Columna Política «Repercusiones», Por Samuel Maldonado Bautista (19-XII-16).- Desde mi uso de conciencia, he admirado y visto con simpatía y respeto a los cadetes tanto del Colegio Militar como a los de la Marina Armada de México, y desde luego a las soldados de nuestro Ejército nacional y a los de la Armada y dejado asentadas mis opiniones en el sentido de que éstas fuerzas armadas solo pueden participar en acciones que le autorice la Constitución Política de Los Estados Unidos Mexicanos en hechos prácticamente de emergencia.
Cabe reiterar que la Constitución de 1917, preveía la transición pacífica del poder político a través de elecciones democráticas que en realidad no las hemos tenido en México en los últimos sexenios en os que se destaca el asalto que realizó el mismo gobierno para imponer a Carlos Salinas de Gortari desdeñando el triunfo electoral del entonces candidato presidencial impulsado por la voluntad imperativa de una mayoría a quien le robaron su voluntad política depositada en las urnas para imponer los intereses del poder económico, mismos a quien se le han entregado prácticamente las industrias bases de un desarrollo industrial y energético.
Por eso preocupa y me ocupo de las “idioteces” de tratar de empoderar a las fuerzas armadas nacionales que pueden conducir al país al pasado.
En América Latina hay ejemplos indeseables de lo que puede pasar en nuestro país si se autorizan las iniciativas de un gobierno que ignora no solamente lo que ha pasa do sino que por sus acciones, demuestra su desconocimiento esencial de lo que es un buen gobierno.
Incluido México en el siglo pasado, En América Latina las dictaduras militares han proliferado y causado enormes problemas en sus respectivos países. En Uruguay, Juan María Bordaberry fue un candidato supuestamente civil pero entregado totalmente a los militares, en los años de 1963. En Surinam, Guayana Holandesa desgobernó Desí Bouterse, quien se sostenía gracias al soporte del ejército en los años de 1984. En la República Dominicana, sobre miles de cadáveres Rafael Trujillo fue respaldado por el ejército y pudo mantenerse en el poder desde 1930 hasta 1961, en que fue asesinado. Augusto Pinochet prácticamene eliminó al Presidente Allende y asaltó y se apoderó del gobierno civil entre los años de 1973 a 1990. En Paraguay, Alfredo Stroessner se mantuvo treinta y cinco años a partir de 1936.
El dictador Anastasio Somoza García maltrató a su país desde 1936 y le entregó a su hijo del mismo nombre la Presidencia, siendo éste expulsado de su país en el año de 1979. Desde luego que no han sido los únicos dictadores en la América Latina, pero basta la mención de ellos para indicar lo que pueden hacer los militares si los empoderan aun más.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, marca perfectamente cuales son las acciones de los militares en el ámbito de la Seguridad Pública en tanto no se requiera suspender las garantías. Cito textualmente lo que marca nuestro sagrado libro:
EJÉRCITO, FUERZA AÉREA Y ARMADA. SI BIEN PUEDEN PARTICIPAR EN ACCIONES CIVILES EN FAVOR DE LA SEGURIDAD PÚBLICA, EN SITUACIONES EN QUE NO SE REQUIERA SUSPENDER LAS GARANTÍAS, ELLO DEBE OBEDECER A LA SOLICITUD EXPRESA DE LAS AUTORIDADES CIVILES A LAS QUE DEBERÁN ESTAR SUJETOS, CON ESTRICTO ACATAMIENTO A LA CONSTITUCIÓN Y A LAS LEYES.
Salvo que esté equivocado, entiendo que no existe la necesidad de reformar los artículos correspondientes a los derechos y obligaciones que deben tener en el país las fuerzas federales.
Las múltiples experiencias de los gobiernos militares en América Latina nos indican claramente que ser impulsadas a realizar actividades fuera de Ley es lo menos aconsejable, salvo para gobiernos realmente ineptos y… ladrones.