Artículo de Fondo, Por Rafael García Tinajero.- No cabe duda el Partido de la Revolución Democrática atraviesa desde hace mucho tiempo por una de grave crisis, sin embargo hoy esta crisis parece haber llegado a una fase terminal y, aún en el caso de que se supere, el partido no podrá seguir siendo el mismo deberá transformarse radicalmente.
Nadie lo duda, el PRD de hoy no es un instrumento útil para reformar o transformar el poder vigente en México con miras de conquistar espacios de libertad, igualdad, democracia y justicia. Por el contrario, parece ser uno de los puntales de un estado de cosas que es ya inaceptable para la mayoría de los mexicanos. Esta certeza parece que ya es asumida hasta por aquellos que durante mucho tiempo se habían beneficiado de este estado de cosas.
Los perredistas nos encontramos pasmados, en la inacción, fragmentados, sin rumbo, con nuestros principales liderazgos históricos ya fuera del partido. Sumidos en disputas intestinas entre tribus que solo buscan espacios de poder, incapaces de capitalizar a favor de una propuesta alternativa la más grave crisis que el modelo económico y político dominante en nuestro país haya sufrido en décadas.
Esta situación no surgió de un día para otro, se fue incubando lenta y progresivamente Nuestro presente es producto de viejos defectos y vicios que yo agrupo en seis rubros fundamentales: indefinición ideológica; falta de claridad programática; ausencia de vida orgánica, un grave problema de ética política, una mala imagen pública y la entronización de una oligarquía en las esferas de poder real del partido.
La indefinición ideológica se remonta a nuestros orígenes, nacimos como un partido frente, que aglutinó a diversas expresiones políticas e ideológicas, en general de izquierda, desde los socialistas y comunistas hasta los nacionalistas revolucionarios escindidos del PRI.
En el afán de mantenernos unidos y ante situaciones de coyuntura optamos por dejar de lado la discusión ideológica y la formulación de, al menos, un pequeño pero sólido cuerpo de doctrina que sirviera de base para la acción. Han sido nuestras sucesivas declaraciones de principios retazos de ideologías, ideas y ocurrencias, no siempre coherentes entre sí, ni claramente distinguibles. Podemos ser socialistas, liberales, progresistas o conservadores al mismo tiempo o según soplen los vientos. Hace algunos años nos autodenominamos de izquierda sin que a la fecha hayamos definido que entendemos por tal. Si somos de izquierda definamos donde nos ubicamos dentro de éste espectro del pensamiento político, y sí somos de izquierdas en plural, definamos el cuerpo de ideas que nos son comunes, que nos aglutinan y orientan.
Por que podemos hablar de la justicia, libertad, igualdad, democracia, etc., pero si no damos a éstas expresiones un contenido ideológico claro e inconfundible no vamos más allá de la palabrería hueca y el lugar común.
De la mano de la indefinición ideológica va el déficit programático, no hemos podido realizar una elaboración teórica sobre los grandes problemas que afectan a Michoacán a México y al mundo, esto ni se discute en el partido, las grandes definiciones, como hace muy poco tiempo la de participar en el llamado Pacto por México, no han sido fruto de la discusión y deliberación en los órganos del partido sino la expresión del interés y, a veces, hasta del talante y ocurrencias de algunas de las personalidades más relevantes del partido o sus tribus.
No existen prácticamente posiciones políticas generadas por los órganos de discusión y deliberación del partido. Podemos estar en contra de la política económica que han seguido los gobiernos panistas y priistas o de la manera en que el gobierno actual ha enfrentado la inseguridad, la crisis económica, el desempleo, la pobreza, la crisis educativa, etc. , pero el partido, como tal, no ha sido capaz de plantear alternativas, la elaboracion teórica de lo que pondría en práctica una vez constituido en mayoría política.. El resultado es que cuando llegamos a gobernar muchas veces no hay claridad sobre cómo hacerlo y terminamos haciéndolo justo en la misma forma que criticamos..
La ausencia de vida orgánica es el tercer gran problema. El estatuto es letra muerta; el comité de base en la práctica no existe o de plano no es tomado en cuenta para nada. Los órganos de dirección, deliberación y decisión, ni dirigen, ni deliberan, ni deciden. Las llamadas corrientes, que no debieran serlo mas que de opinión y pensamiento, han devenido (al menos sus líderes, que a veces solo se representan a sí mismos) en partidos dentro del partido, en tomadores de decisiones por encima de sus órganos de dirección. No es raro presenciar, con vergüenza, que miembros de un consejo o delegados a un congreso esperen, apaciblemente, el momento de sancionar legalmente lo que se ha decidido en otro lugar y por otras personas, generalmente los jefes de las corrientes, sin haber sido tomados en cuenta para nada más.
