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¡Los Jóvenes: esperanza de la humanidad! (Columna «Repercusiones»)

Columna Política «Repercusiones», Por Samuel Maldonado Bautista (26-VI-17).- Las escuelas normales rurales en México fueron creadas en los umbrales de los años 20 del siglo pasado. Fue y continuan siendo una verdadera necesidad, pues la mayoría poblacional poco sabía de “ler”  (como lo dijera  el ñoño Secretario de Educación) y menos de escribir. Ya para los años 30, se fueron consolidando y mejorando sustancialmente esas instituciones de tal manera que en las décadas siguientes participaron como factores principales para terminar con el analfabetismo nacional. Fueron y han sido factores indiscutibles de desarrollo para la educación publica en las zonas marginadas, lo que logró la desaparición prácticamene del analfabetismo y que lograría mucha otras cosas si no fuera porque el Estado Mexicano ha buscado desaparecerlas y privatizar la Educación.

Muchos de los que enseñaban en el área rural, en sus vacaciones, asistían a la Escuela Normal de Maestros, el la Av. Cosmos , en México,  para mejorar su preparación y obtener el titulo de Maestro, pero llegaron los gobiernos como el del cachorro de la Revolución, como  llamaba Vicente Lombardo Toledano a Miguel Alemán Valdés, y luego continuaron otros gobiernos contra revolucionarios y neoliberalistas y prácticamente fueron reduciendo los presupuestos de las mismas con el objeto de diezmarlas y desintegrarlas..

Egresados de estas escuelas, entre muchos importantes personajes,  han sido Carlos Jongitud Barrios, Othón Salazar Viveros, Misael Núñez, Lucio Cabañas, Manuel San chez Vite (gobernador que fue del Estado de Hidalgo), algunos rojillos y otros apóstoles del charrísmo sindical, al servicio de los gobiernos contrarios a los principios constitucionales.

Desde 1940 y hasta 1969, las normales ya  no fueron consideradas como impor-tantes para esos grupos contra revolucionarios que llegaron al poder, pues las reformas agrarias empezaron a quedar en el olvido. Los normalistas igual, pero respondieron con una huelga, buscando lo que se les había disminuido sobre todo, el incremento presupuestal para completar la planta docente y el incremento económico a las zonas campesinas,

Las normales que aun resisten son pocas y entre ellas se destacan la Normal Rural de Tiripetio Mich. y la de Ayotzinapa en el Estado de Guerrero. Están llenas de jóvenes y los jóvenes son la esperanza de la Humanidad. Salvo excepciones, los normalistas no son malos y por naturaleza propia, aguerridos pero no por eso hay que matarlos, burlarse de ello  o dispararles. Lo que se debe de hacer es atenderlos y abrir las puertas para dialogar, dejar de gastar en helicópteros y recorrer los caminos a ras de suelo, visitar sus instalaciones y ver como viven, entre otro cosas.

Es una lástima que después de burlarse de los normalistas por haber sido golpeados por la policía de Aguascalientes, ahora sea el gobierno de Michoacán, el que los baleen.

Los jóvenes, sea de cualquier origen, no son malos; sus condiciones marginales, la  desatención del gobierno, los obligan a manifestarse precisamente por ver los derroches gubernamentales,  las condiciones que viven, y el el coraje que sienten por los despilfarros, los saqueos, el agachamiento de las autoridades ante otras naciones y los gastos de publicidad enormes innecesaria para aquellos gobiernos identificados con su pueblo.

Vemos lamentablemente los gastos en la publicidad, en el alquiler de aeronaves, que desde el aire no permiten ver los grandes baches de carreteras y caminos rurales. Observamos en los gobernantes su ambición y preocupación por aparecer en radio y TV buscando el resquicio para seguir reptando a otras esferas, sin nunca haber terminado un ciclo completo. Se ven más que preocupados en ver si hay “chance” de llegar a la primera magistratura, sin nunca haber terminado o cumplido con obligaciones constitucionales anteriores.

En fin, no hay jóvenes que sean malosos por naturaleza y que salgan a la calle a  causar disturbios; solo para divertirse. Salen ¡sí¡ a descargar su coraje tanto por los gastos dispendiosos de los gobiernos, como por ver disminuidos sus posibilidades de desarrollo.

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