Por Víctor Ardura.-
(23-08-12) Un verdadero escándalo resultó esa suerte de tormenta convocada por Joaquín Vargas. Dispuesto a llegar al fondo del asunto, así quede en el aire algún pedazo de su posición, Joaquín Vargas destrozó al gobierno mexicano y dejó ver que Felipe Calderón tiene aspiraciones de dictador.
Tal vez la palabra parecerá muy dura, tal vez estemos exagerando el término. Lo cierto es que el presidente mexicano actuó por lo que creyó una defensa en contra suya y metió la mano y pegó las estampillas.
Alrededor de las once de la mañana Joaquín Vargas presentó a su equipo y las evidencias que dejan en claro que el gobierno federales hizo cargo del asunto a través de una fórmula legal debidamente institucional. Vargas presentó, también, un montón de evidencia debidamente registrada en su teléfono celular, una Blakberry, que resultó ser el mejor aliado posible. Y para que todo lo narrado se escuchara de la mejor manera, el testimonio lo decía un elemento de su equipo, debidamente claro, quien leía perfectamente los textos históricos en su equipo.
Joaquín Vargas dejó claro los siguiente: hubo molestia del gobierno, del presidente, por lo difundido en el noticiero de Carmen Aristegui una tarde del 2011. Era una nota en la que Fernández Noroña, diputado del PRD, sostenía un lienzo bastante ofensivo: a Felipe, en tonos rojos, se le acusaba de «borracho».
A Joaquín el asunto le molestó. No pudo ser más sincero. Se habló con toda claridad de la relación que tuvo con Carmen Aristegui, de las exigencias de esta como periodista, de la falta de acuerdos. Se nombró la entrevista que dio Carmen en Casa Lam, y sus peticiones para regresar, todas basadas en el marco de legalidad que suele asumir.
Joaquín también dijo que se dio cuenta del error y que por eso la recontrató. Narró con prontitud y generosidad las causas que propiciaron los secretarios en Comunicacioines y Obras Públicas, Dionisio Pérez Jácome, del Trabajo, Javier Lozano y la Comunicadora General de Comunicación Social, Alejandra Sota.
Fue una larga exposición acompañada de llamadas y documentos debidamente certificados. Dionisio Pérez Jácome y Alejandra Sota respondieron poco tiempo después, pasado el medio día. Sus respuestas, contestaciones,, comparadas con la sesión de Joaquín, no convencen a nadie. Mañana nos haremos cargo de la respuesta oficial.
Baste decir lo que es evidente: el gobierno de Felipe Calderón, casi al terminar, del mismo modo como lo hizo con los encarcelados del Michoacanazo, quiere meter su vara antes de terminar su gobierno.