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Por Ignacio Herrerías
Fausto Vallejo pasará a la historia como el gobernador más intrascendente en la historia de la política moderna de Michoacán, y es que su fútil periodo de 14 meses no inauguró una sola obra, no cortó ningún listón, no ejerció ningún programa, mandó a la calle a más de dos mil trabajadores de gobierno sólo porque no comulgaban con el PRI, canceló programas sociales, se endeudó con 9 mil millones de pesos, inculpó a todos de sus errores, toleró la indolencia, creció la inseguridad, se desató la ingobernabilidad y reprimió estudiantes a más no poder.
Esas serás las imágenes del político que permitió la restauración del PRI en Michoacán, y que al parecer será también el que lo saque.
Durante el corto periodo en el cual ¿gobernó?, Vallejo Figueroa dirigió un equipo de improvisados, de nulo perfil, que yerro tras yerro tiraron por la borda el capital político que logró en las elecciones del 2011.
De Fausto recordaremos sus declaraciones altisonantes, de desprecio hacia los periodistas, de odio hacia sus adversarios políticos, sus acusaciones sin fundamento, su falta de trabajo, su pésimo manejo informativo, su rencor hacia sus críticos, su cerrazón, su intolerancia y todas esas actitudes que al final le pasaron la factura a su estado de salud.
En lo dicho, Fausto fue el hombre que dividió a los michoacanos, que polarizó la sociedad, que generó encono, que provocó, que fomentó la ingobernabilidad.
Sólo los priístas (y no todos) y sus empleados lo recordarán, para el resto de los michoacanos, su retiro es un alivio momentáneo a las fútiles condiciones de inseguridad, crisis económica, y conflictos sociales con los que dejó al estado.
