Morelia, Mich., 12 de octubre del 2013.- Luego de una semana de estancia en La Otra Escuela Zapatista, Jorge Arce, alumno de la Facultad de Filosofía de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, expresó que los valores y contenidos educativos de la vida en comunidad de los zapatistas tiene elementos valiosos que podrían retomarse en el modelo educativo del país.
Honestidad, la igualdad entre hombres y mujeres, la autosuficiencia alimentaria, una justicia que castiga pero no encarcela, la revaloración de la lengua materna, la opción para las mujeres entre ser madre o no, trabajar o ser parte de la lucha, además de un aprendizaje del respeto al entorno, son los contenidos primordiales de la educación que la nueva generación de niños zapatistas aprende en Los Caracoles, comunidades zapatistas que surgieron desde 1987, como un movimiento que se levantó en armas en 1994 y que a la fecha ha evolucionado en una alternativa de vida, explicó.
Con motivo del 40 aniversario de la Facultad de Filosofía, se presentó el primero de seis diálogos con egresados y estudiantes de la facultad para tratar diversos temas, y en esta ocasión correspondió a “La Otra Educación, la experiencia de La Otra Escuela Zapatista”.
Los asistentes pudieron conocer la experiencia de estos jóvenes que respondieron a la convocatoria que hiciera el EZLN a investigadores, estudiantes y público en general para conocer a fondo el proceso educativo y forma de vida en los caracoles ubicados en la sierra de Chiapas.
Cada alumno pagó su material con 100 pesos, consistente en cuatro libros de texto y se hospedó con una familia. Tenía una persona que era quien le acompañaba a todas partes y traducía de la lengua madre de los indígenas al español, explicaron.
Para los expositores, la vida de los zapatistas es armónica, todos tienen el mismo nivel económico, los gobernantes son evaluados y removidos en caso necesario y su paga es en especie, al igual que los maestros, a quienes llaman promotores, para que su familia coma y se mantenga mientras ellos se dedican a una actividad que es en beneficio de la comunidad.
Todos los miembros en una familia comen lo mismo, saben de agricultura, medicina tradicional, arreglan sus diferencias cuando alguien comete un delito, el cual no se castiga con cárcel, sino con trabajo.
Las mujeres, ejemplificaron, “prohibieron en la comunidad el alcohol, ya que beber cambia a las personas y eso hace que los maridos despilfarren el dinero y maltraten a la familia”. Al haber un acuerdo en la comunidad al respecto, la norma es respetada.
Roberto de Anda y José Manuel Fuerte, por su parte, expresaron que les llamó la atención la forma en que una población puede volverse autosuficiente sin depender del asistencialismo, cómo una comunidad puede vivir, tomar decisiones y ser felices.