Columna Política «REPERCUSIONES», Por Samuel Maldonado.- Mientras se agudiza de manera excepcional la pérdida del valor adquisitivo del peso mexicano frente al dólar y con el mayor interés de desviar la atención de la ciudadanía del desbarajuste económico que vivimos, el gobierno de Peña destaca la teatral operación de marinos de la Armada de México (en tierra firme) que dio como resultado la recaptura y encarcelamiento del capo de capos, cuya fortuna, calculada por expertos economistas, la sitúan en la relación de los hombres más ricos de México, pero muy lejano de Carlos Slim o de Bailleres, por señalar solo dos ejemplos de quienes dominan económicamente el país, gracias a las ventas de oportunidad que el propio gobierno desnacionalizado ha impulsado desde hace ya varios lustros.
Pienso que es más el interés de incrementar la confianza de los mexicanos en el gobierno federal que en castigar al crimen organizado, por lo que el gobierno de Peña publicitó ampliamente la acción militar que puso en el “Altiplano”, por segunda ocasión, a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera y así elevar los bonos gubernamentales tan disminuidos nacional como internacionalmente.
Los gastos que el gobierno federal ha utilizado en las cacerías de las organizaciones criminales, que incluyen costos operacionales de naves aéreas, helicópteros caídos por la fuerza de las armas, policías y soldados muertos, destrucción de armamento, etc., seguramente que ascienden a cientos de millones de dólares que con toda certeza podrían haber sido más productivos si hubieran sido aplicados en educación, prevención, rehabilitación (a quienes son adictivos a las diversas drogas), atención médica y a la creación de fuentes de trabajo tan urgentes y necesarias para los mexicanos y no en haberse quemado millones de pesos en infiernitos y en la cacería de narcotraficantes.
Desde luego que esta guerra no es nueva ni moderna, pues mucho antes de que iniciara el siglo XX, ya en los Espantados Unidos (a mediados de los sesenta en nuestro país) líderes religiosos anglosajones impulsaban la idea de prohibir o cuando menos regular el consumo de bebidas embriagantes y poco después de 1900, esa campaña prohibitiva, lo único que generó fue el incremento de los diferentes grupos de mafiosos que al margen de la Ley comenzaron a traficar con el alcohol y comerciar con la cocaína en los EE.UU.
Para la segunda década de 1900 en el vecino norteño, varios ministros de cultos consideraban que el consumo de licores y alcoholes, eran elementos que impulsaban “vicios morales” por lo que insistían en la prohibición de este comercio, logrando que en 1917, el Congreso Norteamericano aprobara una enmienda prohibicionista a la importación, exportación, fabricación y transporte de cualquier bebida embria-gante; así como a la venta y consumo de alcoholes con alta graduación, pues afirmaban. que provocaba efectos colaterales como la prostitución, la demencia, que estimulaba la delincuencia, etc. Suponían que además de llevarse a cabo la prohibición, bares y cantinas dejarían de ser centros de prostitución, pues “el demonio de la bebida hace testamento” decían.
Con esa prohibición, “se iniciaba una era de ideas claras y limpios modales”, sin poder lograr, casi cien años más tarde, erradicar el consumo de las diferentes drogas ni paralizar a la industria cervecera o vinatera. Por los escasos resultados en esta limitación norteamericana, en los años 30 el Presidente Rooselvet dio reversa y permitió la venta de alcoholes y cerveza, pues la guerra contra las organizaciones de “capos” era inútil.
Por la síntesis anterior, pienso que el comercio ilegal de drogas que El Chapo ha realizado con éxito en los últimos años, ha auxiliado a la economía de varios estados de la República y que, en éstos tétricos días, en la que los economistas que mal conducen los destinos del país han tirado casi a la basura el peso mexicano, el dólar sube hasta las nubes más altas perjudicando aun mayormente la economía nacional, pero fortaleciendo a todos aquellos afortunados que siguen comprando dólares al Banco de México para revenderlos o, al menos , evitar que sus fortunas se reduzcan.
Actos teatrales pues, como la captura del capo no es otra cosa que para distraer a la ciudadanía de los problemas económicos que se suscitan día a día en este atribulado país.