Lo que se esperaba de la ley del trabajo se cumple poco a poco. Aún contra la lucha de quienes creen en los derechos de los trabajadores y se encuentran en el lugar adecuado para ser oposición, lo que se pretendía echar adelante, es lo que flota. El resto, lo que es de interés social, se mantiene en la oscuridad.
Así, no será extraña la respuesta de los panistas ante el exhorto de los partidos de izquierda por sacar adelante leyes de refuerzo a la transparencia en los sindicatos. Discusión que no es relevante si lo que se proyecta es un país de tecnócratas de excelencia.
Habrá que darse una vuelta por las exigencias de los normalistas de Tiripetío y Cherán, incluidos los maestros de la Coordinadora, quienes se resisten a la aplicación de la reforma educativa. Un cambio o giro en la educación que busca la integración a un mundo global cuya dinámica, relación, es meramente económica.
¿Qué requiere México si pretende sumarse a ese movimiento global? La respuesta es sencilla aunque no sea la que esperamos: formar mano de obra de calidad y barata, pero sobre todo, lo final. Mas ese es el punto de vista de los que ostentan el poder, habría que preguntarse si eso es realmente lo que se debe hacer como nación y si, mucho nos detenemos, es lo que quiere cada ciudadano.
No podemos negar que la educación y el trabajo, ambas nociones, están unidas, ya que de la formación de la idea vida y su sentido se modifica, toma forma en función de aquellas. De ahí que nos preguntemos por la calidad de vida de la que se hablaba cuando el papel de las humanidades se encontraba en todo su esplendor, no hace mucho aunque parezcan siglos.
Si lo que se espera es la calidad de vida, la actitud de espera debe ser la misma que ante los cambios que se solicitaban de las reformas de leyes fundamentales como la del trabajo.
Articulista: Noemí Avilés