¿Toque de queda para Michoacán?

«Mi Villano Favorito», por Toño Aguilera.- En los hechos, no hay mucha diferencia entre el anuncio del gobierno de Enrique Peña Nieto para “salvar” a Michoacán de la violencia y la criminalidad, con la que hizo hace ya siete años en megalómano de Felipe Calderón, salvo por el hecho de que el priísta mandó menos soldados que el panista. Pero lo más significativo es que ahora que el PRI gobierna el Estado y el país, Reyna le entregó en bandeja a Peña el control de la seguridad de Michoacán al Ejército y todo lo que ello signifique en términos de respeto a los derechos humanos y de implementación de estrategias al estilo militar.

Lo cierto es que ambos apelan a la lógica belicista, a la guerra, a la confrontación y al uso de la fuerza pública. El tema de detonar una estrategia económica o de programas sociales especiales para el Estado, quedó fuera de los compromisos que asumió Miguel Ángel Osorio Chong este martes en Morelia.

De todo lo que se dijo en el marco de la reunión del Gabinete de Seguridad, quizás lo que debería ser más importante es lo siguiente: “el secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos, será el responsable de la estrategia de seguridad, aunque además de militares participarán marinos y policías federales y del estado”.

Será la Sedena quien se haga cargo y el Estado cede soberanía en este ámbito, y por ende de acuerdo a la manera en que el Ejército suele desenvolverse cuando asume el cargo, es previsible la puesta en marcha de retenes, patrullajes, operativos, y hasta se ha comentado la posibilidad del toque de queda en algunas regiones.

Además, de otras estrategias que no son oficiales: Ejercicio indebido del servicio público, allanamientos de morada, detenciones arbitrarias, coerción y muchas otras cosas que ya han sido corroboradas por la Comisión Nacional y Estatal de Derechos Humanos.

Estos escenarios previsibles son los mismos de hace siete años, cuando Felipe Calderón lanzó su guerra contra el crimen organizado. Dos semanas después de haber tomado posesión como presidente de la República, Felipe Calderón anunció una cruzada nacional para combatir el narcotráfico y la delincuencia organizada. El modelo militar utilizado forma parte de una estrategia internacional contra las drogas diseñado conjuntamente con Estados Unidos. Dicho modelo se inspira en el Plan Colombia. Entonces, se puso en marcha la llamada Operación Conjunta Michoacán.

Con esta operación, más de siete mil elementos de distintas corporaciones policiacas y militares son enviados a patrullar el Estado, y en especial la región sur de Michoacán; contaba con un presupuesto anual de mil 250 millones de pesos para armamento, desplazamiento, material logístico y de inteligencia, y se incrementó durante 2007. El desplazamiento terrestre y aéreo de militares y policías fue espectacular, pero nada extraño para una región que ha aprendido a vivir con la fuerza militar y policial por décadas.

Nada nuevo bajo el sol con la “estrategia” de Peña Nieto para Michoacán. Cabe destacar que en la entidad, la fortaleza de los cárteles se ha construido por una multiplicidad de factores geográficos, históricos y culturales que tienen que ver tanto el desmantelamiento del Estado y la desregulación económica y política, objetivadas en el crecimiento del consumo de drogas, la restricción migratoria, la falta de oportunidades y la expansión de mercados ilícitos, económicos y políticos (corrupción). Los cárteles michoacanos son una síntesis de identidades históricas que traspasan cualquier forma mecánica de presencia o ausencia del Estado.