Artículo de Fondo, Por Samuel Maldonado B.- No existe duda alguna de que la gran manzana que es México, está podrida; Si pudiéramos partir a la mitad nuestro territorio, se asomarían de inmediato las lombrices y los gusanos. Si le quitáramos la cáscara a la manzana, rápidamente podríamos observar sus amarillentas llagas que sin duda alguna dejarían al descubierto lo podrido de la misma. Si además cortáramos un pedazo, saltarían olores fétidos y nos daríamos cuenta de que el resto de la manzana ni siquiera serviría de abono. Así está la administración pública federal y no pocos estados que componen (o descomponen) lo que fue hace ya sexenios un país que estaba al servicio de los mexicanos independientemente de sus credos o participación política.
En esos días remotos, la educación pública de “élite” era para todos sin importar clases sociales; crecía la importancia de México en el ámbito latinoamericano y desde luego, sin tener problemas serios que no pudieran resolverse, con inteligencia y patriotismo, con el poderoso vecino norteño.
Pero la podredumbre, al paso de los años, ha penetrado lenta pero eficazmente en Estados, municipios y comunidades. Los derrames de la impudicia gubernamental han contaminado mares y lagunas; costas y serranías en las que se cultivan drogas que no solamente van a parar a los Espantados Unidos, sino que, al margen de la ley, frecuentemente con el apoyo de la misma se comercializan en todo el territorio nacional. La corrupción gubernamental, destruye leyes, normas y áreas de reserva ecológica, pues ¡Don Dinero es todo poderoso señor!.
En comunidades y poblaciones de toda la República se genera un comercio que nunca va a parar y que, por el contrario, se amplia al comercio de armas que beneficia económica y principalmente, a los vecinos norteños. A nosotros nos desgasta pues les venden a sus “peones” armas, cartuchos, aviones o helicópteros, además de estrategias, de tal manera que nos empobrece pero que a “ellos” les permite recibir, agradecidamente, la droga que se distribuye a la ancho y largo del territorio norte colindante con nuestra frontera.
Si se escarbara en cualquier sitio del país se encontraría a la podredumbre, el estiércol, las plagas, las excreciones y los malos olores, no solamente en el campo de la administración pública, sino en el privado; en ésta esfera que ahora por decisiones de una clase política corrupta y por los intereses comerciales de la iniciativa privada, misma que ha acumulado enormes riquezas en base al favoritismo y a grandes cochupos oficiales, de tal manera que con esta política han destruido a las más importantes industrias nacionales como lo fue la Siderúrgica Nacional, la Eléctrica, la Petrolera o la Petroquímica, sin mencionar la Azucarera o las grandes concesiones que en materia minera les ha otorgado les han entregado ha ex funcionarios públicos y a socios empresariales, en las que se incluye la entrega del agua de ríos, de presas, que al pasar por “sus minas concesionadas” y buscando mayores beneficios, descuidan su cuidado y con el arsénico utilizado en sus procesos de obtención de oro y plata, contaminan ríos, lagunas o mares en perjuicio de sus dueños, de comunidades agrarias, de los pobladores ancestrales dueños verdaderos de las tierras y de nuestro propio país.
El dinero no tiene espinas y si las tuviera, las callosas manos –no la de los obreros ni de los campesinos- sino de los colmilludos intermediarios oficiales, reciben los beneficios sin importar el daño social, ecológico o industrial que provocan con sus mañosas interpretaciones o desviaciones que de la Constitución Política (ahora sí) de los Espantados Unidos Mexicanos, han hecho el grupo de fantoches de la política que controlan los derroteros del país, aprobando modificaciones a la Constitución de 1917, que cumplirá (no exitosamente) su centésimo aniversario en los próximos doce meses.
Los desvíos económicos, políticos y sociales, no solamente se pueden y se encuentran en el ámbito público, sino que en la iniciativa privada, se tienen poderosos aliados, mismos que aprovechando esa promiscuidad se han hecho poseedores de muchas mayores riquezas, no solamente incursionando en las autopistas, contratos federales o estatales, en el área de la vivienda, etc., sino que inteligencia y perversidad la ponen al servicio de los poderosos para continuar con la de pauperización del Estado Mexicano y, desde luego, su enriquecimiento ilícito.