Por Gerardo Espinosa.- La capacidad de movilización, de protesta y de manifestación de las inconformidades de todo tipo, forma parte del ADN social de todos los michoacanos, toda vez que la historia y la tradición de los movimientos sociales y políticos en el Estado, arrastra un bagaje de más de 200 años. Diversos investigadores de la historia, han expuesto todos los fenómenos sociales que se sucedieron en la entidad en los dos últimos siglos, y el libro Movimientos Sociales en Michoacán en los Siglos XIX y XX, editado por la Facultad de la UMSNH y la conclusión es la misma: la capacidad de protesta y manifestación de los michoacanos, la tienen hasta en la médula y forma parte de la historia del estado, el cual ha estado en la primera línea de la transformación del país y ha sido cuna de grandes movimientos que no sólo forjaron la nación, sino sus mejores hombres y mujeres, así como sus mejores causas.Las organizaciones sociales, estudiantiles, políticas y hasta de grupos vulnerables en Michoacán le arrancaron al estado y a los regímenes gubernamentales sus conquistas y derechos a fuerza de manifestaciones y protestas, y en ese proceso de reconocimiento les llevó la vida a muchos activistas. Michoacán ha sido una de las entidades en donde el activismo político está acendrado en sus habitantes, los cuales tiene la capacidad y la inclinación a organizarse ya sea para exigir la atención a sus demandas o para levantar banderas de transformaciones, que han definido la historia del país.
Allí están los ejemplos de Miguel Hidalgo en el Colegio de San Nicolás; de Inés Chávez en la etapa revolucionaria, el Cardenismo y de Elí de Gortari en 1966. Sin embargo a fechas recientes, el abuso de las tácticas de manifestación y protesta han perdido la originalidad de principios y objetivos que tuvieron en su inicio, y los diversos grupos han utilizado el derecho constitucional a expresarse libremente en aras del chantaje y la presión social o política, destacó el investigador de la UMSNH, Juan Manuel Salceda.
El activismo político en Michoacán nació de la mano de los jesuitas al interior de los muros del Ex Colegio Jesuita en Pátzcuaro y del Colegio de San Nicolás en la entonces Valladolid. La educación liberal y afrancesada que los monjes impartieron durante años, hasta su expulsión en 1767, rememora el investigador de la Facultad de Historia. Este tipo de educación dejó un simiente de activismo en sus alumnos, el cual sería puesto en práctica por los insurgentes que se alzaron en contra del Virrey en 1810, en especial los michoacanos Miguel Hidalgo (cuando nació la Hacienda de Corralejo pertenecía al obispado de Michoacán) y José María Morelos. En Michoacán el activismo político está metido hasta el tuétano, como lo veremos en la siguiente investigación.
De acuerdo a la serie de artículos que contiene el libro Movimientos Sociales en Michoacán en los Siglos XIX y XX, editado por la Facultad de la UMSNH, el mayor activismo político en el estado se ha manifestado siempre al interior de los muros universitarios, de las escuelas y del campo. “En el México decimonónico, las revueltas locales y los pronunciamientos políticos acontecidos en las provincias a menudo fueron interpretados como reacciones “negativas” a los proyectos de modernización, factores nocivos que retrasaron el proceso de construcción del Estado mexicano y que derivaron en un escaparate de luchas por el poder político”, destacó el historiador.
Por otra parte, una investigación del ex secretario de Cultura en el estado, Jaime Hernández Díaz, destaca que en la época de la ley de expulsión de españoles en 1827, en Michoacán se manifestó una oleada de criminalidad, prácticamente desde los inicios de la vida independiente, afectando a las ciudades y al campo, fenómeno que se elevó considerablemente al agudizarse los conflictos entre los grupos políticos a partir del año de 1827. Destacó que surgieron gavillas que llegaron a combinar acciones criminales con actividades políticas fue la banda dirigida por Eustaquio y Francisco Arias, que dislocó sobre todo el Departamento del Sur en diversos momentos entre 1831-1835.
Posteriormente, Juan Carlos Cortés Máximo del Instituto de Investigaciones Históricas de la UMSNH, detalla que en 1857 brotó una movilización campesina en Tarímbaro. En rechazo a la política agraria que adoptó el gobierno del Estado desde los primeros años de vida independiente, en septiembre de 1857 los comuneros reiteraban su rechazo al reparto con el argumento de que no recibirían ningún beneficio, y sólo otros sectores de la población serían los favorecidos, en especial los propietarios. Para sofocar la sublevación y evitar que se extendiera hacia otros lugares, el gobernador substituto Miguel Silva Macías mandó a Félix Alba, prefecto del distrito de Morelia, hacia la zona del conflicto acompañado con una tropa de cien hombres de seguridad pública y del Batallón activo de Puebla. El destacamento observó que los indígenas avanzaban a la ciudad, sin embargo, la columna militar se movilizó y comenzó la persecución hasta alcanzarlos en San Juan Tararameo, en donde terminaron por dispersarlos después de un “pequeño tiroteo” que sostuvieron. El resultado fue desfavorable para los inconformes, según los informes oficiales en la escaramuza un solo campesino falleció, hubo varios heridos y el resto fue aprehendido.
