11 de mayo del 2017.- (Edward Luce) Richard Nixon tardó cinco meses en despedir al individuo que lo estaba investigando. Donald Trump lo hizo en menos de cuatro. La diferencia es que Nixon hizo muy poco para esconder sus motivos por hacerlo. En cambio Trump dice que despidió a James Comey por haber manejado mal su investigación de los correos electrónicos de Hillary Clinton.
Aun tomando en cuenta los estándares de Trump, esta explicación no es creíble. Trump le está pidiendo al pueblo estadounidense que crea que él “despidió y destituyó” al director del FBI por haber tratado injustamente a Clinton.
Claro que se trata de la misma oponente quien Trump dijo debería ser encarcelada por el mal manejo de sus correos electrónicos. Ahora aparentemente Clinton se ha convertido en la víctima de una investigación poco profesional y Trump ha decidido corregir la situación.
La destitución de Comey supuestamente fue provocada por la revelación de que no había descrito adecuadamente su decisión de abrir de nuevo la investigación de los correos electrónicos de Clinton, una movida que muchos creen que favoreció al Sr. Trump en las elecciones presidenciales. Sin embargo Comey, quien hasta el martes por la noche estaba supervisando la investigación de la presunta colusión de la campaña Trump con Rusia para influenciar las elecciones del año pasado, sólo reveló su error la semana pasada. Por su parte, Trump había puesto reparos a la labor del director del FBI mucho antes de la revelación del Sr. Comey. La semana pasada Trump tuiteó: “El director del FBI James Comey fue lo mejor que pudo pasarle a Hillary Clinton, porque le dio un pase gratis por sus malas obras”. O sea que de hecho Comey ya se había convertido en un blanco de Trump.
Las implicaciones son dramáticas. Como cualquier otro escándalo federal de EU, los detalles se están sumando pero los elementos básicos son sencillos. Al despedir al dirigente de la única investigación de Rusia realizada por la rama ejecutiva, Trump ahora llevará a cabo una búsqueda para el reemplazo de Comey.
¿Cuántas posibilidades hay de que seleccione a una figura independiente que continúe con la investigación que ha dejado Comey?
Jeff Sessions, el fiscal general — quien se vio forzado a recusarse de la investigación de Comey debido a sus contactos no revelados con el embajador de Rusia — asesorará a Trump en su búsqueda. Éste fue el mismo embajador con el que Michael Flynn, el primer asesor de seguridad nacional de Trump, tuvo conversaciones grabadas en secreto por el FBI. La filtración del contenido de estas conversaciones causó el despido de Flynn.
El punto importante es que Trump ha despedido al hombre que lo estaba investigando. La “Masacre del sábado por la noche” de Nixon, el momento en el que despidió a Archibald Cox, el fiscal especial, es el único antecedente.
Hay tres consecuencias. La primera es que habrá cada vez más llamadas para que un fiscal especial se encargue de la investigación de Rusia y la campaña Trump. Nixon se vio obligado a hacerlo al igual que Bill Clinton. Trump se resistirá a hacerlo. Sólo los republicanos pueden obligarlo a tomar ese paso. Se intensificará la presión sobre los republicanos para defender la integridad del sistema judicial de EU. Y si un senador republicano como John McCain rompe filas, otros también lo harán. Hasta el momento la línea partidista sigue firme pero comienzan a verse algunas grietas.
La segunda consecuencia es que Trump ya no podrá descartar la narrativa sobre Rusia. Será difícil para Trump lograr mucho mientras se cierne la sombre de Rusia sobre su administración. Es poco probable que haya realizado esta movida si hubiera pensado que dejar a Comey en su cargo era menos dañino que despedirlo. Ya que Comey fue culpado por inclinar la elección hacia Trump, él estaba intentando salvar su reputación. Ahora que ya no está en su cargo, otros en el FBI tal vez tomen la iniciativa. Vale la pena recordar que Nixon fue derrocado por Mark Felt, un funcionario descontento del FBI, quien filtró los detalles sobre su encubrimiento de Watergate al Washington Post. Evidentemente, la noción de que la administración Trump se estaba “normalizando” es totalmente prematura. Estamos entrando en el territorio de Nixon.
La tercera consecuencia es la repercusión de estos acontecimientos en Moscú. El gobierno ruso ha dejado claro su deseo de contaminar la democracia de EU. El martes por la noche, Vladimir Putin anotó otra victoria. El presidente estadounidense tomó una medida que normalmente se asocia con un gobierno antidemocrático. Trump ha interferido en el curso de la justicia. Ni siquiera Nixon llegó a despedir al director del FBI.
Tal vez Rusia no logre un gran acuerdo con EU para crear su propia esfera de influencia. Trump difícilmente podría hacer una concesión geopolítica sin provocar a los “halcones” del partido republicano. Pero Rusia ya ganó el premio que buscaba. Con la “Masacre del martes por la noche” de Trump, la democracia de EU se enfrenta a una crisis cada vez más profunda. Nadie sabe cuándo y cómo terminará.
Con información del Financial Times