Pachuca de Soto, Hgo., a 6 de mayo de 2014.- Las mayores prevalencias en peso y obesidad inician en la Ciudad de México con 5 niños de cada 10 y se mueven hacia el norte del país llegando a Nuevo León, Chihuahua y Sonora donde 4 de cada 10 niños presenta obesidad, explicó el investigador Marcos Galván, especialista en Obesidad Infantil, quien destacó que este camino trazado en la infancia llevará a que mexicanos se acerquen a saturar la posibilidad de sobrepeso en la edad adulta.
Durante la mesa “La Salud y La Alimentación de la Infancia: Una Cruda Realidad”, como parte del coloquio internacional “La Infancia: El futuro No Es Un Juego” que se realiza en el marco del Festival Internacional de la Imagen, FINI 2014, especialistas de México y Latinoamérica consideraron que hay una tendencia mundial en el número y magnitud de los trastornos alimenticios, vinculados a los procesos globalizadores, al aumento del sedentarismo y a la disposición de alimentos de baja calidad nutricional y menor costo.
“Los trastornos de alimentación vinculados al atracón predominan en los estados fronterizos, en la región norte del país donde están más expuestos al tipo de vida norteamericano, a la publicidad y a las grandes cadenas de comida rápida; mientras que hacia el sur del país, el problema mayor sigue siendo la desnutrición, aunque viene acompañada con aumento de peso”, explicó el Dr. Armando Barriguete Menéndez, especialista en trastornos en conducta alimentaria, al señalar que este tipo de conflictos suelen ser resultado de una fragilidad emocional y una necesidad compensatoria de adquirir algo a lo que no se tenía acceso.
En el mismo sentido, el Dr. Hugo Arrigo Cartagena, investigador de la Universidad de Chile y el Dr. Marcos Galván, alertaron sobre el aumento de obesidad y la reducción de estatura entre las comunidades indígenas tanto chilenas como mexicanas y adelantaron que como resultado de las investigaciones encontraron que tales cambios no tienen que ver con los orígenes étnicos y si tienen un componente vinculado a la situación económica, donde resulta que a mayor índice de pobreza mayor es el aumento de peso.
“Hubo un cambio de alimentación, antes la gente comía chile, frijol y tortilla, hoy esas comunidades consumen maruchan, pizza y refresco. Entonces se cuestionaba el valor nutricional de esa dieta indígena y la gente lo entendió como que tenía que modernizarse”, precisó el Dr. Galván, representante del Centro de Investigación Interdisciplinaria en Ciencias de la Salud, quien estimó que los programas sociales deben promover la prevención y el acompañamiento de las comunidades para que sepan guiar su consumo.
Por su parte, el Dr. Barriguete Menéndez, aclaró que en las comunidades indígenas se mantienen los problemas de desnutrición y que el aumento de peso podría tener una respuesta al acceso a los productos altamente calóricos y a los apoyos económicos que se reciben sin que exista un acompañamiento institucional para explicar a los beneficiarios cómo deben usarlos. “El gobierno les da recurso y entonces la gente va y compra lo que vio anunciado en la tele. Un comportamiento que tiene que ver con las aspiraciones sociales”.
Así también, Barriguete Menéndez enfatizó que la aparición de trastornos alimenticios no ocurre solamente entre adolescentes, mujeres y famosos, explicó que este tipo de problemas que van desde la pérdida de control (trastorno de atracón), la restricción de alimentos (anorexia) y la compensatoria (bulimia) se registra en todos los sectores, en todos los géneros y en todas las edades. Sin embargo, adelantó que en sus investigaciones han encontrado que las mayores conductas de riesgo ocurren en el Distrito Federal y Tamaulipas; y afectan mayormente a los adolescentes mayores de 14 años.
El investigador adelantó que en un comparativo entre 2008 y 2012 encontraron que se duplicó la preocupación por el peso tanto en población femenina como masculina al ascender de 6.9% a 11.5% en hombres adolescentes y de 14.8% a 19.7% en mujeres adolescentes y consideró que las redes sociales han contribuido a magnificar estos efectos en aquellos individuos que tienen una cierta fragilidad emocional.
Finalmente, los tres especialistas coincidieron en que el aumento de impuestos a los productos de baja calidad alimenticia es positivo, aunque comentaron que tales recursos deben destinarse a fortalecer los programas de salud dirigidos a los niños en sus primeros años de vida y al acompañamiento de los adolescentes que se encuentran en edades de riesgo, “la gran acción educativa se ha trabajado en mensajes. Necesitamos modelos más completos y mayor inversión a los programas de salud y alimentación que vayan enfocados a la prevención y a la capacitación de los docentes” concluyó el Dr. Marcos Galván.
El coloquio internacional “La Infancia: El futuro No Es Un Juego” continuará mañana con la mesa «Niñez robada, trabajo, maltrato, violencia y adicciones»