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Columna «Eje Político», Por Víctor Americano (06-VIII-18).- Muy caro le salió al Partido Revolucionario Institucional el paso de Enrique Ochoa Reza por la dirigencia partidista, y no sólo por la estrepitosa derrota de los tricolores en la Presidencia, en las dos Cámaras, congresos locales, gubernaturas y presidencias municipales, sino porque hace mucho no se veía un dirigente tan falto de preparación, de personalidad y de liderazgo. “La bancada del PRI cabe en una selfie”, se burlaban en redes sociales al referirse a los futuros senadores tricolores, tras senda foto publicada por Osorio Chong.
Incluso la pluma de Salvador García Soto escribió este fin de semana que, debido a los manejos financieros de las arcas del tricolor por parte de Ochoa Reza, el PRI no tiene ni para la nómina de sus empleados y que incluso podrían quedarse sin edificio, por estar hipotecado y sin solvencia para hacer los pagos.
Atrás quedaron los personajes que mantenían, en su mayoría, la hegemonía del PRI, tales como María de los Ángeles Moreno, Dulce María Sauri, Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones, César Camacho y hasta el propio Luis Donaldo Colosio, quienes también tuvieron críticas en su momento, pero jamás se puso en duda su capacidad y visión política.
El moreliano Enrique Ochoa siempre fue visto como un títere de Luis Videgaray, y como tal actuó; incluso uno de sus buenos momentos ya quedó para el olvido, que fue cuando Ochoa Reza promovió iniciativas de ley para eliminar diputaciones federales y senadurías plurinominales, porque lo mismo que estaba criticando será hoy lo que lo beneficie, ya que el señor será diputado plurinominal como premio por haber sido “dirigente” del tricolor.
El malogrado dirigente nacional del PRI fue incluso despedido por el propio José Antonio Meade, luego de severos altibajos en la campaña presidencial, y los resultados ya todos los sabemos, que se convirtió ya para los anales de la historia en la peor derrota del partido tricolor en las urnas; si la militancia y sus visibles liderazgos no entienden a estas alturas lo que la gente les dijo en las urnas, podrían seguir en breve el camino que ya mostró el Partido Encuentro Social.
Muchos priístas piden que, por vergüenza, Ochoa renuncie a su plurinominal, como fue el caso del delegado del CEN del PRI en Michoacán, Enrique Martini, quien señaló que el ex titular de la CFE “secuestró” el proceso interno de designación de candidato, lo que propició que no todos los postulados fueran los mejores, incluso el delegado le pidió que reflexione si tiene la calidad moral para representar a Michoacán en el Congreso de la Unión como diputado plurinominal.
Lo cierto es que el PRI, ya como partido de oposición, tiene a Claudia Ruiz Massieu, a una dirigente que pertenece al jet set de la política, con una larga trayectoria en la función pública y partidista, y que tiene un enorme reto al frente de los tricolores; con un Miguel Ángel Osorio Chong y un René Juárez Cisneros como coordinadores parlamentarios de las cámaras alta y baja, respectivamente, y con el propósito de resurgir como el Ave Fénix en 2021.
El gobierno paralelo de AMLO El gobierno paralelo de Andrés Manuel López Obrador marca la agenda política tras su triunfo el pasado 1 de julio; hace muchos sexenios no se observaba un Ejecutivo federal tan desplazado en las notas de la prensa; AMLO está comportándose ya como presidente, aun cuando rendirá protesta como constitucional hasta el 1 de diciembre.
La reunión con el embajador de China, Qiu Xiaoqui; la plática con la canciller de Canadá, Chrystia Freeland; el anuncio de los 50 lineamientos para combatir la corrupción y aplicación de la austeridad; los próximos foros de consulta para la reconciliación y la reunión con José Antonio Meade, entre otros, nos da un indicativo de que AMLO ansía sentarse en la silla presidencial.
Precisamente la reunión entre AMLO y Meade generó comentarios encontrados, pero lo que sí se debe reconocer es la intención de reconciliar a los mexicanos en torno a un proyecto de nación, luego de décadas enteras de saqueo y de desconfianza de la ciudadanía hacia los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Es una oportunidad de oro para el nuevo gobierno de administrar con la ley en la mano, pero sin revanchismos ni cacería de brujas.
