Nada detiene al hombre o la mujer que busca mejores oportunidades de vida para sí mismo y los suyos. Las fronteras de una empresa o la cerca de un país vecino no son suficientes para aquellos que saben que del otro lado encontrarán, por lo menos como proyección, mejores oportunidades. El sueño americano no pierde caducidad para los que, por cultura y poco acceso a las ocasiones, no cuentan en su haber con fuerza de impulso a prosperar en su lugar de origen.
El primer gobierno gris (2008-2012) de Barack Obama sólo apuntaló los intereses de lo que culturalmente es demandado en EEUU, pese a las reformas y activismo político como legislador previo a la presidencia. En la actual administración, Obama impulsa leyes y determina acciones nacionales alejadas de lo que esperaban los latinos cuando arribó a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica. La ley de migración no sólo cuarta virtualmente las aspiraciones de migrantes, sino que puede verse como un obstáculo más a vencer en donde los únicos beneficiados son los coyotes, personas que tienen sus cotos de poder con las autoridades migratorias. Sólo se encarecerá la entrada a ese país. No resta decir que las condiciones del trato a los posibles migrantes empeorarán.
Por su parte Peña Nieto no presenta visos de proponer leyes ni reformas que aseguren la estabilidad de crecimiento nacional, al contrario. La reforma al artículo 27 constitucional, -reforma nublada por cuanto poco se sabe del planteamiento presidencial-, puede figurar como la fisura mediante la cual se minen posibilidades legales, no por ilegalidad sino por falta de contención como es costumbre en las leyes mexicanas, que la iniciativa privada aproveche para hacer sus américas y que los mexicanos continuemos perdiendo el patrimonio económico que por derecho corresponde por nacionalidad. Deuda histórica por falta de continuidad de las administraciones consecutivas al general Cárdenas.
Los migrantes harán lo correspondiente con las necesidades que el panorama económico y sus corazones les plantearan. Por muy altas que sean las murallas o por cerradas que sean las leyes antimigración, el fenómeno no cesará. Lo contrario no podemos asegurar porque no contamos con una bola mágica de adivinación.