Columna política «Mi Villano Favorito» por Toño Aguilera.- Andrés Granier Melo amasó una fortuna calculada (en un análisis conservador) en más de 60 millones de pesos, pero el llamado “Químico” ha declarado que su patrimonio asciende a 25 millones de pesos, producto, según su palabra de inocente palomita, de sus años de trabajo, de herencias y otros ingresitos que surgieron por otros lados.
El ex gobernador priísta de Tabasco tuvo un ascenso fulgurante en la política, ya que de ser un simple jefe de laboratorio de una dependencia estatal allá en la década de los 80, pasó a ser empresario del sector de los análisis químicos, a alcalde de Villahermosa en las postrimerías de los 90, y después gobernador. Ahora es un prófugo, si bien no de la justicia hasta estos momentos, sí de la ética, la moral y de las buenas costumbres. Es un corrupto y es un priísta (lo cual podría ser una tautología).
Cuando dejó a Tabasco en diciembre pasado, Granier Melo declaró que contaba con 13 propiedades en Villahermosa, Ciudad de México y Cancún, por un valor catastral de aproximadamente 26 millones de pesos, así como cuentas bancarias, en moneda nacional y dólares, que ascendían a más de 40 millones 566 mil pesos.
Pero investigaciones periodísticas de los medios nacionales, le han localizado otras propiedades, como un departamento en Miami con un valor de más de 200 mil dólares, algunos vehículos de lujo y una casa en la Ciudad de México con un costo superior a los 4 millones de pesos.
Asimismo, sus vástagos han hecho una exhibición ostentosa en redes sociales de su opulencia, con fotos de viajes en el extranjero, autos de lujo y visita a los mejores restaurantes de México y de Miami.
Por su no fuera poco, un audio demostró que como lo hiciera la ostentosa ex primera dama de Filipinas, Imelda Marcos, Granier se jactó de tener 400 pares de zapatos, cientos de trajes y mil camisas.
Andrés Granier es una piedra más al enorme muro de la corrupción de los gobernantes del PRI. Sus gobernadores han sido señalados en los últimos años por dirigir sus estados como virreyes, desviando fondos públicos, manipulando programas contra la pobreza y amedrentando a opositores.
Antes de las elecciones del 2012, Peña Nieto y el PRI optaron por deshacerse de su ex dirigente, Humberto Moreira, después de que el gobierno calderonista lo acusara de haber endeudado de manera ilegal al estado de Coahuila cuando fue gobernador.
Otros como Tomás Yarrington, ex gobernador del norteño Tamaulipas, fue vinculado por el gobierno anterior a un cártel de la droga. Recientemente el gobernador en funciones de Veracruz, Javier Duarte, fue acusado de manipular programas antipobreza con fines electorales.
En el historial de acusaciones y escándalos priístas, no se sabe de ex gobernadores que han pisado la cárcel. Muchos casos se han saldado con la prisión de cercanos colaboradores de los mandatarios, o directamente han sido cerrados tras breves pesquisas de las autoridades locales, como el caso del ex gobernador del Estado de México Arturo Montiel (1999-2005).
Peña Nieto, entonces gobernador del estado, creó en febrero de 2006 una fiscalía especial para investigar las acusaciones de enriquecimiento ilícito contra Montiel, su antecesor y mentor.
Unas horas después el fiscal designado renunció por motivos personales. El funcionario que lo reemplazó hizo lo propio al mes de haber tomado el cargo y sus dos auxiliares fueron los que concluyeron ocho meses más tarde que no hubo pruebas de delito.
Otro ejemplo de los excesos de los virreyes priístas ( sus hijos mirreyes) surgió en diciembre de 2005, cuando la periodista Lydia Cacho fue sacada de su casa en Cancún a punta de pistola por policías de otro estado, en algo más parecido a un secuestro que a una detención.
Semanas después, se divulgó una grabación en la que el empresario textil Kamel Nacif le agradecía al gobernador de Puebla, el priista Mario Marín, por haber encarcelado a Cacho, que lo acusó en un libro de ser parte de una red de pederastia.
Este fue uno de los más escandalosos casos de abuso de poder de un mandatario estatal, pero nunca logró avanzar en la justicia y Marín -a quien Nacif llamaba “mi góber precioso”- jamás reconoció que fuera su voz en la grabación.
Fieles a su cultura de chacal, los priístas ya se alejaron de un cadáver político que apesta, y en los últimos días decidieron deslindarse del ex gobernador de Tabasco y su círculo cercano. Y todo hace indicar que Peña ya giró la instrucción de sacrificar al “químico” para salvar el físico del PRI.
Sin embargo, al nuevo PRI le persigue la sombra de una de las prácticas que es marca de la casa: la corrupción, la cual es como su segundo apellido.
@gaaelico