En los albores del siglo XX, surgieron en la Meseta Purépecha las primeras expresiones de inconformidad social y política de parte de las poblaciones indígenas. En el año 1900, durante la era porfiriana, sobre una colina, a unos 2 300 metros de altura, se encontraba San Antonio Charápani ( hoy Charapan). Por entonces “prevalecía el orden decimonónico resultante tras la fractura agraria, política y religiosa propiciada por el liberalismo masón que rompió los restos estructurales del régimen colonial novohispano”, detalla Carlos García Mora, de la Dirección de Etnohistoria del INAH. El surgimiento de las corrientes revolucionarias –refiere el investigador- sumió a Charapan en un conflicto interno de índole diversa (agrario y religioso sobre todo, pero también étnico clasista) entre las y los charapenses que tomaron bandos opuestos. Las divergencias involucró a algunos charapenses que se sumaron al movimiento maderista y, luego, a otras facciones revolucionarias. Charapan fue escenario de una rebatiña de diversos conglomerados étnicos y sociales para prevalecer en esa cultura.
En la época de la revolución surgieron grupos rebeldes que actuaron en Michoacán durante el periodo de 1915 a 1919. Rita María Hernández Hernández investigadora del Archivo Histórico del Poder Ejecutivo, detalla que entre los movimientos que se sublevaron con alguna proclama político-social de aquellos grupos de salteadores que aprovechando la insurrección llegaron a confundirse en la revuelta armada, particularmente procuramos un seguimiento de los grupos encabezados por José Altamirano, Jesús Síntora e Inés Chávez García.
Su investigación refiere que el triunfo constitucionalista de la mano de Venustiano Carranza no significó necesariamente la paz y concordia nacional, ni mucho menos estatal. Por el contrario, el surgimiento de varios grupos rebeldes mostró también el significado que tuvo el constitucionalismo en muchos hombres. A partir de 1915 y hasta 1918, en el territorio michoacano la proliferación y auge de grupos rebeldes se desató con mayor fuerza, por varias razones: la terrible situación económica por la que atravesaba la entidad y el resultado de la derrota de las huestes villistas que al desmembrarse los colocó al margen de la ley situándolos como simples bandoleros.
Entre 1920 y 1928, Michoacán se sumó con ahínco al movimiento agrarista, como lo narra el académico estadunidense Christopher R. Boyer de la Universidad Estatal de Kansas. Aunque el proceso revolucionario de 1910-1920 en Michoacán no dio lugar a movilizaciones populares en gran escala ni tampoco al desmantelamiento de las haciendas, la revolución sí debilitó políticamente a los hacendados. Asimismo, la clase política porfiriana efectivamente desapareció durante la década de los veinte. Cuando algunos grupos de agraristas michoacanos lograron apoderarse de las armas en esa misma época, se hallaron en una situación envidiable: los políticos de Morelia y México que procuraban reconstruir el estado, la economía y la sociedad mexicanas tuvieron necesariamente que prestar atención a las demandas agraristas, aún cuando no tenían el menor deseo de respaldarlas.
Desde los primeros días del gobierno de Álvaro Obregón, algunas personalidades políticas propusieron el establecimiento de una amplia campaña cultural para reformar la sociedad rural del país. El gobernador de Michoacán, Francisco J. Múgica (1920- 1922), y sus colaboradores en el pequeño Partido Socialista Michoacano, también acudieron al espíritu renovador y elitista de la época. Los socialistas ganaron el poder en Michoacán en 1920, tras una controvertida campaña electoral. La reforma agraria y reconstrucción cultural resultaron ser los componentes más importantes en el proceso de negociación entre el Estado y las comunidades de campesinos michoacanos durante los años transcurridos entre 1920 y 1932. Durante los años setenta y ochenta la mayoría de los analistas concluyeron que los agraristas de los años veinte se afiliaron al programa revolucionario porque así pudieron obtener bienes materiales -sobre todo, la tierra-.
El mayor movimiento social y político, que dejó políticas y símbolos de gran calado en Michoacán, fue el cardenismo. En el siglo XX, por ejemplo, sus habitantes vivieron y muchos participaron en los diferentes momentos del proceso revolucionario: “otros en las luchas por la tierra de las comunidades, como las lidereadas por Miguel de la Trinidad Regalado allá por la región de los once pueblos; unos más tarde y con el mismo fin, con Primo Tapia, acá en la zona lacustre de Pátzcuaro y en las ricas tierras de la ciénega de Zacapu; y, años más adelante, en la reforma agraria con el general Lázaro Cárdenas”, destaca la investigación de Alejo Maldonado Gallardo de la Facultad de Historia de la Umich.
