“Los mexicanos regresan al PRI con menos entusiasmo que fatalismo, como el joven que retorna a la casa paterna con la cabeza gacha luego de un intento fallido de emancipación”. Jorge Zepeda Patterson
Como cada proceso político y electoral, su término implica la reconfiguración de las fuerzas políticas, hay lecciones evidentes, el partido que dominó la vida de México durante 71 años y recupera la máxima magistratura del país después de 12 años verá limitado su poder y cualquier intento de “restauración autoritaria”, como temen sus adversarios políticos, por el avance de la izquierda a nivel territorial -arrasó en el Distrito Federal, ganó en el Estado de Morelos y arrebató Tabasco al PRI- y en el Congreso, donde se perfila como segunda fuerza en la Cámara de Diputados. Al respecto, opina Jose Woldenberg: “Los resultados dan una imagen de equilibrio de poderes y alejan el fantasma de una restauración priista. Tendrán que negociar para hacer prosperar sus iniciativas”. Evidente.
Otra conclusión inevitable implica que los resultados electorales suponen una auténtica debacle para el PAN. Es un voto de castigo a Calderón que sale de la presidencia como el presidente peor valorado de la historia de México. La derrota anticipa una larga travesía del desierto para la derecha democrática mexicana. La gestión de Calderón —12 millones de nuevos pobres, empleo informal en aumento, escaso crecimiento económico y 50,000 mil muertos en la guerra contra el narcotráfico— fue una carga demasiado pesada para una candidata que cometió numerosos errores durante la campaña. Vázquez Mota aceptó su fracaso nada más conocerse los sondeos a pie de urna. “Las tendencias no me favorecen. Aceptaré los resultados como demócrata que soy, porque la democracia necesita demócratas”, afirmó.
¿Qué queda para la izquierda? Está por verse si es el peor escenario de la izquierda la ascensión del priísta de tercera generación, mezcla de ave fénix y pterodáctilo, que se mueve entre la tecnocracia y el período cuaternario –por cierto para aquellos esperanzados, sin duda se ha decantado por los primeros en sus primeros días de triunfo-, pero las conclusiones, el resultado de las sumas y las restas no son el peor escenario, es claro.
La indignación de la izquierda contra la forma en la que la prensa ha informado de los comicios y sus resultados se ha hecho patente, no sólo a partir del 1 de julio, desde mucho antes, esta elección se convirtió para muchos en una cruzada por el derecho a la información, la capacidad de movilización de la izquierda, no de los partidos de izquierda, volvió a quedar demostrada, con la diferencia de que ahora la movilización fue mucho más amplia en su territorialización, abarco todo el país, no solo los enclaves de la izquierda, incluso el norte conservador; y su contenido fue mucho más ideológico y reflexivo, fue histórico además el movimiento #Yo soy 132, que además logro reunir a tre candidatos presidenciales en un debate no oficial, lo que ni siquiera las televisoras o las cámaras empresariales y los propios partidos habían logrado.
La bandera histórica de la izquierda electoral de fin de siglo –que fue la primera en 1988 con posibilidades de triunfo electoral-, basó mucho más su oferta electoral en las posibilidades de cambio democrático y en echar al PRI del poder presidencial, igualmente en 1997, otro de sus picos; pero fue hasta el 2006 que la izquierda inserto en la conciencia popular la necesidad del cambio, verdadero y profundo, de la alternativa, del acceso a otra forma de vivir.
Hoy 15 millones y medio de mexicanas y mexicanos, la mayoría jóvenes que observaron el fraude electoral 2006, la movilización post, la toma de reforma, la conformación del gobierno legítimo, el surgimiento de MORENA, y que estuvieron sujetos al bombardeo televisivo, y al cerco informativo, votaron por AMLO y más aún, por un cambio verdadero, efectivamente; muchos seguramente son convencidos desde entonces, otros tantos, se desencantaron y regresaron, otros son nuevos fieles del cambio; lo que es claro es que la izquierda cuenta con una masa crítica lo suficientemente amplia, para provocar el cambio por la vía electoral, 15 millones de electores de la izquierda, críticos y reflexivos, permanentes y vigilantes.
La izquierda y AMLO, tienen la obligación de ser congruentes e impugnar, aunque sabemos de la debilidad y desconfianza en las instituciones electorales especialmente de las judiciales, pero se debe poner en la mesa la tesis de la inequidad y el vicio de origen, porque ello implica mantener vivo el debate del papel de los medios en las elecciones y sobre las formas atípicas del nuevo fraude electoral, porque a diferencia de hace 6 años, la mayoría de su electorado, no ceso su apoyo al terminar la elección, y es una demanda que la izquierda hace.
Lo clave consiste en hasta donde, porque a pesar del triunfo en las urnas del PRI, fue derrotado en el inconsciente colectivo de 15 millones de electores, lo que no logro el PAN en 12 años, regresa, si pero regresa acotado por el Congreso, por el avance de la izquierda, por la latente movilización, por su propio pasado, y el papel de los factores reales de poder, porque no actuaron gratis, no se si AMLO pueda o quiera encabezar el esfuerzo electoral siguiente, pero debe encabezar políticamente la aspiración de cambio de 15 millones de personas, el PRI no estará 70 años nuevamente, paradójicamente el destino de la izquierda está en sus manos y su día es cada vez más cercano.
Articulista: Cristina Portillo