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El Gran Dedo Electoral (Artículo de Fondo «Repercusiones»)

 Artículo de Fondo «Repercusiones», Por Samuel Maldonado B. (26-II-18).- Si tuviésemos un poco de confianza en los personajes incrustados en las principales instituciones del Estado Mexicano, indudablemente que no habría duda alguna el de considerar que sería positivo para el país, que  cualquiera de los altos funcionarios del mismo  gobierno llegase a  la Presidencia misma.

Desafortunadamente no es así, pues el titular del Poder Ejecutivo Federal, dictatorialmente escogió a uno de sus secretarios para impulsarlo como candidato oficial. Ahora bien, de los tres principales candidatos,  el del gobierno está clasificado actualmente (así lo muestran los encuestadores) en el tercer sitio de la preferencia electoral, lo que hace encender luces rojas o de alarma en la Presidencia de la República. Otro de los tres principales  y reales aspirantes a la titularidad del Poder Ejecutivo, ocupa el tercer lugar, mientras que Andrés Manuel, de acuerdo a las encuestas generales realizadas, se encuentra en el primer lugar de aceptación para ser electo Presidente de México.

Ahora bien, como resultado de las muchas fechorías realizadas desde el centro del gobierno nacional, los mexicanos poco creemos en las elecciones que son supervisadas por organismos totalmente al servicio del titular del Ejecutivo Federal.

La inmensa mayoría de los ciudadanos, quienes moralmente tenemos  la obligación de votar y ser votados, creemos  muy poco en las autoridades  correspondientes de los tres niveles de gobierno y, mucho menos, en la honestidad política de quienes operan el proceso electoral, que al término del mismo, luego, cuantificaran la suma de las boletas en toda la República y determinarán (así lo han ahecho por sexenios) quien ocupará la titularidad de la presidencia.

El gran descrédito de las votaciones no son de ahora, pues hasta antes de las elecciones nacionales de 1988, la rapacidad electoral  se cometía internamente en el partido oficial; era en sí mismo todo el proceso electoral “pura simulación”, pues el dedo que determinaba quiénes serían los competidores, apuntaba también a los que serían los  ganadores  en las diversas contiendas,  en todo el país.

¡Era el dedo el gran elector, que estaba en la mano del propio titular del Poder Ejecutivo. ¡

La descomposición política nacional se hacía visible y mucho mas critica fue, sobre todo,  cuando se ordenó el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta, llevado a cabo en Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California, el 23 de marzo de 1994,  ordenado “por ya saben quien”.

Desde esa fatídica fecha, el tiempo ha corrido y el propio sistema político nacional, más aun se ha degradado, por lo que el director de la orquesta nacional, por costumbre propia, buscó entre los archivos, analizó los expedientes, y entre los desperdicios y escombros, escarbó en éstos a efecto de encontrar una nueva máscara para poder disfrazar  y hacer aparecer ante el público, como el candidato mejor posicionado, para luego, simular elecciones y determinar a quien le sucedería.

En el interior de Acción Nacional, es decir, entre los archivos de este Instituto Político, encontró un repuesto,  mismo que lo empoderó por todo un sexenio como presidente: “Altóte, machote, que no grande”;  sí, simpático tal vez muchos. Voz ronca de muy hombre y muy hablador”, botas vaqueras de tacón alto, simpático y ladrador de tal manera que internacionalmente y representando a México, cometió muchas bobadas, no de mala fé, sino realmente por su incultura política y poca educación, desde luego no tan grave como la del vecino Trump.). Pero al menos  nos hacía reír y era simpático. En su sexenio, más mal que bien;  ni fu, ni fa.  Como dijo Nyar, “fue una imagen que reflejó muy bien la indiferencia.

Actualmente El gran dedo, señaló a uno como candidato, que por no despegar, bien pudiera relevarlo y regresarlo a  trabajar en los asuntos económicos que bien conoce.  Debe reconocer que se equivocó, pues para la Presidencia y por el bien de la Nación, debe estar un Zoon Politikon, es decir, un ente político, no un administrador económico.

Pero la equivocación de Peñita es por sobra de incultura, por no ler a los antiguos filósofos griegos, que permanentemente discutían sobre los asuntos de Política y definían al hombre como un ente totalmente político.

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