El cuarto gran problema es el conflicto ético, el de las prácticas que contradicen totalmente lo que dice representar el PRD. Una suerte de doble moral, pues para nadie es un secreto que lo que combatimos hacia afuera es más que común hacia dentro: pregonamos la democracia participativa pero en el partido se niega en los hechos el derecho de participación a la militancia; luchamos por una sociedad de individuos libres y estamos contra el corporativismo, pero el militante sólo puede ser tomado en cuenta si participa en una de esas organizaciones corporativas y clientelares llamadas corrientes.
Estamos en contra de que el dinero o el uso abusivo del poder público sean determinantes al decidir quién nos gobierna, pero en nuestros procesos internos la influencia del poder y del dinero es el pan de cada día. No queremos imposiciones, pero hacia dentro la imposición de dirigentes, candidatos etc. es la regla.
Estamos contra el nepotismo, pero vemos que es común que se imponga a la novia, el amigo, el hermano, para una posición de partido, de gobierno o candidatura.
Pretendemos que la izquierda gobierne, administre y legisle bien, pero la experiencia y el conocimiento, la preparación académica y el trabajo pasan a segundo término cuando se confrontan a la fidelidad a la tribu.
En el PRD se ha producido una oligarquía formada fundamentalmente por los dirigentes de las corrientes y sus cercanos, que concibe al partido no como un medio sino como un fin en si mismo, que busca por encima de todo garantizar su propia supervivencia y que utiliza a las estructuras del partido para conseguir ese objetivo por encima de cualquier otro.
Nuestro problema de imagen pública no es menor, una gran parte de la población jamás votaría por el PRD y, aún entre quienes en ocasiones nos muestran cierta simpatía, somos percibidos como una opción disminuida, socavada por los liderazgos y expresiones internas; un partido dividido, en permanente conflicto interno, rijoso, incapaz de gobernarse a sí mismo mucho menos al país; sin la madurez necesaria para ser un partido confiable; que ha perdido diferenciación con respecto a las otras fuerzas políticas y que ha olvidado aquellos ideales que lo vieron nacer.
Aquí en Michoacán se gano la gubernatura, pero a nivel nacional el panorama es desolador y se perdió terreno ante el avance de Morena, una fuerza política que surgió de las entrañas del perredismo y que cuenta con un liderazgo carismático capaz de atraer muchos votos. Mucho dependerá el futuro del PRD de lo que aquí se haga, de que tan bien o mal se gobierne y esto a su vez de que aquellos que ocupen posiciones de gobierno, de representación popular o de la estructura partidaria, esten a la altura del reto que significa mantener a Michoacán como baluarte perredista.
En vista de todo lo anterior concluyo que éste partido solo tiene dos opciones.
La de la inercia, que no es otra cosa que continuar bajo las condiciones actuales, esta opción no tiene futuro, es autodestructiva y sólo llevará a que más temprano que tarde el partido como tal desaparezca y que desde ahora no tenga utilidad como instrumento de cambio social.
La de la transformación radical, entendiendo radical como el cambio desde la raíz, representa el retorno a los principios; la recuperación de nuestra vida orgánica; empatar ética y política a través de la congruencia; incorporar a los mejores hombres y mujeres del partido a los órganos de dirección, sin importar si sus caras son nuevas o viejas pero exigiéndoles apego a los principios; hacer de la vida interna del partido un ejemplo del tipo de sociedad a que aspiramos, recuperando así la confianza perdida. Es el camino de la regeneración, el que apoyan las bases o lo que queda de ellas en el partido, el único que nos permitirá persistir y convertirnos en la gran fuerza de izquierda que éste país necesita.
De lo contrario preparémonos para la extinción; para la instauración de un bipartidismo de derecha que perdurará por decenios si es que no surge pronto una nueva fuerza de izquierda con ideología, programa, principios, valores y conductas que la identifiquen como tal y la hagan digna de la confianza de este pueblo de México tan golpeado y tan maltrecho al que urge contar con un instrumento para transformar su realidad ya.
Morelia Michoacán a 10 de Agosto del 2015.