Artículo de Fondo Por José Cruz Delgado.- La crisis criminal de Michoacán no es ajena al largo tiempo que estuvo bajo control cardenista, que culminó con el desgobierno del perredista Leonel Godoy, que se alió al narcocrimen, lo dejó que se apoderara del estado y heredó un desfalco de 36 mil millones de pesos. Todo con la mayor impunidad.
De acuerdo con el periodista Salvador Flores Llamas, esta ha imperado desde los años 20 del siglo XX, cuando Lázaro Cárdenas llegó a gobernador; tuvo varios interinos (entre ellos su hermano Dámaso y Benigno Serratos), pues venía al DF a cargos federales e impuso luego gobernadores: a Dámaso de nuevo, que con la mayor desfachatez no vivía en el estado, cada 15 días iba a Morelia, se instalaba en el Hotel Alameda, recién estrenado, y gobernaba el chiapaneco Emilio Romero Espinoza, secretario de gobierno.
Del 1928 a 1962, los gobernantes tuvieron el cuño cardenista; lo rompió Agustín Arriaga Rivera, enviado por López Mateos cuando se distanció del “Tata”, y Arriaga estuvo a punto de caer por una protesta estudiantil (manejada por Natalio Vázquez Pallares, instrumento cardenista). Lo sucedió Carlos Gálvez Betancourt, muy parecido a Lázaro; hasta se dijo que era uno de sus 114 hijos.
Muerto el Tata, su viuda doña Amalia Solórzano logró que López Portillo metiera a la política a Cuauhtémoc y lo envió de gobernador priista (80-86). En 2002 llegó Lázaro Cárdenas Batel, ya como perredista, y lo sucedió Leonel Godoy.
El estado soportó 4 gobernadores Cárdenas (el Tata, su hermano Dámaso, su hijo Cuauhtémoc y el nieto Lazarito) aparte de los incondicionales, que hacían lo que el gran cacique ordenaba y ninguno sobresalió.
La crisis inició al expropiar grandes haciendas: unas fueron a manos de políticos, otras las repartieron a campesinos sin capacitación, dinero ni implementos. Grandes superficies quedaron improductivas y no pocas fueron para los Cárdenas, quienes impidieron abrir fuentes de trabajo y que llegaran inversiones.
La gente tuvo que emigrar al DF y Estados Unidos; pueblos enteros quedaron sólo con mujeres, niños y ancianos y se inició el regreso anual de los migrantes en la Navidad, que –se dice- vienen a preñar a las mujeres y las dejan cargadas y arrinconadas, como a las carabinas de rancho.
Dámaso como gobernador (1950-56) expropió una gran hacienda en favor de William Jenkins, y el General heredó a Cuauhtémoc enormes extensiones, donde no se abrían caminos y así se aislaron muchos puntos del estado, pues era imposible llegar a ellos por tierra, y cuando se asomaban helicópteros de inspección los venadeaban; por eso creció el cultivo de droga.
He ahí la simiente de los cárteles, que pagan buenas sumas por atender los cultivos de enervantes a los peones, que se convirtieron en sostenes de familias, y aquéllos se fueron afianzando.
Desde el sexenio de Cuauhtémoc se notó la presencia de mafias en Morelia y ciudades importantes, que luego invadieron la mayoría, controlan y ponen jueces, jefes policíacos, policías, MP, alcaldes y aun funcionarios estatales.
Al iniciar su sexenio, Calderón envió al Ejército a Michoacán contra las mafias a instancias de Lazarito; eso le sirvió a éste de camuflaje, y bajo su cobijo se expulsó a los Zetas y a la casta criminal de Los Valencia y se entronizó la Familia Michoacana, antecesora de los Caballeros Templarios de la “Tuta”.
El gobierno de Godoy fue penetradísimo; lo mostró la captura de 30 funcionarios, ediles, procurador, secretaria de seguridad pública (amasia de Leonel) y su hermano Julio César Godoy Toscano, a quien coló de diputado federal del PRD, fue depuesto y anda a salto de mata.
Leonel armó el “michoacanazo” y culpó a Calderón de la detención de 30 funcionarios, a quienes consiguió amparos del juez Efraín Cázarez López (también amparó a Julio César, el narco-diputado) y los fue sacando poco a poco de prisión. Julio César huyó porque la PGR dictó orden de aprehensión contra él.
Osorio Chong, secretario de Gobernación y encargado de seguridad pública nacional con Peña Nieto, varió estrategia en Michoacán: dedicó las fuerzas federales a disuadir con su presencia a los criminales para no afectar sus derechos humanos. Eso los reanimó y se extendieron a placer, pues está comprobado que toman más vuelo, si se les consiente.
Los ayudó mucho la lenidad del gobierno de Fausto Vallejo, muy enfermo y con su hijo Rodrigo ligado a las mafias, y el secretario de gobierno Jesús Reyna, sustituto de Fausto en los permisos para atender la salud y concuño de Servando Gómez Martínez, ”La Tuta”, líder de los Caballeros Templarios.
Creció la inseguridad, la extorsión a personas y negocios, la penetración del mundo oficial y la desesperación de la gente. Eso movió a Peña Nieto a lanzar nueva y, al parecer, enérgica estrategia con Alfredo Castillo, de su primer círculo.
Castillo designó a José Martín Godoy y Carlos Hugo Castellanos, quienes lo siguieron de la procuraduría de justicia mexiquense y Profeco, como nuevo procurador y secretario de Seguridad Pública del estado.
Se sospecha que “La Tuta” se dejó aprehender inocentemente en Morelia, mediante un arreglo con el gobierno. La inseguridad sigue y seguirá, si no obligan a los autodefensas a deponer las arma, lo que hoy presume el gobernador Silvano Aureoles, pero casi nadie cree porque miente mucho y falta controlar a los cárteles, como los Viagras y al Jalisco Nueva Generación.
Además, Silvano tiene la pena de que Belinda se entiende muy bien con “el Bucky”, y eso que éste no tiene helicóptero.
El P. Gregorio López, de Apatzingán (sufrió un atentado, por fortuna sin consecuencias), señaló a sicarios de los Templarios disfrazados de periodistas, un día que Fausto Vallejo llegó a la alcaldía de Apatzingán y denunció a policías, militares, alcaldes y jueces coludidos con ellos.
El sistema de inteligencia federal no puede ignorar estos hechos, clave del fracaso de esfuerzos. Aureoles montarshows mediáticos para autopromoverse hasta de candidato a la Presidencia, y vuelve a repetirse la historia.