“La historia de los cardenistas y del cardenismo, comenzó con la llegada del general Cárdenas al gobierno de Michoacán en el verano del 28, sin saber entonces que así les sería llamado. Y fueron muchas las historias de hechos y sucesos que entonces se conjugaron y convergieron para dar origen a esa corriente política e identificar a sus simpatizantes. Ismo, surgido a raíz de la práctica tan peculiar que le imprimió el natural de Jiquilpan, a las reformas sociales que impulsó bajo su gobierno en Michoacán y posteriormente como primer mandatario de la nación, y que a la postre se convertiría en un referente necesario en las luchas sociales de nuestro país”.
Maldonado Gallardo destaca que en el Michoacán de esa época, amén del quehacer de la Liga de Comunidades y de las secuelas que iban dejando las revueltas nacionales, manteniendo un ambiente de constante actividad política y social, contribuía para ello de igual manera, el quehacer de experimentados dirigentes y militantes del Partido Socialista Michoacano de Isaac Arriaga, como eran los casos de Alberto Coria, Nicolás Ballesteros, José Martínez, Juan Ascencio, Fidencio Resendiz y José Alvarez y Gasca entre otros. Así como de la Local Comunista de Morelia, entre los que destacaba Juan Chávez y el mismo Primo Tapia, quienes fueron sus dirigentes en 1923.
“La difícil situación en la que vivían los campesinos. Unos por haber recibido las tierras, otros por pretender obtenerlas, y unos más por el descontento de los bajos ingresos, la falta de trabajo o porque el arrendarlas lo hacían favoreciendo al bolsillo del hacendado. No fue todo a lo que se enfrentaron estos grupos marginados. Las guardias blancas de los latifundistas los perseguían y en no pocas ocasiones los asesinaban por ser agraristas.
“En el convulsionado Michoacán, la renovación de poderes federales y locales estaba moviendo la vida política de tal manera, como quizá no se había hecho hasta entonces. Dos bloques eran los más importantes en la contienda: la Coalición de Partidos Socialistas de Michoacán y la Confederación de Partidos Revolucionarios de Michoacán. Cada una con sus propios signos ideológicos y compromisos políticos. En esa coyuntura, la figura del joven general Lázaro Cárdenas reunía en opinión de ambos bandos, los requisitos idóneos para satisfacer las aspiraciones de cada una. Para la Coalición, significaba una posibilidad real para impulsar las reformas sociales: en especial la del reparto de tierras y mejoras laborales de los trabajadores urbanos y rurales”.
Cuando Cárdenas llega al gobierno de Michoacán se encuentra con un campo fértil para sembrar las ideas reformistas. “Soy partidario de la política agraria, por ser uno de los postulados de la Revolución y porque el resolver el problema de la tierra es una necesidad nacional y un impulso al desarrollo de la agricultura”, destacaba el joven general y e investigador de la UMSNH añade: “En ese manifiesto, el futuro estadista daba una muestra de la clara idea que tenía tanto de las causas y objetivos de la revolución, como de los postulados sociales del constituyente de Querétaro”.
Sin embargo, en Michoacán también se manifestaron movimientos sociales inclinados hacia la derecha y el conservadurismo. La académica del Colegio de Michoacán, Verónica Oikión Solano, detalla los primeros pasos del Partido Acción Nacional y el grupo paramilitar conocido como la Unión Nacional Sinarquista. En el contexto de la administración del presidente Cárdenas, el Partido Acción Nacional nació a la vida pública en septiembre de 1939 como una organización política militante de derecha, en cuyo seno albergó “a personas procedentes de grupos católicos, capas medias, empresarios y profesionistas conservadores”.
“Se ha dicho, que con excepción de sus integrantes, nadie le auguraba una larga vida al PAN. Surgió a la luz pública en el último tramo del sexenio cardenista “como reacción a las reformas realizadas en ese periodo”, subraya la investigadora, y añade que el elemento aglutinante era su oposición a la administración presidencial de Lázaro Cárdenas, “y su temor al socialismo”. Sus principios doctrinarios -inspirados en conceptos cristianos y de ascendencia liberal- privilegiaban al hombre como ente individual; se lanzaban contra el derecho de huelga, y, por supuesto, hacían una defensa acérrima de la propiedad privada, pronunciándose en contra de la reforma agraria.
