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Pablo VI, nuevo Beato

de Alberto Suárez Inda ,Arzobispo de Morelia ) 19 de Octubre de 2014.- Este domingo 19 de octubre será en Roma la beatificación del papa Pablo VI. Considero un privilegio y una gracia haber conocido personalmente a Juan Bautista Montini, cuando él era arzobispo de Milán y yo seminarista. Frágil en lo físico, brillante como intelectual, de carácter reservado y, según algunos, hasta enigmático, pero en realidad afectuoso y muy sensible.

Repasando brevemente su historia, vemos cómo la Providencia de Dios lo fue preparando para una misión extraordinaria en un tiempo decisivo de la Iglesia. Nació en 1897 en la provincia de Lombardía, al norte de Italia. Fue el menor de tres hermanos, su padre fue periodista y uno de los fundadores del Partido de la Democracia Cristiana, crítico del régimen de Mussolini. Uno de sus hermanos fue médico, y el otro abogado llegó a ser senador de la República. Cercano a los Padres Oratorianos, maduró su vocación y se ordenó sacerdote diocesano cuando no había cumplido aún los 23 años. Enviado a Roma a continuar sus estudios en la Universidad Gregoriana, fue alumno de la Academia Eclesiástica.

Empezó a trabajar en el Vaticano, donde se ganó la confianza de los superiores. Enviado como secretario a la Nunciatura de Polonia, su salud se resintió por el clima y regresó a Roma donde, de manera discreta pero eficaz, colaboró durante 30 años en la Secretaría de Estado con los papas Pío XI y Pío XII; este último lo tuvo como el hombre de su mayor confianza. Sin ser obispo, Montini tuvo injerencia en los asuntos más delicados, trató de cerca a cardenales y obispos, así como a gobernantes y líderes del mundo entero.

Nunca descuidó su profunda vida espiritual ni su actividad apostólica, acompañando a jóvenes universitarios, a quienes, en épocas difíciles, reunía de forma clandestina. Austero en su vida personal, donó toda su herencia familiar. Su pasión era la lectura, sobre todo de pensadores y novelistas franceses; llegó a tener una buena biblioteca personal. Alejado de toda ambición y deseos de hacer carrera, aceptó por obediencia el Arzobispado de Milán, pero renunció a ser nombrado cardenal. Fue ordenado obispo en la Basílica de San Pedro el 12 de diciembre de 1954.

Su labor pastoral en la Sede de San Ambrosio y San Carlos fue muy intensa y de gran proyección, la diócesis de Milán tenía entonces más de 900 parroquias y 2,600 sacerdotes. Visitaba las fábricas y se acercaba a los obreros, dialogaba con los comunistas conquistando simpatía y popularidad; pero también fuertes enemistades, al punto de que en enero de 1956 explotó una bomba junto a una ventana de la casa episcopal.

En caso de que hubiera participado en el cónclave de 1958 a la muerte de Pío XII, muchos pensaban que habría sido el candidato favorito. Pero en los planes de Dios estaba previsto que fuera elegido Juan XXIII, hombre simple pero audaz que convocó el Concilio Ecuménico. Montini fue el primero de la lista de los cardenales nombrados por Juan XXIII y le manifestó siempre gran afecto y atenciones. Le tocaría ya como Papa reanudar y llevar a buen puerto el Concilio en tiempos difíciles, por los extremismos de quienes querían cambios más radicales y quienes se resistían a la renovación eclesial. Pablo VI sufrió un verdadero martirio interior, pero llevando con fortaleza y prudencia el timón de la nave de Pedro.

Es admirable la sucesión de personalidades tan diferentes que han servido a la Iglesia en los últimos tiempos: Juan XXIII y Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, todos ellos cristianos ejemplares, sacerdotes auténticos y hombres con liderazgo y carisma que se han ganado la simpatía y el respeto del mundo entero.

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