Columna Política «SOBREMESA», por Antonio Soto.- Los niveles de aprobación popular de los presidentes pueden ser medidos a través de las encuestas de Opinión pública, en las cuales se determina el porcentaje de personas que califican bien o mal una gestión. En México la aprobación de los presidentes ha ido en picada. La tendencia de aceptación a la baja es muy clara. Al revisar las estadísticas podemos comprobar que son los últimos dos años de los sexenios cuando los Presidentes de la República tienen los más bajos índices de aprobación, por ejemplo, Carlos Salinas tenía un 81%; Ernesto Zedillo un 64%; Vicente Fox un 59% y Felipe Calderón un 51% (Mitofsky, 2011), para el caso del Presidente Enrique Peña, apenas lleva dos años de gestión y su aprobación es apenas del 36% (BGC- Excélsior).
Como vemos los últimos presidentes mexicanos terminaron sus períodos de gobierno con una baja aprobación pero siempre por arriba del 5%, lo que nunca se había visto es el caso de que un Presidente en sus primeros años,-cuando se supone existe todavía la expectativa de que se alcanzarán logros en beneficio de la ciudadanía-, tuviera una caída tan drástica en el nivel de aprobación, como es el caso del actual mandatario.
Lo anterior es sumamente peligroso, pues no se trata de un simple juego de números, toda vez que una baja aprobación podría llegar hasta derribar al propio presidente. Ese porcentaje reprobatorio es producto del desprestigio ocasionado por muchos factores, entre los que sobresalen la falta de ética mostrada por la familia presidencial a raíz de diversos actos de corrupción hechos públicos, así como la ineptitud manifiesta del gobierno federal para resolver los graves problemas de inseguridad y para mejorar la situación económica de la mayoría de los mexicanos.
La baja aceptación popular disminuye drásticamente legitimidad a las políticas públicas de los gobernantes y resta capacidad de negociación para implementar exitosamente cualquier reforma legal, incluso dificulta la aprobación de nuevas propuestas legislativas. En el caso de nuestro País, el desprestigio del presidente le podría ser cobrado electoralmente a su partido en las elecciones para diputados federales que se celebrarán el año que entra, aunque es probable que aún pueda el PRI mantener una mayoría relativa en la camara federal, es claro que no logrará la predominancia que tiene ahora.
No parece que la grave situación por la que atraviesa el País haya conmovido mucho a los funcionarios de primer nivel del gobierno federal ni tampoco de su partido, el decálogo dado a conocer por el presidente Peña Nieto no es exactamente la respuesta que esperaba la mayoría de los mexicanos, «Por un México en Paz con Justicia» no fue la respuesta adecuada a la crisis que enfrenta el País, porque no tiene la contundencia indispensable para ir al fondo en los temas que preocupan a la mayoría de la gente.
El derrumbe en las encuestas de la Presidencia, se deben a que no se quiere asumir con realismo que hay graves acusaciones de corrupción en contra del círculo más cercano al Titular del Ejecutivo Federal y no se observa la más mínima aceptación de que se deben dar pasos claros para acabar con la impunidad. Se culpa de la tragedia nacional a los municipios, aduciendo la infiltración de la delincuencia en sus policías sin reconocer alguna responsabilidad del gobierno federal en todo lo ocurrido, lo dado a conocer parece más bien un refrito del calderonismo, lo que ya demostró que fue un rotundo fracaso.
A pesar de que el régimen en complicidad con las televisoras nacionales ocultan las imágenes del gran descontento social que ha salido a las calles con el grito de «fuera Peña», aunque se siga en el discurso ignorando lo que está ocurriendo en el País, no parece que se podrá evitar el que se siga cayendo la popularidad del Presidente hasta un nivel quizás no visto desde hace muchos años.
@tonosotosanchez