Noviembre del 2016 (Con información de El Financiero.com.mx).- Liliana Carmona extraña los cerros de pinos que la vieron crecer en una pequeña comunidad del oeste de México y que ahora están devastados por la «fiebre verde», una creciente demanda de aguacates en mercados extranjeros desde hace más de 10 años.
Esta mujer robusta de 36 años es madre de dos hijos y vive de una tienda de comestibles en Jujúcato, un pueblo de menos de 300 habitantes aledaño a Uruapan, considerada la capital mundial del aguacate, en el estado de Michoacán.
A mil 900 metros sobre el nivel del mar, Jujúcato está rodeada de hileras de montañas que, incluso a gran distancia, se ven carcomidas por los arbustos del fruto verde.
Ante la falta de pinos, cada año Liliana siente «más calor», pero lo que más le preocupa a ella, al maestro de la escuela local y a los investigadores son las posibles consecuencias para la salud de los agroquímicos utilizados para producir aguacate en los bosques altos.
«La estornudadera no para cuando fumigan», cuenta.
El panorama es alarmante. Unas 137 mil hectáreas de Michoacán están destinadas al aguacate, de acuerdo con cifras del gobierno estatal. La mitad en áreas de bosques vendidas con artilugios legales, sostiene Jaime Navia, titular de la ONG Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada (GIRA).
La tasa anual de deforestación es de 2.5 por ciento, de acuerdo con GIRA.
El cultivo del aguacate tuvo su primer «boom» en la década de 1970, pero comenzó a expandirse sin control en los bosques a partir de 2000, según Navia.
Las cifras de la secretaría de Economía indican que desde 2003 la demanda de ese fruto en Estados Unidos y otros países ha crecido de forma constante.
De las variaciones de esta especie arbórea originaria del centro de México, la favorita es la Hass, creada por un agricultor en California, Estados Unidos, en la década de 1920 pero que se cultiva con mucha más facilidad en este país latinoamericano.
En 2003 el valor de las exportaciones a ese país de este «oro verde», repleto de vitaminas, proteínas y ácidos grasos, fue de 58.8 millones de dólares, pero para 2015 esa cifra alcanzó los mil 528 millones de dólares. En tanto que las ventas a Japón pasaron de 40 millones de dólares a 106 millones de dólares.
Hace unas semanas, parte de los agricultores detuvo por un par de días el embalaje del aguacate en protesta por los precios que fijaron los empacadores en esta temporada y que oscila entre 1.8 y 2.6 dólares el kilo de aguacate, lo que tuvo un alto impacto en la oferta en Estados Unidos.
Parado en la explanada de la escuela Primero de Mayo de Jujúcato, que tiene de fondo los cerros arrasados, Salvador Sales dice que en los 15 años que lleva dando clases allí la expansión sin control de esos cultivos trajo también un aumento de enfermedades respiratorias y estomacales en sus alumnos.
«Consideramos que son a causa de los productos (agroquímicos) que se han estado aplicando» a las huertas y que se esparcen por el aire, dice Sales, también preocupado por el riesgo de que se derramen los gigantescos contenedores de agua que los aguacateros que invaden los bosques han construido en lo alto de los cerros.
Hay plantaciones de aguacate hasta a 2 mil 600 metros sobre el nivel del mar «aunque no sean tan productivas», advierte Navia en Tzararacua, una unidad de organización comunal donde se cultiva aguacate pero protegiendo el entorno. Una hectárea de aguacate genera 5 mil 377 dólares por año.
Otro riesgo de que los aguacates se siembren a esas alturas es que los agroquímicos se escurran hasta los arroyos, ríos o lagos.
El investigador Alberto Gómez Tagle, autor del libro «Espejo de los Dioses: Estudios sobre ambiente y desarrollo en la cuenca de Zirahuén» (2010), dice que ese lago y sus comunidades aledañas pueden estar sufriendo ya las consecuencias.
Una de las poblaciones que rodean el lago pidió ayuda a investigadores cuando sus habitantes comenzaron a sufrir «problemas de hígado, problemas renales cuando no los había habido (…) en el momento en el que se ampliaron las huertas y que se empezaron a utilizar todo tipo de pesticidas», dice Gómez Tagle.
«Estamos en estudio de eso. Sospechamos que es por la filtración no solo en los mantos freáticos, sino en los ríos y arroyos, manantiales y cercanos al lago y que derivan de las zonas montañosas donde están estos cultivos», adelanta.
Algunos agricultores y autoridades se están organizado para detener la expansión de cultivos y recuperar tierras invadidas de los bosques de Michoacán.
Desde agosto pasado se han hecho operativos con cuerpos de seguridad en los que ya han recuperado un centenar de hectáreas y detenido a un centenar de personas, la mayoría jornaleros que fueron liberados. También se abrieron investigaciones contra los dueños de esas huertas, dijo a la AFP el secretario de Medio Ambiente de Michoacán, Ricardo Luna.
Además se está creando una etiqueta para que el consumidor identifique las huertas de aguacates amigables con el bosque.
Esta región, que tiene costas en el Pacífico, se hizo tristemente célebre en años pasados por el embate sanguinario del narcotráfico, que también fue seducido por el rentable fruto.
Una fuente del gobierno estatal dijo a la AFP que integrantes de «la delincuencia organizada» son algunos de los aguacateros que invadieron los bosques, pero que el gobierno ya ha recuperado algunas de esas hectáreas.