Para las autoridades estatales y el partido oficial, los grupos palistas en Michoacán no se diferenciaban en nada de los sinarquistas, y comúnmente se les aglutinaba en el concepto “reaccionarios”. Independientemente de esta etiqueta, lo cierto es que el discurso ideológico panista penetró muy rápidamente y de manera primordial entre los miembros de las capas medias de las principales ciudades michoacanas. No así entre los sectores campesinos rurales, en donde el sinarquismo tuvo su principal bastión.
En Morelia, el PAN surgió con base firme en enero de 1940 con la creación del comité regional bajo la presidencia del licenciado Miguel Estrada Iturbide; entre los consejeros del comité regional se encontraba Miguel Bernal Jiménez. Al año siguiente, el 29 de septiembre, el PAN participó en las elecciones municipales de esa ciudad capital con la candidatura del doctor Florentino Villalón, quien era miembro de la Cámara Nacional de Comercio de Morelia.
En el plano nacional, y una vez promulgada la nueva Ley Electoral en diciembre de 1945, el PAN presentó como candidatos a las diputaciones federales a: por el segundo distrito (Pátzcuaro) a Gonzalo Chapela; por el cuarto distrito (Zamora) a Luis Calderón Vega; por el sexto distrito (Tacámbaro) a Miguel Ramírez Munguía y por el séptimo distrito (Zitácuaro) a Francisco Chávez González. Una vez realizadas las elecciones ese 7 dejulio de 1946, se le reconocieron al PAN cuatro diputaciones federales a nivel nacional: una de las cuales fue por el distrito de Tacámbaro, cuyo ganador era el michoacano Miguel Ramírez Munguía, su primer diputado por Michoacán.
En ese año de 1946, el 30 de octubre, el gobierno de Mendoza Pardo le concedió al PAN su registro estatal, en los términos del artículo 88 de la Ley Electoral local. En diciembre de ese mismo año de 1946, el PAN obtuvo otra victoria relevante en Michoacán, pues ganó “su primer ayuntamiento en el país, el de Quiroga, encabezado por Manuel Torres Serranía”.
En mayo de 1947, el comité local panista en el municipio de Zamora, se quejó ante el presidente Alemán de los obstáculos de todo tipo interpuestos por los comités electorales y las autoridades municipales de ese distrito, para evitar la participación de Acción Nacional en dichas elecciones. Fue tan evidente la manipulación y la injerencia del comité municipal del PRI en los comités electorales del distrito de Zamora, que Miguel Estrada Iturbide, dirigente del comité directivo regional panista, se vio obligado a dirigirse al presidente de ese comité municipal del PR!, para protestar por las presiones que ejercía sobre los comités electorales obligándolos a no registrar las candidaturas de Acción Nacional.
El PAN agregaba en su denuncia que el comité electoral municipal en Zamora, “aceptando consigna del PR! y sus candidatos, [y] contrariando el espíritu de la ley electoral, designó personal [en las] casillas [para las] próximas elecciones”. Los panistas pedían la intervención presidencial “a fin de evitar fraude electoral [que] vienen preparando [el] PRI y sus candidatos”. Ante lo que calificó el PAN como “fraude monstruoso” por parte del partido oficial, máxime que los presidentes de las casillas se negaron a dar copia de las actas de clausura y de los cómputos a los representantes del PAN, su comité distrital en La Piedad pidió del presidente Alemán hacer efectivas sus reiteradas promesas de “efectiva democracia”, relata Oikión Solano.
Cabe señalar que por encima de la inequidad en dicho proceso electoral, 1947 representó un año importante para la oposición panista en Michoacán. A pesar de las graves irregularidades, el PAN se logró adjudicar “el primer escaño de ese partido en una legislatura local”, luego de que los órganos electorales reconocieron el triunfo de Alfonso Hernández Sánchez como el ganador por el distrito de Zamora.
Al arribar el año de 1949, Acción Nacional llegó a su primera década de vida “alrededor de la personalidad de Manuel Gómez Morín”, quien prefirió renunciar para que “el partido se organizara lejos de la influencia de su personalidad”. El panismo también ha recurrido a las calles para defender sus banderas. Pocos recuerdan las marchas que convocó el padre de Felipe Calderón, Luis Calderón Vega, para impedir que el Ex Templo de la Compañía de Jesús fuera convertido en la Biblioteca Pública de la Universidad Michoacana.
Michoacán ha estado presente a lo largo de su historia, en los movimientos sociales más relevantes de nuestro país. De las aulas, del campo y de las ciudades del estado, han brotado grandes tendencias políticas y sociales que han definido la faz de México.
A fechas recientes, las movilizaciones han rayado ya en el absurdo, destaca Salceda Olivares, toda vez que se protesta por las más nimias causas y se afecta todo el quehacer productivo del estado. Sin embargo, por más que los actuales diputados busquen regular a las marchas y manifestaciones, los michoacanos saldrán a las calles ya sea para expresar su aprobación o para rechazar esta iniciativa.