Por Carlos Loret de Mola carlosloret@yahoo.com.mx
Durante su estancia en Morelia, como comisionado de seguridad y desarrollo de Michoacán, Alfredo Castillo tenía un restaurante favorito: San Miguelito.
Viejo clásico de la ciudad, rústica decoración, afamado por su “Rincón de las solteronas”, un comedor saturado de figuras de San Antonio puestas de cabeza entre las que se abren paso fotografías de las novias agradecidas porque les hizo el milagrito.
El San Miguelito también es conocido por su buena comida, pero a Castillo no le bastó el menú y presionó a la chef para que le preparara una creación propia: “tilapia a la mostaza”. A la chef no le gustó la idea, pero nadie se atrevía a decirle que no a Castillo, investido con un poder casi absoluto en Michoacán, y quien además llegaba todas las tardes a ocupar (y pagar) una mesa de diez personas, en momentos de crisis en la industria restaurantera a consecuencia del crimen organizado.
Alfredo Castillo es ahora titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, Conade. Y ha protagonizado una dura disputa pública con el Comité Olímpico Mexicano y varias Federaciones deportivas como las de box, basquetbol, beisbol, atletismo, tiro con arco.
Castillo denuncia que estos organismos reciben dinero del presupuesto gubernamental (dinero de todos los mexicanos, al fin) y lo manejan sin transparencia, de manera corrupta y discrecional. La sorpresa no fue que existan estas irregularidades —hay históricos indicios en ese sentido— sino que al final alguien del gobierno lo haya admitido y se proponga combatirlas.
El problema es que al hacerlo, el gobierno se enfrenta a algunos de los intereses económicos más poderosos e influyentes del país. Y Castillo ha planteado la disputa en sus terrenos: la confrontación, el ataque, la denuncia pública, la intervención, donde se siente cómodo quizá por su historia como funcionario policiaco.
El asunto llegó muy arriba en el Gobierno federal. Fuentes de primer nivel me confirman que Alfredo Castillo cuenta con el apoyo del Presidente Enrique Peña Nieto y con el de Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública, del que depende la Conade. No es poca cosa por los intereses que enfrenta.
Pero le pusieron una condición: cambiar de estrategia. Menos amenazas y más acciones. Menos confrontación mediática y más golpes concretos. No pocos en el gobierno evalúan que algunos directivos del deporte mexicano son como los de la CNTE, pero de traje y corbata: reciben dinero, lo usan a su antojo, no rinden cuentas, gozan de un coto de poder histórico y al menor intento de fiscalización reaccionan con fiereza.
La chef del San Miguelito se resignó a cocinarlo todos los días: el filete de tilapia se marina en leche para suavizar, se le agrega salsa inglesa y se termina con un gravy de mostaza con crema.
La “tilapia del virrey” es un platillo sabroso. Quizá con mejores formas de su autor estaría ya en la carta del San Miguelito y en la cocina lo habrían preparado con más orgullo y menos obligación. O sea que Castillo tenía razón, el problema fue de formas. ¿Será igual ahora?