Columna Política «REPERCUSIONES», Por Samuel Maldonado B.- Hace dos semanas señalaba al escribir sobre la devaluación paulatina que ha venido sufriendo el peso mexicano, que el Director del Banco de México, de cuyo nombre no quiero ni acordarme, afirmaba que lo que pasaba en México no era una devaluación de la moneda, sino únicamente se presentaba una apreciación del billete “verde”. Después de tal suprema afirmación, ahora resulta que el propio Enrique Peña Nieto, afirma que lo que le sucede al peso mexicano, es una devaluación y que “aun cuando nos genera escozor” la devaluación del pobre peso es “¡positiva!“, pues México (Peña Nieto dixit) “es una de los naciones mejor libradas en el difícil entorno internacional”.
De acuerdo a lo que señalan diversos especialistas en esta materia, los billetes de cualquier nacionalidad (o las monedas) no tienen un valor por sí mismos, sino que representan la fortaleza de su propia economía. Es decir, “la moneda es una medida de valor que facilita o permite un mayor intercambio comercial (Alicia Girón. Dra. en Economía)”.
Por lo anterior, bueno es que no olvidemos que a principios del siglo pasado, las monedas que circulaba en la República Mexicana, eran de oro y plata, más algunas de cobre y otras más falsificadas. Eran acuñadas de cobre y los falsificadores le daban un baño de plata o de oro, muy superficial.
Las monedas de plata y oro, tenían un valor intrínseco, es decir, valían por sí mismas, por su peso en gramos de oro o de plata. Una de éstas, muy apreciada local e internacionalmente lo era -y sigue siéndolo- el denominado Centenario, así llamado precisamente porque se acuño justo en el centenario de la Independencia Nacional (1821).
Es una moneda aleada con un 90 % de oro puro y 10% de cobre, que le sirve para darle dureza a la moneda; es decir, para que no se maltrate el centenario. Su peso es de 37.5 gramos. Es una moneda realmente muy bonita y estimada; actualmente, el valor de la misma oscila alrededor de los veinte mil pesos y seguirá fluctuando en su valor tanto como se aprecie el dólar.
En los Estados Unidos Mexicanos, como en cualquier parte del mundo, se considera que el papel moneda tiene un depósito de oro, que le da el valor correspondiente; es decir, se supone que por cada billete de papel, el poseedor pudiera cambiarlo por su equivalente en oro o en plata, en el Banco de México. Pero de acudir todos a un mismo tiempo, seguramente que el B de M no podría entregar su equivalencia en oro y por tanto, imposible cambiarlos, el peso perdería estimación y consecuentemente su valor. En otras palabras, si hay confianza en el B de M, no habría problema alaguno.
Si tuviéramos suficiente confianza en nuestros gobernantes, seguramente que el peso mantendría su equivalencia con relación al dólar u otras monedas como la libara o el Euro y tampoco no preocuparíamos si la República Popular China devaluara o no su moneda y menos aún, habría la necesidad de que millones de mexicanos mandaran sus ahorros allende la frontera para no perder lo que con tanto esfuerzo y a lo largo de muchos años lograron ahorrar, a efecto de asegurar su vejez…, pero resulta que desde hace varios sexenios, una característica de los presidentes habidos es su falsedad e hipocresía; diríamos –para estar a tono con este escrito- diríamos que han sido más falsos que las monedas de cobre que tienen un baño de plata o de oro, con el que nos pueden engañar fácilmente.
Por eso no es de asombrarnos con Enrique Peña Nieto, por sus acertadas aseveraciones. Antes había indicado que no había devaluación sino simplemente lo que pasaba era que se presentaba una apreciación mayor del billete verde. Más tarde indicó que la apreciación impulsa el turismo y con éste repuntará el dinamismo económico. Pero casualmente olvida que nuestro país es un importador de casi todo y casi todo significa que tenemos que pagar en dólares ¡todo!
Los últimos presidentes de la República, uno tras otro, han desgobernado y mentido. Hubo uno que expresó su impotencia en una excelsa frase “¡Ya nos saquearon, no volverán a hacerlo!” y los que le siguieron continuaron su ejemplo. Otro, el de las botas, ridiculizó el alto prestigio de la política internacional de México. Otro, lleno de miedo y rencor se fue auto asilado; otro más, casi se acaba la producción de tequila existente y así, por lo anterior, podemos
afirmar que “¡La apreciación reciente del dólar ha generado efectos favorables convertidos en una mayor competitividad en la economía!” ¿La entendió, amable lector…?