Columna Política «REPERCUSIONES», Por Samuel Maldonado B.- Más enfocada está la administración pública federal en ahorcar o crucificar a los ciudadanos, sobre todo a los de la clase media y de pobreza mayor, que en resolver la enorme problemática económica, política y social, generada básicamente por la ineficacia y corrupción política existente. Por ser beneficiados directos y principales, el sector empresarial participa solidariamente apoyando las series de medidas antinacionales impulsadas tanto por el titular del Ejecutivo Federal y respaldadas mansamente por una burocracia legislativa, que transita incansablemente de la cámara de Diputados a la de senadores y viceversa, viviendo así placenteramente gracias a las “dietas” recibidas, lo que les permite, como una constante, vivir “fuera del error. Al menos así lo señalaba el veracruzano Cesar Garizurieta, alias el Tlacuache, hombre congruente con sus principios y que, cuando se quedó sin trabajo y fuera del presupuesto, tomó la fatal determinación de suicidarse en un cuarto de un céntrico hotel en la ciudad de México.
El impacto negativo de este desleal comportamiento de quienes desgobiernan al país ha impulsado una estrecha cadena de corrupción entre el sector estatal y el empresarial, favoreciendo así a los grandes tiburones que se han apoderado de las empresas nacionales, que explotan incansablemente los recursos naturales renovables o no, sin importar los daños ecológicos que provoque su atesoramiento monetario.
El Poder Ejecutivo, con tales socios como emprendedores han llevado casi a la extinción a la petrolera nacional recuperada cuando había presencia nacionalista en la representación presidencial; el sector eléctrico está en subasta pública, regalando concesiones a quienes antes era supuestamente servidores del Poder Ejecutivo.
Actualmente los mexicanos vivimos una dicatablanda, que significa el control de la sociedad sin que la misma sociedad se de cuenta de lo que es la Dictadura, pero que resiente su explotación en los altos precios de insumos alimenticios, en la poca capacidad nacional para generar empleos realmente remunerativos; es decir, fuentes de trabajo con salarios que les permita dar alimentación y un “extra” para vestido y recreación mínimos.
La Dictablanda es pues, mantener -generalizando- el control en la sociedad, sin que ésta tenga la idea de la opresión y por consiguiente la mínima posibilidad de organizarse para salir del espasmo en que se vive; sin la facultad de moverse o sistematizar sus propias ideas para contrarrestar la opresión en la que un gobierno super neoliberal y capitalista, con la ayuda y complicidad de los dueños de las inmensas fortunas que arbitrariamente les han entregado a sus socios, quienes gobiernas.
Las poderosas compañías televisivas y radiales, que hay reiterar para que no se olvide-fueron prácticamene regaladas truculentamente, no permiten conocer la verdadera realidad que vivimos; que especulan para obtener mayores dividendos y gratifican ampliamente a quienes supuestamente gobiernan.
La nacional dictablanda que padecemos, se soporta no solamente en los dueños de los dineros sino también –desafortunadamente- en las fuerzas policiacas (muchas veces cómplices del crimen organizado y, desde luego en las fuerzas militares, que en nuestro caso son la Marina, Armada de México y el Ejército Nacional.
Desde luego que la obligación de estas instituciones es la de respetar a la máxima autoridad representada por el Presidente de la República, pero no olvidemos que cuando la debilidad del Poder es incuestionable, bastaría un par de cartuchos disparados al aire para asustar a quien débilmente representa a la institución de cualquier país.
La Historia de México ha documentado fielmente la debilidad de más de un presidente que se vio obligado a descansar o a declinar de esa ardua tarea que es la de gobernar. Es decir, cuando el titular del Poder Ejecutivo, ya no tiene ni idea de la solución a la problemática vivida, y enfoca su acción en trivialidades, desvirtua los principios constitucionales y es el momento de retirarse, para mantener la salud de la Nación. El país ha transitado por pasajes históricos donde la más alta autoridad nacional, tenía presencia y era muy respetada por la sociedad en lo general, pero ahora, la debilidad institucional es obvia y obliga a un recuento, ahora que estamos en un punto del que si no retrocedemos, caeremos en el abismo.