*Las locuras de Salvador Jara Guerrero llevaron a la derrota al PRI.
*A Jara se la recuerdan con cariño.
*El CEN del PRI no debe equivocarse dos veces.
Columna «Sendero Político», Por José Cruz Delgado (10-I-18).- Es tanta la ambición de poder de Salvador Jara Guerrero, sí, ese personaje de gris trayectoria académica y codicioso ex rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, que un fatídico 20 de junio, los diputados locales lo designaron gobernador sustituto de Fausto Vallejo Figueroa por un periodo de quince meses y que se convirtiera en lacayo del tristemente célebre Alfredo Castillo Cervantes, entonces Comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, que filtra información falsa como la que acaba de circular en el sentido de que sería el coordinador de Campaña de José Antonio Meade Kuribeña en esta entidad.
Este pequeño personaje, por su poca capacidad política y que dejó al estado en la ruina nunca gobernó, y que se convirtió en sirviente de Castillo Cervantes quien fue el verdadero gobernador, busca los reflectores como sea para aparecer en los escenarios políticos porque en sus locuras quiere una posición política dentro del Partido Revolucionario Institucional, aunque nunca ha formado parte de él, ni siquiera como simpatizante, al contrario, intentó acabarlo.
El Comité Ejecutivo Nacional del tricolor no puede equivocarse dos veces, porque fue a petición de Castillo Cervantes que lo designaron gobernador porque metió las manos en el Congreso del estado porque se sentía el Virrey, hoy debe el PRI reflexionar, porque tomar en cuenta a Salvador Jara Guerrero sería un craso error, un retroceso político y como consecuencia restaría votos porque es un “hombrecillo” repudiado no sólo por los priistas sino por todos los michoacanos por el grave daño que les hizo junto con Castillo.
Dicen que el poder, quien lo ha tenido los enferma, tal es el caso de Jara Guerrero, que mal gobernó al estado por 15 meses y que fue cobijado por el gobierno federal en la Subsecretaría de Educación Superior, trata de sorprender a la dirigencia nacional priista de que cuenta con el apoyo de los michoacanos y que merece un puesto político, pero todo es mentira, se le recuerda como como el “mandadero” de Castillo Cervantes, como el que acabó de darle en la “madre” a Michoacán y sus habitantes.
Salvador Jara no representa a nadie, solo a sus mezquinos intereses. Jara es un oportunista con muy poca dignidad, que después de ser un lacayo de Castillo Cervantes le mintió a los michoacanos, sus acciones llevaron al PRI a perder la gubernatura porque los michoacanos, decepcionados optaron por seguir con el Partido de la Revolución Democrática.
Jara se entregó a los brazos del poder, su ego fue tanto que al igual que Castillo Cervantes se creía intocable y pensó que al haberlo designado gobernador sustituto fue porque el pueblo de Michoacán se lo pidió y ahora cree que merece más. ¡Pobre iluso!
El poder que tuvo lo llevó al borde de la locura, piensa que puede de nuevo hacer lo que le venga en gana junto con una “pandillita” en la que por cierto está el ex secretario de Gobierno Jaime Esparza Cortina, el que se despachó con la cuchara grande al adjudicarse nada menos que tres notarías.
Los michoacanos lo recuerdan mucho, sí, pero por sus estupideces, por sus promesas, sus aires de grandeza, su ego y sus locuras.
Debe abrirse una investigación muy profunda sobre los quince meses de desgobierno de Salvador Jara Guerrero, y ahí entra la responsabilidad de los señores diputados porque no se puede confiar en la Auditoría Superior de Michoacán que está en manos de un chantajista políticos: José Luis López Salgado, sobre el cual pesan serias acusaciones y que debería ser destituido de inmediato y también fincárseles responsabilidades penales y vaya a la cárcel.
Jara Guerrero no es digno siquiera de pisar las oficinas del PRI, bueno ni de mencionarlo, los propios priistas lo repudian porque durante su nefasta administración acabó con lo poco que había en el estado y propició, junto con Fausto Vallejo Figueroa la derrota del tricolor.
¡Vaya cinismo!