “(…) era tanta la corrupción y son tantos los agentes y todo el personal que estamos renovando que todavía va a tomar más tiempo… era de las instituciones más corruptas en nuestro país” (y el tenochca simplex, chancla pata de gallo, se acomoda el “chor” pensando, “¿era?”, o sea, en pasado, ya no es… aunque “todavía va a tomar más tiempo” para que sea un Instituto de presumir, mejor que los sartenes de la Jade Cook, que nada se les pega, nada los raya, nunca se ensucian… y el coro repite: ¡amén!… seguro de que esta es la buena, ¡seguro!).
Uno en esas cosas y admirando la maravilla que va a ser nuestra querida patria (paciencia, Roma no se hizo en un día, pregúntenle a Cuarón), ya cuando crezca al 4% y más, ya con su flamante Guardia Nacional (cuando exista), ya con los inversionistas del mundo peleando a golpes lugar en los aviones, para venir a entregarnos sus alforjas cargadas de oro y dólares (ya quedamos, paciencia, que como llevamos prisa vamos despacio), uno en todo y espantando como moscas verdes los tuitazos y feisbukazos de origen por conocer.
Insisto, uno en otras cosas, como tratar de no alarmarse por la novísima distinción entre pueblo y sociedad, cortesía de Hernán Gómez Bruera (columna ‘Fuera de tono’, El Universal, 12 de marzo pasado, que lleva por título: “No Denise, no somos pueblo”), en la que corrige la plana a la señora Dresser, afirmando con garbo cañí: “(…) No alcanza -la doñita- a distinguir que mientras la sociedad somos todos, el pueblo es una construcción social, una identidad que alude a grupos históricamente excluidos, marginados y agraviados; esa mayoría que la 4T busca reivindicar (…) Resulta difícil creer que la doctora Dresser pertenezca al sector excluido de la sociedad, que acumule agravios históricos, haya sufrido marginación económica o discriminación étnica. Es evidente que ella no es pueblo (…) Hay una frase especialmente inquietante al final de su texto, cuando advierte: “No permitiré que la 4T me vuelva extranjera en mi propio país”. ¡¿No se dará cuenta que ya lo somos?! (lo dirá don Gómez por él, que arde saberse ajeno al país por decreto de moreno tan moreno, y nomás porque es blanco de raza… mire usted, ¡chulada de discriminación invertida!… y sigue:) con López Obrador “llegó al poder un México que las élites mexicanas llevan décadas (si no siglos) desdeñando, negando y desconociendo de forma sistemática y deliberada” (aquí citó a Blanca Heredia) Denise se niega a ver la realidad, Blanca (Heredia) nos dice: dejemos de tapar el sol con un dedo: reconozcamos nuestra extranjería (…)”. ¡Áchis!
O sea, ¡ya salió el pastel!: se trata de aceptar que unos, si somos cara pálidas o de clase económica por arribita de la inanición, no somos pueblo mexicano, mientras que sí lo son los débiles, los desposeídos y si son morenos de piel, mejor. No don Gómez, no… para treparse a ese pedestal sin hacer el ridículo ni andar de “queda bien”, hay que ser prieto, hay que haber sufrido. Ese discurso se entiende de parte de los que sí han padecido nuestro clasismo y racismo tan vergonzante, pero si no, solo emboza el fomento de un divisionismo (demodé), promotor de un revanchismo que suele llevar la sangre al río.
Si don Gómez no tiene, que se compre un diccionario: sí somos pueblo y sí somos sociedad y atenuar cuanto sea posible la brecha entre los de la élite del privilegio y nosotros los del peladaje estándar, no pasa por la siembra del racismo al revés, ni del odio entre unos que sí son mexicanos y otros que por sus puros teclazos, dejamos de serlo. ¡Faltaba más!
Nota final para Gómez: revise el gabinete de nuestro Presidente y verá que muchos de sus integrantes, conforme a sus definiciones suyas de él, no son pueblo mexicano (sin meterse en honduras sobre el origen del propio Presidente o el de su señora esposa).
Mientras uno se distrae con tales tonteras, el tal Trump ya propuso como embajador de los EUA aquí, a un abogado, Christopher Landau, “trumpista 100% proof”, cuestionado allá mismo en su patria, del que el 19 de noviembre de 2018, dijo “Noticias de BuzzFeed” (traducido a marro por este López): “Abogado con vínculos conservadores y sin experiencia diplomática está siendo examinado para Embajador de los Estados Unidos en México”. Y el mismo día, el “Heavy.com. News”, reportó que alguien del Congreso de ellos, que “que trabaja estrechamente en asuntos internacionales advirtió que el nuevo presidente electo de México, un izquierdista cuya personalidad y retórica ha sido comparada con la de Trump, se convertirá en un socio negociador difícil. A medida que el presidente electo López Obrador pasa al poder, el presidente Trump necesita comprender que México siempre será una de las relaciones bilaterales más importantes que tenemos. No hay una decisión binaria entre dejar vacantes los embajadores o llenarlos con partidarios políticos que no estén preparados para administrar la diplomacia mundial y defender nuestros intereses nacionales”.
Bueno, ser pobres, ser tantos… y parió la abuela.