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Columna «el que no cae…», Por Leopoldo G. Arenas (06-III-18).- La última semana ha sido intensa, las noticias son constantes y de muy diversa índole.
En materia económica, el presidente de nuestro vecino del norte, realizó un nuevo anuncio, impondrá a las importaciones de acero y aluminio de su nación, aranceles del 25 y 10 por ciento respectivamente. Con lo anterior, según su equipo de trabajo, busca cumplir con promesas de campaña y reactivar la economía de ciudades industriales en decadencia como Pittsburg y Detroit, la primera que basó su crecimiento en la industria acerera y la segunda en la automotriz.
Lo que desconoce el mandatario y por lo que se ve, la mayor parte de la población de su país, es la historia, cuestión grave, al carecer del aprendizaje histórico, al cometer los errores del pasado, está condenando a su población a un periodo de crisis y pobreza de dimensiones incalculables.
Como recordara amable lector, la crisis económica más famosa, fue la experimentada en 1929 y que se prolongó por casi 10 años y que solo fue superada como efecto colateral de la segunda guerra mundial.
La memoria de la mayor parte de la población recuerda como inicio de la misma, el jueves negro y el siguiente martes, días en los cuales se derrumbó la bolsa de valores Norteamericana y que originó la pérdida de miles de millones de dólares, el suicidio de un gran número de inversionista e industriales y el aumento del desempleo del 8% a más del 30% de la población económicamente activa.
Lo que gran parte del público han olvidado, son los verdaderos detonantes.
Durante su campaña política el candidato republicano a la presidencia, Herbert Hoover, prometió durante su campaña imponer aranceles a las importaciones de productos agropecuarios e industriales, a fin de apoyar la reactivación de los respectivos sectores, así como la creación de empleos. Cuando obtiene el triunfo en su afán de cumplir con esta promesa y preservar su base electoral se crea La Ley de Aranceles de 1930 (Tariff Act of 1930) o Ley Smoot-Hawley, tomando los apellidos del Senador Reed Smoot y del Representante Willis C. Hawley—ambos afiliados al Partido Republicano—, incrementó el arancel existente para 3 mil 200 productos de 15 a 60 por ciento. Con la instrumentación de esta ley, el arancel promedio para todas las importaciones se incrementó de 13.5 por ciento en 1929 a 19.5 por ciento en 1930. Esto fue suficiente para iniciar una guerra comercial con varios países.
La comunidad mundial actuó en respuesta, lo que originó la imposición de aranceles en represalia, se estima que el comercio internacional cayó 60 por ciento en los siguientes tres años, el PIB cayó cerca de 30 por ciento y la producción industrial se redujo a la mitad en el mismo periodo.
Como ya mencione, fue necesaria una guerra mundial y la muerte de millones de soldados y población inocente para lograr regresar la economía a sus carriles de desarrollo.
Hoy de nueva cuenta, un presidente republicano apoyado por un congreso de su misma ideología, está siguiendo los mismos pasos.
Al recordar estos eventos y la trascendencia y repercusiones que tuvieron a nivel global, a mi mente regresan recuerdos del pasado, de mi niñez en los años setentas y ochentas y de las crisis económicas recurrentes, iniciadas por un personaje populista el cual en su afán protagónico, sumió a mi México querido en un círculo vicioso de inflación-pobreza, el cual tardamos más de doce años en romper.
Hoy también en México estamos ignorando la Historia, con el riesgo de tenerla que vivir nuevamente, hoy nuestra población que carece de memoria histórica se está dejando seducir por el canto de la sirena populista.
Esperemos que no, el costo es demasiado alto.
